domingo, 31 de julio de 2011

Día 83: Desnudate

Primera Parte

Abrió la puerta de su pequeño cuarto. Su cama estaba hecha y al lado su velador portaba algunas revistas de cine. Encendió la luz y salió. Luego volvió con su amiga en brazos. La lanzó sobre la calma y volvió a salir del cuarto. Ella trató de levantarse y adivinar en dónde estaba, pero su evidente estado de ebriedad no se lo permitió, a demás de hacerla hablar incoherencias. Su estomago reaccionó igualmente y se deshizo del contenido descompuesto que había en su interior por su boca, dejando caer todo entre el rincón de la cama y la pared. Eder volvió y notó que Emilia había ensuciado sus frazadas y sábanas. Respiró hondo y trató de no perder la paciencia. Le quitó los pelos rojos del rostro para que no se ahogara con ellos y la observó. Su mirada estaba totalmente perdida. Típica de un borracho inconsciente, que le dio hasta que no se reconoció. Le abrió el poleron sucio de vomito y se lo quitó. Emilia pudo sentir el frescor de la madrugada, mezclada con la sensación de respiro al ser desquitada de quizás que prenda. Eder también se sacó su chaqueta, dando las gracias porque aquella noche sus padres estaban a una seis horas camino al sur, disfrutando de un buen hotel. Sin perder el tiempo, se despojó de su polera, quedando con el dorso desnudo. Sus Adidas blancas quedaron a un lado de la cama y con rapidez se sacó los pantalones. Emilia se había vuelto a dormir. No le importó. Se posó encima de ella y le sacó la polera, dejándola sólo en sostenes. Le ofreció resistencia, pero logró desabotonarle el pantalón y con fuerzas se lo bajó hasta que salió de sus piernas...


Continuará...

jueves, 28 de julio de 2011

Día 82: No Puedo

No sé si escribir es un don o una habilidad. Si fuera un don, sería como un poder que nadie más tiene o algo así, y eso es una garrafal mentira. Si fuera una habilidad, sería rápido y claro para escribir lo que mi cabeza imagina todo el día, en todos los idiomas y en o con cualquier cosa. Eso también es falso. Me acuerdo que mi primer gran historia fue de un apocalipsis paulatino que llegó a la Tierra, en donde el protagonista era un cura entrenado para detener todo lo que iba suceder. Habían poseídos, sacerdotes asesinados, balas, sangre, vampiros y demonios. El final era que el mundo se salvaba y que nadie se acordaba de todo lo que había pasado. Tenía como dieciséis años en ese entonces. Pasó que se lo entregué a Dennisse, mi polola de esos tiempos, para que me lo editara. Después terminamos y cagué con el escrito. Quizás la güeá era una mierda de historia y por eso siempre tuvo como destino perderse. Después vino el Fotolog y los Fragmentos. Ahí subía relatos cortisimos, con una foto adoc(no sé si está bien escrita la palabra) a lo escrito. Eran buenos. La gente los comentaba. Paralelamente, también iba escribiendo proyectos personales. Fotolog pasó a la historia, derrotado por Facebook y por Blogger, y como un prisionero del sistema evolutivo de internet, pasé a ocupar Blog como medio de difusión de mi talento(humildemente). Pero como todo aficionado, escribía puras güeás también. Sin embargo, poco a poco fui puliendo la mano. Tenía memoria clara de las sensaciones que me invadían en determinadas situaciones y las escribía en las Entradas. Como también dejaba fluir toda mi imaginación estancada en mi gran cabeza para poder deleitar a mis amigos con historias irreales. Fue entonces cuando me ocurrió lo que me ocurre ahora. Un día no pude escribir más.

