El mundo entero a veces se pone la camiseta anarquista y reclama contra el sistema en que vive. Reclama por los altos intereses de las cuotas de algún pago. Por el cobro de la micro. El sueldo en la pega. Y mil cosas. Entonces a veces esas personas se olvidan de que quizás llegan a esta realidad dentro de un sistema: el cuerpo. Es un conjunto de reglas y capacidades. Lo comandamos como a nuestras tarjetas de créditos; si lo ocupamos en exceso, a los años nos cobra demasiado caro, pero si somos cautelosos y lo cuidamos como es debido, responde de la forma que queremos y no nos llevamos sorpresas. Órganos y personalidad hacen del cuerpo un lugar precioso para coexistir con esta realidad. Pero a veces este lugar se convierte en una prisión. El sistema también se releva.
Se celebró el cumpleaños de una cajera. Mi compañero tomó la avenida a alta velocidad y me dejó afuera de la casa. Tres vodkas y dos tequilazos me tenían mirando el mundo al revés. Procuré no generar mucho ruido mientras me calentaba un pedazo de la pizza que había comprado en la tarde después de salir de la pega. Mi vieja podía bajar y verme en un deplorable estado. Así que mientras sacaba el pedazo de Española hirviendo del microondas, me senté en el computador y lo encendí para revisar las redes sociales.
Fue cuando algo que aún no entiendo sucedió. Es vergonzoso hablar de esto, pero quizás me haga mejor.
De repente Pelirroja se me cruzó por la mente. En realidad no se cruzó, si no que vino a caer como un pedazo de concreto que explota al chocar con el suelo y me envolvió el cerebro por completo. Creí que mi mente se burlaba, acompañada del alcohol, y quería jugar a los trucos conmigo. El problema fue que no lo dejó de hacer. Estúpidamente, y no me canso de decirlo, me quebré recordando lo poco y nada que estuvimos juntos. Me reproché el modo en que la traté y como me desenvolví en la relación. Podría haber hecho mucho más, tal vez, me decía, y quizás aún estaría con ella.
Mientras me tragaba el pedazo de pizza, me metí al Facebook de mi hermano y mediante aquel acceso entré al de ella.
"¿Qué haces?" me preguntó Dones "Esto ni siquiera lo hiciste después que terminó contigo"
No lo pesqué.
Busqué si aún tenía mi foto. Ahí estaba. Mi mirar observándola, aunque ya no tenía el escrito de abajo "(ELE)" Era obvio que ella ya había superado y la foto no era más que un buen retrato de un ojo de hombre con pestañas crespas.
Vi sus fotos de su titulación, mientras buscaba ahogar el nudo que me estrangulaba el pecho. Adoré su nuevo look.
"Esto está mal" me dijo Guzt.
"Si lo sé"
Abrí el blog y empecé a escribir. Le escribía a Jack, es más, el título tenía su nombre. Le escribía que necesitaba ayuda, que había colapsado por una causa perdida y que no podía seguir así. De ese calibre fue la cuestión.
Cuando sentí que había llegado demasiado lejos con el momento, cerré todo y apagué de golpe el computador. Aquello era físicamente imposible. No podía estar haciendo eso. Ya había pasado. Supuestamente estaba superada.
No habría subido algo así ni loco. En ese momento pensé que quizás aún leía el blog. Pero a la mañana siguiente mi mente, ya en un presentable estado, me recordó que ya no lo ve.
Debes conocer tu sistema. Saber cómo funciona. A veces se revela y se va en contra tuyo. Es ahí cuando es capaz hasta de destrozarte y dejarte inservible. Tu mente juega a que vives en otro mundo y te es difícil saber si estás durmiendo o aún estás soñando.
Gracias, Blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario