domingo, 21 de agosto de 2011

Día 89: La Muerte de Caroline

Septima Parte y Final


“Me aseguré de que ninguna prenda u objeto hayan quedado por la cuesta al momento de caer. La llevé a la orilla del río, lejos de la discoteque y bajé el bidón de gasolina que compré antes de llegar allá” declaró Eder, omitiendo la escena en donde llegó y la encontró viva. 
Al caer, la nuca de Caroline dio de lleno contra una mal formación puntiaguda de una roca no tan pesada. Su cráneo se abrió y la piedra alcanzó a escarbar un poco en su cerebro, lo suficiente para dejarla paralítica para siempre pero no para quitarle la vida. La perdida de sangre la dejó inconsciente a merced de la noche, el frío y su suerte. Pero a la hora despertó. Se sintió perdida, tendida boca arriba, observando el cielo infinito lleno de puntitos brillantes, viendo imágenes cortadas de una mala película, en donde ella enfrentaba a Emilia y luego repentinamente se veía cayendo por la cuesta del estacionamiento de la disco. Quiso pararse para volver y buscar el cuello de la mujer que había logrado acertarle un derechazo, pero su cuerpo no le respondió. Estaba totalmente paralizado, sin algún controlador que lo pudiera comandar. La roca había dañado por completo la zona motora de su cerebro, dejando inutilizables desde sus piernas hasta el más pequeño de los músculos de la cara. De choque un calcinante pánico la invadió. Sólo podía mover sus ojos de un lado a otro, como tratando de ayudarse con ellos para ponerse de pies. Pero sus intentos eran en vano. Quiso gritar por ayuda, pero desde su boca sólo salió un montón de ruidos extraños y mucha saliva.
“daaabfaaaamaaabaaaafdaaa”
En ese momento la joven escuchó pasos venir. Su corazón dio un brinco al pensar que podía ser una de sus amigas, la cual se extrañó al notar que demoraba mucho en volver. También pensó que si daba rápido aviso del accidente, podrían llevarla al hospital y tratar de hacer algo por volver a tomar el control de su cuerpo, a demás de buscar la forma de decirle a su padre que la maldita Emilia había sido la victimaria. Sin embargo, toda esperanza se apagó al ver el asustado rostro de Eder observándole. El muchacho, recordando ver a Caroline dándose fuertes tumbos contra la tierra y las piedras, para después quedar tendida sobre un tímido charco de sangre que apareció detrás de nunca, no entendió cómo la polola de su mejor amigo seguía viva. Si bien su estado era nefastamente deplorable, el cuerpo de la joven aún respiraba, con dificultad pero lo hacía. Su boca trataba de modular palabras mezcladas entre desarticulados movimientos y un cúmulo de saliva alojado en sus labios contraídos. Y sus ojos pedían encendidos por piedad.
La adrenalina del momento hacía a Eder pensar más rápido, es por que en cosa de segundos, bajo el alelo de dos posibles situaciones, decidió por darle muerte a la joven que habían conocido hace cuatro años en una fiesta en los barrios bajos. La primera situación era que si él salvaba a Caroline llevándola a un hospital, sería lo mismo que declarar que Emilia la había asesinado. Tomarían detenida a su amiga y su vida sería un infierno hasta el día de la llegada de su hora. Conocía a la perfección a la guapa joven y sabía que no sería capaz de soportar la vida que le entregaría el ser una homicida. La segunda situación era borrar de la faz a Caroline, hacer como si nada hubiese sucedido y vivir sin las represalias que la justicia dejaría caer sobre los hombros de Emilia.  Obviamente optó por la segunda. La novia de Eduardo vio como Eder se alejó con una mirada tranquila en sus ojos dirección al río, no entendiendo a donde se dirigía. La ayuda tenía que ir a buscarla subiendo la cuesta. Por unos cinco minutos no vio más que cielo oscuro, palpitante y omnipotente, único testigo de todo lo que había ocurrido y de todo lo que iba a suceder. Eder encontró una pesada roca de quince kilos ovalada y lisa, alojada en al borde del río. La extrajo de la tierra que la adosaba al suelo y la llevó hasta la víctima. Ya a su lado, lo único que hizo fue levantarla sobre su cabeza con todas las fuerzas y la dejó caer sobre el cráneo de Caroline, asesinándola al instante.