"Resonancia Magnética de mi Cerebro"
Dejo este escrito como explicación para ti que pasas por aquí. Tengo guardada una historia de siete capítulos, y la publicaré en dos días más. Luego de eso quizás no haya nada. Esta narración me da dos semanas para recuperarme. El punto es que no hay remedio. Sólo me pasa y no me puedo esforzar a escribir, porque así serían escritos que no son de mí. Serían forzados y ya tuve reclamo por uno.
Con ésta, son tres las veces que me ha ocurrido. Y no responden a ningún factor sentimental, climático o astronómico... sólo sucede.

lunes, 25 de julio de 2011

Día 81: Al Cine

"Fui al cine" le dijo Dones.
Ella le sonrió tiernamente, hipnotizada con su boca.
"Que bacán. ¿Qué fuiste a ver?" le preguntó.
"Kun Fu Panda 2" contestó él. "Es demasiado buena la peli. Te cagai de la risa todo el rato"
"Que buena. Yo no he ido al cine"
"¿Hace cuanto?" le preguntó Dones echandose una cucharada de choclos a la boca.
"Nunca"
El joven sintió que su corazón se recogió con fuerzas en el medio de su pecho. Notó que trató de fingir una sonrisa haciendo creer que no le importaba la situación. Sin embargo, el simple hecho de nunca haber ido al cine ocultaba una situación mucho más grande y nociva para su ser. No haber ido nunca al cine significaba años de no saber qué era salir un rato y divertirse, un momento tan sano para el corazón pero que para ella se habìa vuelto una necesidad inalcansable.
Llevaba unos dos años casada y en todo ese tiempo no la habían sacado a pasear ni a la esquina de la casa.
Dones no lo soportaría.
"Vamos al cine esta semana"
"¡¿Qué?!" preguntó ella impresionada.
"Vamos a ir a ver una película. No podría soportar estar en compañía de alguién que nunca ha ido al cine"
La muchacha se sonrojó y sus ojos se cristalizaron. Quizás su corazón también brincó de alegria.
"¿En serio?" le preguntó.
Dones asintió.
"Sí. Debes saber que es estar ahí. Así que esta seaman iremos al cine"
Ella sonrió feliz. Momentos así no se le cruzaban todo los días.
"Bueno"

