viernes, 16 de noviembre de 2012

Día 212: Pedazos de Tiempo

Viejos recuerdos. Antiguos momentos. El hombre en la etapa senil es cuando más los experimenta. ¿Por qué? Será que el cerebro seco comienza a tocar lo que está en el fondo del basurero. Las primeras experiencias. Las guerras que cambiaron el mundo. El primer amor. El largo camino a la escuela por el barrial y los pajaros que van volando hacia la cordillera. Desde la persepción hasta los confines de los baules sucios de la memoria, caminos van conectandose con resistencia hasta edificar el recuerdo, sus sonidos y los aromas, las sensaciones y las voces.
Yo soy bueno en eso como terrible para recordar lo que hice hace quince minutos.

Pasó por mi lado, me deslizó una desinteresada mirada y siguió con su paso. Me giré para ver en qué asiento de la micro se sentó, recordando y sintiendo que nuestro lazo había sido de alguna manera especial. Miré hacia el frente procurando olvidar su presencia, ya que como me ha ocurrido el último tiempo, ella no me había recordado. Lo primero que se me vino a la mente fue su rostro sin igual. El terrible momento de un accidente o la tragica consecuencia de una mal formación en el periodo de su gestación le habían dejado una hendidura en su mejilla izquierda, afectando el ojo y el pomulo del mismo costado y parte de su mandibula superior. Sin embargo, tal falencia en su cara no impedían que el brillo y calidez de sus ojos despidieran el reflejo del alma de una mujer con un corazón y bondad gigantescos. Algo me hizo bajar de mi asiento.
Caminé siempre observandola, esperando tocar alguna fibra de su memoria, pero nada. Entonces me pregunté si era yo el que había cambiado mucho o tenía que esperar poco de una mujer que todos los años graduaba a más de cien hombres. La segunda opción era la más aterrizada. Me senté al frente de ella. Comenzó a incomodarse. Yo no sabía cómo hablarle. Quizás pensaba que me estaba fijando en su falla facial, admirandome de algo tan horrible. Pero no era así, estaba observando la ternura en sus ojos que no se degradaba con el tiempo y el del cómo una mujer lograba verse bella con solo destellar un aura de paz.
"Disculpe ¿Usted fue profesora del Borgoño, cierto?" le pregunté.
De inmediato me sonrió.
"Todavia" me contestó.
"Yo fui alumno suyo" le dije "En tercero y cuarto medio"
Su sonrisa se dulcificó más. Sus ojos se rebalsaron en ternura.
"No me acuerdo" declaró.
Sonreí para mis adentros. No podía pedir recordar memorias de pedazos de tiempo perdidos en los millones de segundos que separaban a la escena en donde ibamos viajando con la de ella enseñandome castellano.
"Inclusive fui ayudante suyo" le lanzé para ver si picaba el recuerdo.
"Generalmene los alumnos que son mis ayudantes son muy sobresalientes." exclamó.
Entonces tampoco recordaba que confabulé en contra suya para boicotear una de sus pruebas semestrales.

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