“Esperé a que su cuerpo y sus ropas se carbonizaran por completo. Luego lancé sus cenizas al río”
Hubo un frío y largo silencio. Se había hecho y Emilia no tenía nada que decirle. Lo había hecho por ella y ya nada podía revertir los acontecimientos. Entonces sucedía lo que siempre le sucedía; esa sensación de confusión por Eder la ahogaba por completo, sintiendo que le atraía demasiado de él todo lo que hacía por ella. Las ganas de olvidar que era su mejor amigo la mataban.
“De esto nunca más vamos a hablar. Nunca. Ahora iremos a buscar tu ropa para la entrevista a tu casa y después nos pasaremos a tomar un café antes de ir a la PDI… ¿Entendido?”
Emilia excitada asintió.

jueves, 18 de agosto de 2011

Día 88: Un Mundo Enfermo

Sexta Parte

Entre el tumulto, la música y la desesperación, vio a su amiga hablando con Eduardo. No quiso interrumpir. Quizás su presencia la haría ponerse nerviosa y su mejor amigo podía sospechar. En ese momento recordó que el cuerpo de Caroline seguía tirado a la bajada de la cuesta, cerca del río, con la sangre cayendo desde su nuca. Es por eso que se preocupó de desaparecer sigilosamente de la fiesta y se dispuso a volver a la Andes.

Sorber de la cuchara el poco de sopa de mariscos fue como una potente inyección de energía a su cuerpo muerto. A parte de estar hirviendo, estaba aliñada en forma milimétrica, como de la mano de un chef. Poco a poco sentía que sus músculos comenzaban a reaccionar. Poco a poco se estaba dando cuenta de su bastarda realidad. Eder la observaba sentado frente a ella en la mesa. Emilia volvió a centrar su atención en la nueva cucharada de sopa que se llevaba a la boca, para recibir de lleno en su mente esa sensación de recuperación que la iba invadiendo. Sumando el hecho de que en algunas horas más tenía que presentarse en el cuartel general de la policía de investigaciones, sin evidencias de haber vivido una noche en que la muerte y el alcohol tuvieron presencia, sentía que su cuerpo estaba anulando los cuadros de depresión en que se vio inmersa al tratar de borrar su extraña adicción a hacer y deshacer sin medir ningún tipo de consecuencia. Un extraño poder que hace que nada le importe, que nada le preocupe. Sólo es capaz de velar por la vida de Eder y Eduardo, coraje que a momentos también pierde el sentido. Su corazón iba en el carrito de la montaña rusa, sintiendo a veces el peso de la moral y el respeto por los lazos existentes, pero en otras ocasiones el carrito toma velocidad y le da lo mismo si para conseguir lo que desea tiene que hacer incalculable daño. El mundo está enfermo y nada ni nadie lo podrá curar… ¿Por qué seguir sano?
“La quemé” dijo de repente Eder.
Emilia lo miró sorprendida.
“No hubo otra forma” agregó.


Continuará...

