miércoles, 28 de noviembre de 2012

Día 213: Esta Noche

Esta noche me acuesto titulado legalmente en el sistema de educación chilena. Poco emotiva ceremonia. Mis viejos sentados en las filas de sillas de más padres que orgullosos o no esperaban a que sus hijos bajarán con el cartón. Me pregunto en estos momentos si ese es el sentido de la vida, recibir un cartón, ser aludido por tus pares, ser reconocido. No es  sentido de la vida. Entonces arriba del metro voy buscándole el sentido a todo esto. Terminaban dos años y medio de qué. ¿Son dos años y medio? ¿No serán catorce años de camino? No me quiero dejar atrapar por las encrucijadas del ser, del a dónde vamos. No soy así. Me relajo esta noche. Me tiendo sobre la cama. Después de serlo todo, soy nadie. Después de darlo todo, no tengo qué dar. Termina un ciclo larguísimo. Es algo parecido a saltar del avión ¿Abrir o no el paracaídas?
Es cuando recuerdo que estos dos años y medio sólo son la piedra de una muralla que recién comienzo a levantar. La verdad me trae tranquilidad. 
Al frente varias puertas por abrir. En mi mano no hay llave alguna. Ya llegará.
  

viernes, 16 de noviembre de 2012

Día 212: Pedazos de Tiempo

Viejos recuerdos. Antiguos momentos. El hombre en la etapa senil es cuando más los experimenta. ¿Por qué? Será que el cerebro seco comienza a tocar lo que está en el fondo del basurero. Las primeras experiencias. Las guerras que cambiaron el mundo. El primer amor. El largo camino a la escuela por el barrial y los pajaros que van volando hacia la cordillera. Desde la persepción hasta los confines de los baules sucios de la memoria, caminos van conectandose con resistencia hasta edificar el recuerdo, sus sonidos y los aromas, las sensaciones y las voces.
Yo soy bueno en eso como terrible para recordar lo que hice hace quince minutos.

Pasó por mi lado, me deslizó una desinteresada mirada y siguió con su paso. Me giré para ver en qué asiento de la micro se sentó, recordando y sintiendo que nuestro lazo había sido de alguna manera especial. Miré hacia el frente procurando olvidar su presencia, ya que como me ha ocurrido el último tiempo, ella no me había recordado. Lo primero que se me vino a la mente fue su rostro sin igual. El terrible momento de un accidente o la tragica consecuencia de una mal formación en el periodo de su gestación le habían dejado una hendidura en su mejilla izquierda, afectando el ojo y el pomulo del mismo costado y parte de su mandibula superior. Sin embargo, tal falencia en su cara no impedían que el brillo y calidez de sus ojos despidieran el reflejo del alma de una mujer con un corazón y bondad gigantescos. Algo me hizo bajar de mi asiento.
Caminé siempre observandola, esperando tocar alguna fibra de su memoria, pero nada. Entonces me pregunté si era yo el que había cambiado mucho o tenía que esperar poco de una mujer que todos los años graduaba a más de cien hombres. La segunda opción era la más aterrizada. Me senté al frente de ella. Comenzó a incomodarse. Yo no sabía cómo hablarle. Quizás pensaba que me estaba fijando en su falla facial, admirandome de algo tan horrible. Pero no era así, estaba observando la ternura en sus ojos que no se degradaba con el tiempo y el del cómo una mujer lograba verse bella con solo destellar un aura de paz.
"Disculpe ¿Usted fue profesora del Borgoño, cierto?" le pregunté.
De inmediato me sonrió.
"Todavia" me contestó.
"Yo fui alumno suyo" le dije "En tercero y cuarto medio"
Su sonrisa se dulcificó más. Sus ojos se rebalsaron en ternura.
"No me acuerdo" declaró.
Sonreí para mis adentros. No podía pedir recordar memorias de pedazos de tiempo perdidos en los millones de segundos que separaban a la escena en donde ibamos viajando con la de ella enseñandome castellano.
"Inclusive fui ayudante suyo" le lanzé para ver si picaba el recuerdo.
"Generalmene los alumnos que son mis ayudantes son muy sobresalientes." exclamó.
Entonces tampoco recordaba que confabulé en contra suya para boicotear una de sus pruebas semestrales.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Día 211: Diosas y Mortales