viernes, 22 de julio de 2011

Día 80: Poseidón

Eran las cuatro de la madrugada. No había llegado la totalidad de los invitados, así que me puse a bailar con la compañera de universidad de mi amigo, la cual sonriente miraba a todas las parejas disfrutar de la música del celular que habían conectado al equipo de audio. Asintió a mi propuesta y, dejando su vaso de vodka con Sprite encima de la mesa, se unió conmigo a la fila de baile. Sólo quedó una chica, prima de la mejor amiga de mi amigo, sentada en el sillón, mirando atenta mensajes en su teléfono. 
A esas horas ya no importa si te sabes el nombre de la otra persona, sólo te importa que el roce de la línea que separa a la caballerosidad de la osadía sea casi imperceptible. Fue entonces cuando se escuchó un brutal golpe en la calle, seguido de un ruido de piedras rodando o cayendo con violencia. Antes de que sucediera lo inevitable, mi mente sólo de me dejó pensar que un camión carguero se había dado vuelta en la esquina del pasaje. Fue entonces cuando el agua reventó el vidrio de la ventana delantera de la casa y con una atemorizante rapidez inundó todo el living y comedor. De música y risas todo pasó a ser sonido de cosas chocando con otras y desesperados gritos de mujer. El agua me golpeó y al parecer me fue a tirar al fondo de donde se ubicaba la mesa, y me hizo azotar contra la pared y las sillas. Quizás estropeó el sistema eléctrico de la casa, ya que la ampolleta dejó de dar luz. A momentos, en aquellos escasos segundos, se formaban poderosas corrientes que te llevaban de un lugar a otro, hundiéndote en lo que era una furiosa piscina de agua fría y salada.
"¡¡¡Benjaaaa!!!" escuché que gritaban.
Braceé lo que más pude y volví a salir a la superficie oscura. El agua no cesaba de entrar, dejando cada vez menos espacio para poder respirar. Había que salir de ahí. Recordé en forma nítida, con luz y riendo mientras comíamos el asado, la escalera que daba al segundo piso. Agudicé mi vista para notar en donde estaba. Era la cocina. Entre mis piernas pasó el cuerpo inerte de uno de los invitados. Quizás era una de las chicas. Tal vez mi compañera de baile.
"¡¡¡Benjaaa!!!" escuché otra vez.
A pesar de todo el horrible ruido que hacía el agua al pasar, pude notar que los desesperados llamados de mi nombre provenían desde el segundo piso. Nadé contra la fuerte corriente, que se aprontaba a escapar por la puerta del patio, chocando mis brazos contra el cielo del primer piso. Fue entonces cuando, antes de que el agua ocupará todo el lugar, vi la silueta oscura de una mujer luchando contra la sorpresiva catastrofe. Inhalé todo el aire que pude y comencé la parte más difícil de la batalla; no morir. Ya no quedaba lugar para respirar.
Al saber cual podría ser mi posible final en aquella extraña noche, mi mente comenzó a disparar escenas, sonidos y recuerdos de muchas cosas. Lo primero fue un pensamiento en donde estaban mis viejos. Tal vez a esas horas estaban durmiendo sin saber lo que yo estaba viviendo. Después fue el angelical rostro de Elena durmiendo entre mis brazos. Quizás no iba a poder volver a su casa a pedirle disculpas por haber escapado a Iquique al saber que no me amaba. Las noticias de las siete diciendo de inusual actividad volcánica en el océano. El eterno desierto detrás de la ventana del bus. 
Llegué a la escalera. Me aferré a los escalones y con todas las fuerzas que me quedaban subí hasta el segundo piso. En eso un potente crujido, largo y sostenido, hizo vibrar a toda el agua marina que también había ahogado con su eterno poder todo el segundo piso. No había como respirar. No había como vivir. Tal vez las ventanas eran la única oportunidad para ver si los pulmones me dejarían llegar hasta la superficie. Nuevamente se escuchó un crujido, ahora más fuerte y poderoso. Fue cuando vi a mi amigo flotando muerto junto a su polola. La casa no pudo más frente a la fuerza del paso del agua y se derrumbó por completo.

martes, 19 de julio de 2011

Día 79: Fracasar

Lo único que podía hacer era recordar la primera vez que había perdido 18 mil pesos como cajero. Fue el sábado y domingo de Semana Santa del 2009. No quería volver. Quería escapar o por lo menos saber en qué me había equivocado. Te frustras y te sientes el peor en lo que haces. Logras percibir la puesta en tela de duda de si eres capaz o no de estar en donde estás.

"¿Cuanto falta?" escuché que preguntaba alguien en voz baja, como preguntado cómo había muerto el finado.
"Cuarenta millones"
Nunca podré olvidar el rostro de angustia y fracaso de todos los presentes, sumado a la demacración del sueño a las 7 de la madrugada. Faltaba mucho dinero. Todo lo realizado en seis meses no había servido de nada. El inventario del supermercado estaba terminando a esas horas y al mismo tiempo nos estabamos convirtiendo en el peor local de la cadena.

El sábado perdí ocho lucas. Monica me alentó a volver el domingo con nuevas energías y teniendo en mente ser más precavido.
"Mira, Omar, a todos les pasa. Todos los cajeros en algún momento pierden plata. Así que no te achaques. Mañana sólo preocupate de contar bien el dinero al momento de recibirlo o entregar un vuelto. Cuando cuadres en la noche, vuelves para contarme como te fue" me decía.
Llegué a tesoreria en la noche el domingo de Resurreción y la jefa del departamento me dice.
"Le faltan diez mil pesos, joven"

Alan, en compañia de "alguien" como nos dijo ese día, dormitaba en su cama. A momentos abría los ojos, sintiendo el cuerpo cortado por el trasnoche, y se preguntaba cuanto faltaba para que terminara el inventario o cómo había salido, siendo que el inventario había terminado hace unas veinte horas. Él ya estaba en su casa y una parte de su mente no podía aceptar haber fracasado.
"Tratar es el primer Paso hacia el Fracaso"
Joselyn no pudo llegar a dormir a su casa, y al igual que yo se preguntaba en que momento había perdido los "18 mil pesos". Y es que poner su firma en un informe que se va a la central y literalmente dice que se hicieron mal las cosas, es algo que sin lugar a dudas te quita el sueño y algunas cosas más. Quizás deseó haber estado en informática y que ese peso haya caído sobre otra persona y no sobre sus hombros.