lunes, 15 de agosto de 2011

Día 87: Los Actores

Quinta Parte

Al abrir la puerta, Liz alcanzó a notar la sensación de nerviosismo y arrepentimiento en los rostros de sus dos mejores amigos y luego fingir una perfecta cara de “Aquí nada pasó. Estamos entusiasmados por entrar a la fiesta”. Seguramente habían tenido un tropiezo casual en el Mazda de Eder que duró dos horas cogiendo, las mismas dos horas que llevaban de retrazo. Pero que más daba después de que se supo lo de Eduardo y Emilia. Ya nada era ético. La moral no importaba. Y además, Liz sabía bien que esos encuentros sexuales casuales con la persona que menos te lo esperas son los mejores. La sensación de excitación no se puede igualar. Era como soltar al león que Freud tanto nombra.
Así que, al igual que ellos, también fingió su brillante sonrisa y les dio un muy apretado abrazo a ambos.
“Pensé que no iban a venir los culiaos” dijo riendo.
“¿Tai loca? Ni cagando nos perdemos tu cumple, polla” le dijo Eder.
“No sé. El cumpleaños de la María Coja igual era hoy y dije Quizás estos güeones se fueron para allá
“¿Cómo pensai esa güeá?” le preguntó Emilia “Nosotros somos tus mejores amigos. No íbamos a faltar a tu carrete por ir a donde la Coja”
“Ah ya. Menos mal. No saben lo feliz que estoy de que estén aquí” les dijo y los volvió a abrazar.
A pesar de todo lo que había pasado, Liz, Eder, Emilia y Eduardo eran un grupo fraternal, conformado hace demasiado tiempo y estaba nutrido de muchas historias que los mantenían unidos. El estar ahí borraba por un momento todas las cosas malas que habían ocurrido. Ir a esos carretes era como hacer borrón y cuenta nueva.

La casa estaba llenísima. Había gente por todos lados; en los sillones, en los pasillos, en la escalera, en la puerta del baño, en el baño, en el patio y en el jardín. Era un cumpleaños importante para la vida bohemia de la comuna, y no asistir era perderse una de las pocas buenas fiestas que habría en el año. A Emilia no le importaba eso. Sólo se preocupó de que el vaso se llenara hasta los ¾ de ron y lo que sobrara, en bebida. No le importó tampoco quién estuviera y tampoco a quién saludó. Tan sólo atravesó el living, el comedor y el patio entero para llegar a la mesa en donde había barra libre para servirse lo que quisiera. Quería olvidar a como diera lugar la escena en donde Caroline rodaba cuesta abajo azotándose la nuca contra las rocas.
Pero tuvo que detenerse.
“Espera, espera. Tú no eres así. Tú eres sociable. Compartes con los demás. Si notan que estás sola tomando en la mesa de los tragos, sospecharán que algo realmente malo te sucedió. Y cuando llegue el día en que algún fiscal o juez tenga que interrogar a uno de los que te está mirando y le pregunte si notó algo o alguien raro aquella noche, seguramente le dirá que me vio tomando más de la cuenta y que estaba muy aislada” pensó desesperada, con su vaso temblando en la mano, imaginando el día en que carabineros aparecería en su puerta.
Dejó de repente el trago sobre la mesa y se giró. Detrás suyo estaba Eduardo mirándola.
“Hola”...



Continuará...