Cuando la tuvo entre sus brazos, se dio cuenta que momentos así suceden sólo una vez en la vida. Entonces parece que la mente humana no sabe cómo reaccionar, porque no se nos enseñó como ser reactivos frente a los milagros... frente a los instantes que se saben que nunca más se van a vivir. La mujer estaba tibia. Estaba poseída. Su cuerpo retumbaba glorioso, gozoso, airoso. Sus manos buscaban volver a la realidad, jalando de su mismo cabello, de la piel de su blanco cuello. De sus labios vivos y tiernos. Y gritaba porque no le quedaba más que hacer. Cosas que se desconocen y jamás se sabrán hervían por sus nervios hasta su boca que jadeante gritaba de lujuria y amor.
Escena difícil de olvidar. Trascendental. La luz se coló por de bajo de la puerta y traviesa subió por los contornos de su piel. El hombre se retorció bajo la diosa que condescendiente le hizo el amor. Las cinturas se quebraron. Los dientes se quemaron. Las manos se tomaron.
Él nunca más volvería a sentir lo que sintió por otra mujer y ese sería su maldición.

martes, 6 de noviembre de 2012

Día 210: Karina

Karina se despide con un beso apretado.
"Mañana conversamos" me dice
Decidida toma su chaqueta y su cartera y se retira del lugar. De sus dedos cuelga su cigarro fiel.
Entonces me pregunto a dónde va. Dónde pierde los pasos y la razón. Dónde queda lo que no quiere, pero disfruta. Goza. Ama. Dónde queda ese paraíso que tan luminoso se ve bajo olas de alcohol, del roce, del apetito caníbal de otros labios, que al amanecer se rebalsa en un tormentoso infierno que la aleja millones de años luz de la persona que busca ser. Persona que se pierde en cada auto que toma. Persona que muere tras cada perdida de conciencia. 
Karina toma el tren que llega a la estación que sirve para sanarse. El problema fue que Karina no sabía que las medicinas en excesos se convierten en adicción, y lo que curó las heridas profundas se convierte en la gangrena del corazón.
Karina camina sin mirar atrás. Que ganas de correr tras ella. 
No escucharía razones.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Día 209: El Intento

Jack:

Querido Jack. ¿Por dónde parto? Quiero partir contándote que a continuación te relataré la triste y penosa historia de un experimento, de un intento, de una teoría, de una hipótesis. 
¿Cómo partió? Partió a base de dos pensamientos. El primero y el que tiene directa conexión contigo, era el de probar salir y relacionarme con otro circulo totalmente diferente al que habíamos creado los dos. (A la mierda el vocabulario correcto). Carretear y compartir con personas diferentes a las que venía viendo hace tantos años. Y el segundo, más que un pensamiento, era una espíritu de escape. Quería borrar algunos malos sucesos del día.
El lugar del intento fue en la casa de Elen ... ¿Te acuerdas de ella? Supongo que sí. La wueá es que llego con dos botellas de cerveza. Naturalmente te conviertes en el "observado". Los ojos del pequeño grupo te recorren el cuerpo, la sonrisa, la forma de hablar y el modo en que miras. Se genera la primera impresión, acompañada del tono de voz. No hablo como hablaba contigo. Es decir, no digo "culiao", "maricón", "saco wuea" y todo el resto de garabatos que te decía a ti. Sonrío como siempre eso si. Tampoco hay que aparentar ser de otro planeta. Ser nuevo significa también contar pedazo de tu historia personal. En eso se gasta tiempo. Hay más miradas serias y contemplativas que risas y tallas. Y hay que ser reciproco. O sea, preguntar qué hacen los que te preguntaron a ti. Y mientras van pasando los minutos, los deseos de tenerte al lado con un vaso del mismo copete que yo estoy tomando van creciendo. Tener de la mano a Emilia. Escuchar la risa de Isabella. Pero nada de eso está. Entonces busco no desconcentrarme en el momento de integración. El círculo ya no es tan desconocido, pero aún así me siento un extraño.
La anfitriona pasa y me baila un rato. A esas horas el carrete ya está más poblado. Personas que no saludaste comparten cerca tuyo. Yo voy en el vaso no sé cuanto de no sé qué. Ya he compartido más risas, más vivencias y más anécdotas. Bailo con otras personas. Río más. Pero cosas tan buenas tienen como destino un rápido final. De pronto me encuentro sentado en un silla, escuchando temas que no me interesan y ya el círculo deja de importar. Fue un buen intento.
Tomo mi chaqueta. La dueña de casa borracha se cuelga de mi cuello y se despide. Me dice que la llame cuando llegue. Con vergüenza te declaro que son las tres de la madrugada. Debería estar contigo arreglando el mundo aferrado al borde una mesa y un vaso de chela. Pero no, voy bajando avenida El Peral. Voy solo. A mi derecha casas se pierden en la inmensidad de las calles y los techos. A mi izquierda parsimonioso un océano de grillos  se hace presente como el único sonido perceptible. Voy pensando en las tamañas estupideces que a estas horas deberíamos estar conversando.
En estos momentos me siento un tanto patético. Y me río, me río de mí.

Fue un buen intento. Por lo menos las imágenes se van quedando pegadas cuando muevo los ojos. Eso quiere decir que llegué lejos.