No acostumbramos a fracasar. Cuando el tiempo avanza y no hay críticas, se piensa que las cosas se están haciendo bien. Al acostarme ese domingo, antes de quedarme dormido, mi cerebro sólo pudo despedir este último pensamiento:
"Volveré el próximo jueves y juro por mi vida que nunca más cuadraré mal y seré el mejor cajero"

Nunca más perdí plata y a los seis meses ya era asistente de informática.

Perseverancia.

domingo, 17 de julio de 2011

Día 78: Lo Mejor

El mejor momento de encontrarte con alguien en el metro, es cuando esa persona se baja del vagón y puedes sacar los audifonos y sorber de tu Coca-Cola.

jueves, 14 de julio de 2011

Día 77: De Película

Estaba en la fila de pies, mirando hacia el publico, específicamente la brillante sonrisa de mi madre y sus ojos llorosos. Sonreía levemente, escuchando en la lejanía los apellidos de mis compañeros del octavo A. Al parecer las personas aplaudían, unos más que otros, y luego volvía la calma. Mi vieja me miraba atenta, pero a momentos se giraba a buscar al final del montón de sillas a la misma persona que yo esperaba ver. Era veintitrés de Diciembre y tampoco me había llamado. La fila a veces quedaba sin uno para luego volver a completarse. Las personas aplaudían casi a la fuerza. Yo peinaba con mi joven vista todas las sillas que estaban en el patio del colegio, pero no lo encontraba. En eso una parte de mi mente asimiló que sería imposible que llegara. Era veintitrés de Diciembre; faltaban regalos por comprar, sumado el hecho de que habían sido días ajetreados. Él no iba a llegar, por más que se haya esforzado por correr con un montón de bolsas por el atestado centro de Santiago. Paseo Ahumada tiene que haber sido un total caos. Quizás estaba muy cansado. Tal vez un dolor de cabeza lo atacó camino a casa y decidió no venir.
En esos momentos, cuando ya comenzaban a entregar los diplomas de graduación de los de mi curso, sólo sabía que el llanto no sería motivado por el hecho de partir a la media. Tenía catorce años; a esa edad te importa aún una cierta cantidad de cosas que hoy no valen nada.
Fue cuando mi apellido resonó vibrante en los parlantes del patio. Esbocé más mi fingida sonrisa y alcé la vista, la cual se fue a topar con un hombre espectante al final de las hileras de filas, aropado con una camisa a líneas y un pantalón de tela azul marino, de brazos cruzados, con el mismo brillo que mi madre portaba en sus ojos, escondido detrás del reflejo de sus grandes gafas.
Mi viejo había llegado.
Mientras me tomaban la foto de rigor, lo saludé disimuladamente a la distancia. Él me respondió de la misma forma. Fue como de película.

lunes, 11 de julio de 2011

jueves, 7 de julio de 2011

Día 75: Lo Prohibido

Lo prohibido es eso que tocas de noche cuando nadie te ve. Es lo que te electriza la piel cuando la ves. Te hace pecar y no lo puedes dejar. Es la droga invisible, intangible, que te arrastra silenciosa hacia las cavernas de lo que no se debe hacer. Prohibido es esa bomba de tiempo que amenaza con destruir todo con un solo choque pasional; destruir vidas, sentimientos, sueños. No se puede controlar, tan sólo evitar, y escapar de él si es que puedes. Es el chocolate que se escurre por los labios hasta el cuello, tibio y lento, descargando nocivas sensaciones de excitación al saber que llegó. Es salir juntos en la foto que sacaron en el carrete, y que nadie sospeche de lo que pasa entre ambos. Es fingirle al mundo ser amigos y de noches escondernos en el cielo oscuro para que nadie nos pueda ver.
Lo prohibido es adrenalinico, por eso es tan vicioso y no lo puedo dejar.