jueves, 11 de agosto de 2011

Día 86: Cuesta Abajo

Cuarta Parte

Eduardo la había molestado las últimas dos semanas enteras, diciéndole que por favor se comportara el domingo que se celebraría el cumpleaños de Liz. Las primeras veces que se lo dijo, lo encontró injusto ya que él había sido el que había ocasionado el problema, pero de buena forma aceptó lo que su pololo le decía. El problema fue que la petición de buen comportamiento se repitió hasta los días previos a la celebración y eso la colapsó.
“¡No voy a ir a ni una güeá de carrete!” le gritó por teléfono el domingo en la tarde y le colgó.
Entonces Caroline decidió ir a la Andes para no perder la noche del feriado, a demás de querer olvidar el mal rato y quién sabe hasta podía vengarse por lo que su novio le había hecho.
Pero ese domingo ya no podía ser más inolvidable hasta el momento en que vio pasar el Mazda de Eder atravesar el estacionamiento de tierra que hay detrás de la disco hasta el borde en donde está el río. La Andes era una discoteque ubicada en la periferia de la comuna, cercana a un río. Sólo los bohemios con vehículo podían llegar allá.
“No puede ser” dijo al notar que de copiloto venía la mujer que de simple conocida y amiga de su pololo, se había convertido a archienemiga.
Sintiendo como la ira comenzaba a hacerle hervir los huesos y viendo como Eder se estacionaba como siempre al lado de la cuesta que daba al río, comenzó a caminar en dirección a ellos.
“No voy a esa cagá de carrete pa no encontrarme con vo y vengo llegando y te pillo acá” le dijo la exaltada Caroline a Emilia cuando ésta venía bajando del vehículo.
"Por la cresta" masculló Eder, al momento que emprendía una pequeña carrera desde la puerta del piloto para que la enfurecida polola de su mejor amigo no llegara a toparse con Emilia "Caroline, calmate. Venimos para acá para no encontrarnos contigo en la fiesta de Liz..." le explicó, obstaculizándole el paso.
"¿Andai arrancando de mí? ¿Ah? ¿Me tení miedo, cierto? Te andai escapando pa' no verme ¿Sabí por qué  no eres capaz de dar la cara? Porque estás sucia. Eres una perra sucia, que no le importó nada y se metió con el amigo, sabiendo que estaba pololeando. Perra maraca..."
"¡Para!" le dijo Eder deteniendo su lacerante declaración con un zamarreo "Las cosas ya sucedieron. Es culpa de ellos dos y lo saben. Ya de nada sirve que tú se lo repitas en la cara. Bastante mal lo pasó Emilia para que continúen con las descalificaciones. Sabían a lo que iban y también sabían que los podían pillar y los pillaron. Ahora hay que seguir"
"Seguir... Pararse de nuevo... La vida continua. Hay miles de hombres en el mundo. Todos se esmeran por llenarse la boca con frases conformistas y tratar de calmarme para sentirse bien con ellos mismo con su papel de amigos. Pero yo lo único que quiero es al Edu de antes y olvidarme de que ustedes dos se revolcaron en la cama donde yo he dormido tres años" gritó Caroline, quebrándose en llanto.
Eder la tuvo que sostener.
"Perdoname" pudo soltar Emilia, al borde de las lágrimas.
"Agradece que esto no lo supo mi viejo. Con eso ya te perdoné la vida" dijo apuntandole con el dedo índice, aún más enrabiada "Pero yo... yo no puedo hacerlo" le dijo y se sacó a Eder del camino.
Emilia sólo vio cuando la tuvo encima, agarrada de sus pelos, gritandole garabatos y tratando de rasguñarle la cara. Se agachó para que sus uñas no encontraran su rostro, pensando en la entrevista que tenía al otro día. No quería dar explicaciones de el por qué de cicatrices por una estupida pelea. El problema era que la despechada mujer, que inutilmente la golpeaba, no la quería soltar. Así que para frenar la penosa escena en donde Caroline peleaba como una estupida, giró la cadera hacia la izquierda para tomar fuerzas y le lanzó un derechazo a la cara. La polola de Eduardo se desestabilizó, trastabilló desorientada y se tropezó con una piedra, cayendo cuesta abajo hacia el río sin poder evitarlo.
Emilia pudo ver como la muchacha daba tumbos contra la tierra y la roca, tratando de detener la alocada carrera que su cuerpo estaba dando, hasta que su nunca dio de lleno contra una roca y se dejó de mover...



Continuará...

