lunes, 17 de enero de 2011

Día 7: Hambre

"Siento que todo está roto" decía Peter, bebiendo de su vaso de cerveza "Por el cuerpo me recorren unas ganas inagotables de estar con otra mina. Quiero puro serle infiel, güeón. Quiero salir de ahí. Ya no quiero verle más la cara a ese viejo culiao"
"¿Y sabí por qué sentí eso?" le preguntó Guzt.
Peter negó con la cabeza, esperando a escuchar las respuestas que necesitaba.
"Porque nunca en tu vida te has preocupado de ti. Has aguantado para hacer feliz a los demás y no te has encargado de preguntarte qué es lo que te falta a ti"
Peter llamó a eso de las cuatro a Guzt, cuando el sol está comenzando a bajarse del cielo, pero quema como si un tren a carbón gigantesco estuviera cruzando el aire al revés y llenara con todo su humo la atmósfera. Al contestarle, le informó de la fiesta que ofrecerían en Pueblo Solo el día viernes, porque también asistiría Evan y Cecilia y sería entretenido tenerlos a todos ahí y verse después de tanto tiempo. El moreno estaba trabajando y se le hacía difícil hablar, así que casi susurrando contestó que no podía porque con Irene irían de camping el fin de semana.
"Te estaba llamando, perrito, porque necesito juntarme contigo a conversar" Le dijo "Estoy chato, güeón"
Guzt lo último que quería era seguir dándoselas de psicólogo el verano. Ya tenía bastante con Jack, Isabella, Ibzeen y otros personajes que se le cruzaban como si fuera el último Freud en el mundo. Así que lo empezó a evitar diciéndole que tenía que salir, que hacía mucha calor y que el carrete del viernes en la noche sería una buena oportunidad para hablar. Pero Peter ofreció una dolida resistencia. En realidad estaba mal y necesitaba urgente una voz que apaciguara su angustia. A Guzt, como nunca en el año, le floreció su lado amable.
"A las ocho en la Argentina" le dijo y colgó.

Irene es una muchacha de media estatura. Del tipo de mujer medio, de las poblaciones violentas. Lindos ojos, pelo desordenado, pequeños senos y un trasero deseable. Guzt no sabe en que momento la dejó de ver como una amiga y la comenzó a desear como a una mujer. Quizás fueron todas esas noches en que la consoló al verla llorar por las constantes peleas con Peter. Era sólo cosa de darle un beso y con sus caricias borrar todo el sufrimiento. Y de pasada devolverle la mano al moreno por todas las veces que ya le había sido infiel. El problema era que Dones y yo siempre le habíamos advertido de todos los problemas que podría acarrearle el hecho de meterse con ella. Al fin y el cabo era su amiga y polola de su amigo. 
Pero todos sabemos que a Guzt le importa un pepino lo que digamos nosotros. Así que ahí estaba en el Club Therieyd, con Irene fumando aburrida del momento y a Peter a su derecha, escuchando al moreno hablar de Concepción, Dichato y Tomé ya que existía la posibilidad de un viaje a principios de Febrero. Eran al rededor de las nueve de la noche ya. Y Guzt sólo podía observar como los labios de Irene se deslizaban lentos y mojados por el filtro de su cigarro después de darle una aspirada, imaginando como esa boca le daría el "sí" el día que él le pedirá que se vallan a olvidar del mundo en algún motel barato.
"Al baño" le dijo de repente Dones"A-ho-ra"
Guzt, sin decir nada, pero descargandole una potente mirada de ira, se disculpó y partió al baño.
"Sólo tres palabras: Ella es tu amiga" le dijo Dones.
"Esas son cuatro" le dijo Guzt.
"Da lo mismo. Sólo te pido que pienses con la cabeza y no con el pene. Ella es tu amiga y él tu amigo. Sería anti-natural que te metieras con ella. Porque si estás pensando que le vas a hacer una favor, estás muy equivocado"
Dones estaba un tanto alterado. Era raro verlo así porque su desplante era siempre el de un tipo calmado y siempre con aires de culto, pero no era de él enojarse tan fácil. Por otro lado, Guzt odiaba que lo sermonearan y sobre todo en materia de relaciones de este tipo. En realidad, odiaba que se metieran en su vida y cuestionaran sus acciones.
"No me la voy a comer hoy día..." dijo el orgulloso.
"Y nunca" le interrumpió Dones.
Guzt, queriendo atravesarle el estomago con una cuchilla, tan sólo pudo hacerle un desprecio y salió del baño.
En la mesa del Club, Irene se alistaba para retirarse.
"¿Te vas?" le preguntó Guzt.
"Si. Tengo a mi hija con mi mamá en la casa y si llego más tarde me van a hacer ataos" le dijo dándole un beso en la mejilla.
La vio alejarse por el pasillo de mesas hasta la salida, observando su pantalón de tela y la polera roja que le envolvía el dorso. Algún día te quitaré toda esa ropa, pensó y luego se sentó a hablar con Peter.
"¿Qué pasa, compadre?"
"Siento que todo está roto" decía Peter, bebiendo de su vaso de cerveza "Por el cuerpo me recorren unas ganas inagotables de estar con otra mina. Quiero puro serle infiel, güeón. Quiero salir de ahí. Ya no quiero verle más la cara a ese viejo culiao"
"¿Y sabí por qué sentí eso?" le preguntó Guzt.
Peter negó con la cabeza, esperando a escuchar las respuestas que necesitaba.
"Porque nunca en tu vida te has preocupado de ti. Has aguantado para hacer feliz a los demás y no te has encargado de preguntarte qué es lo que te falta a ti" 
Guzt sabía que hablaba desde la parte más oscura de su corazón, moviendo las piezas a favor de él para que las acciones y las consecuencias lo llevaran a tener a Irene entre sus brazos. A veces se admiraba del modo de trabajo de su perversa mente. En otras le asustaba. Pero más allá de todo lo que deseaba y ansiaba, al frente había una verdad irrefutable: Peter era su amigo y eso nunca iba a cambiar.
"Lo que tienes que hacer es sólo empezar a pensar en tu felicidad. Uno lucha toda la vida por las personas y por su bienestar, hasta que llega el momento en que te traicionan y no los vuelves a ver nunca más. Nadie puede ser necesario en tu vida. Tampoco te digo que no quieras a tus cercanos, pero no pueden ser necesarios. Vuelcate a pensar en ti y en lo que necesitas ahora" le dijo Guzt.
Peter le sonrió y le dio las gracias.
Agradece que no me voy a meter con tu mujer, pensó Guzt.

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