martes, 5 de julio de 2011

Día 74: Nuevas Memorias

Pega, casa, pega, casa, día entero en la casa, pega, casa, pega, casa, pega, casa, pega, casa, pega, casa, día entero en la casa, pega, casa, pega, casa, quizás un copete. Tal vez un baile toda la noche. Quizás besos... sólo quizás. El día entero con la caña. Pega otra vez. La casa está donde mismo. Y todo esto multiplicado por seis meses. Ya debe ser un poco más. El sol sale timido. Después se suelta el mariconzote y comienza a quemar la faz de las Lomas. Debes en cuando las nubes le arruinan el show y pintan sobre el cielo obras de artes como las de hoy en la mañana. Debes en cuando la vida me da un nuevo recuerdo. Una visita de Belinda. Los tiernos ojos de Isabella rindiendose. La filosofia de Jack. Y vuelve otra vez a reproducirse la misma cinta: pega por la mierda, un rato de descanso en la casa, otra vez la pega y todos buscandote el error; la quinta pata al gato, una pelicula en casa... la pega otra vez. Multiplicado por muchos, muchos días. Mi memoria es volatil. Me acuesto y todo lo del día anterior se borró. Me levanto y mi cerebro, como con el switch del modo automatico activado en on busca el último recuerdo que viví y es más recurrente. Noches caminando de la mano. Incomodos momentos de silencio. Las millones de pregunta en las que me ahogué cuando todo acabó. El arrepentimiento por haber sido mejor. Los únicos archivos legibles alojados en mi cerebro son aquellos ratos en que reíamos por cualquier estupidez. La cinta corre. Mi imaginación dibuja el momento en que me llama y me dice "¿Podemos hablar?" y corre a mis brazos sin decir nada. 
Me golpeo y me digo No. Basta.

"No he creado nuevas memorias" le dije a Jack "Debes en cuando estoy solo y me acuerdo de güeás o voy por la calle y revivo momentos de la nada. Y es porque no he vivido nada que sea más allá de estar en  la pega o la casa. Es siempre lo mismo y mi cabeza no se hace problemas y asimila todos esos días en un sólo recuerdo. En cambio, lo que pasó antes de estos seis meses lo recuerdo como si hubiese ocurrido ayer, dejandome experimentar sensaciones y aromas..."
"Es el problema de no poder tener la mente distraida en otras cosas" dijo él, fumando de su cigarro.

La mente es como un toca disco trabado. Cuando no lo estés ocupando, irá a esos últimos recuerdos que te marcaron para siempre y los pondrá frente a ti. Nunca puede estar sin tocar algun compás.
Pobre de ti si no has creado nuevas memorias.

sábado, 2 de julio de 2011

Día 73: Mira al otro Lado



Calculé mal. Miré hacía un lado y no miré para el otro. Me arrepiento de nunca haber hecho lo que hice. Es lo único que puedo decir. La sangre se me fue a la cabeza. Los ojos me pesan. El mundo está al revés. Nunca le hablé. Y quizás habriamos ido al cine o a mirar una puesta de sol. El cielo está en el piso. Las nubes se queman a fuego lento en el horizonte, despidiendo un calido rojizo. Te amo mamá. Disculpa si nunca lo dije. El sonido vuelve y puedo escuchar gritos de horror. Caigo de cabeza contra el suelo. El crujido de craneo rompiendose en mil pedazos. Mi cuello se disloca. El cuerpo se me azota contra el piso mojado por la lluvia... Era un Maruti.