domingo, 7 de agosto de 2011

Día 85: No Entremos

Tercera Parte

Eder observaba la casa atestada de gente. Emilia observaba la hora en su celular por hacer algo.
“No puedo entrar” le dijo.
“¿Estás segura? Es el cumpleaños de Liz. Si no llegamos, se enojará mucho” le dijo su amigo.
“Pero ahí adentro también está Eduardo y Caroline. A demás, estoy segura que el carrete entero sabe lo que pasó con el Edu” dijo un tanto arrepentida, acongojada “Anda a dejarme a mi casa”
“¿A tu casa?” le preguntó Eder extrañado “No te voy a dejar sola. Si querí podemos ir a la Andes, pero ni cagando me acuesto temprano hoy día. Mañana es feriado…”
“Pero mañana tengo que ir a dar la entrevista. Así que tampoco nos podemos entrar tan tarde” le interrumpió Emilia.
“¡Maldita entrevista! No puedo creer que tengai que ir a darla mañana”
“La ley no duerme” fraseó la joven.
Su amigo soltó una risa sarcastica.
“Mira, hagamos lo siguiente. Apaguemos los celulares. Vamos a la Andes un ratito. Y mañana le decimos a Liz que no pudimos venir porque te ayudé a preparar la entrevista para mañana. El próximo sábado carreteamos con ella. Nos curamos raja y listo. Se acabó. Si el enojo no le va a durar para siempre”
Emilia le despidió una mirada tierna a Eder. A veces no entendía de donde sacaba tanta bondad para con ella y siempre la cuidaba de todos los males del mundo y de su cabeza. En ese momento sintió aquella extraña sensación que la había abordado un par de veces, pero para no caer en trucos de su mente, no la tomó en cuenta.
“¿Tú no querí entrar?” le preguntó.
“Obvio que quiero entrar. Pero un carrete más, un carrete menos. Da lo mismo. A demás, no quiero que te acostí pensando güeás. Quiero que mañana llegues con la mente despejada a la entrevista, para que después seas una muy buena detective” le dijo su amigo.
“No te voy a revocar los partes” bromeó ella.
“Maraca culiá” le dijo él fingiendo estar enojado.
Emilia rió a carcajadas y luego volvió a sonreirle tiernamente.
“Ya, bueno. Vamos a la Andes”
“Así me gusta” le dijo Eder, encendiendo el motor de su Mazda...



Continuará...

miércoles, 3 de agosto de 2011

Día 84: Agua Fría

Segunda Parte

Cuando la tuvo semidesnuda y aún durmiendo, se abalanzó sobre ella y la tomó entre sus brazos. Emilia era quizás de su mismo porte, así que no fue fácil colgarla sobre si para llevarla hasta el baño, cuidando de que su cabeza muerta no diera con alguna pared. Mientras la cargaba, Eder lograba percibir el olor a ron y vodka que emanaba desde sus labios rosados, mezclado con la putrefacción que se había formado en su débil estomago. 
Ambos entraron al baño. El joven la dejó adentro de la tina y salió para luego volver vestido con un traje de baño. Emilia se estremecía al sentir el cortante frío de la superficie de la helada tina, tratando de salir de ahí, pero su cuerpo torpe no le respondía. Fue cuando su amigo entró al reducido espacio que hacía la bañera y entre sus manos tomó la ducha. 
"Aguanta" le dijo y abrió a todo lo que daba la llave del agua Fría.
Chorros fuertes del liquido se escurrieron por todo el suave cuerpo de Emilia. Siempre había prometido cuidarlo con ímpetu y soberbia, para sentirse y verse siempre bien, y de pasadita para captar una que otra mirada. Y lo consiguió con creces. La amiga de Eder era poseedora de una curvilínea cadera, ayudada por la genética al tener un hermoso color de piel trigueño, dos bellos y simétricos senos y un deseoso trasero. A demás de poseer un rostro parecido al de una modelo inglesa. Una espectacular mujer. Mujer que se ahogaba al no poder soportar el frío y el agua cayendo en su boca al momento que Eder se la mojaba para que pudiera despertar. 
La mojó por completo, hasta que la muchacha logró articular en forma correcta una palabra.
"Basta"
"¿Se te pasó?"
"No tan... bien" le dijo.
"¿Sabes qué día es hoy?" le preguntó Eder.
Emilia se sacó el exceso de agua en sus pestañas y nuevamente trató de ubicarse en el plano. Se descolocó al notar que estaba en el baño de la casa de Eder. Y más aún cuando supo que no tenía respuesta para la pregunta de su amigo.
Se cubrió el rostro bajo la vergüenza del momento.
"Es domingo" le dijo Eder "Y en dos horas y media más debes dar la entrevista final para entrar a la Escuela de Investigaciones"...


Continuará...