PARTE CUATRO
"Primero que nada, necesito la lista de todos los interrogados" le dije a Pablo, mientras aceleraba mi vehículo por Vicuña Makena en dirección hacia la oficina en donde trabajé hasta mis últimos días "También necesito todo un contigente policial para tomar detenido al asesino"
"Primero que nada, necesito la lista de todos los interrogados" le dije a Pablo, mientras aceleraba mi vehículo por Vicuña Makena en dirección hacia la oficina en donde trabajé hasta mis últimos días "También necesito todo un contigente policial para tomar detenido al asesino"
"¿Asesino?" me preguntó Pablo, con la voz de un niño que se estaba orinando de miedo.
"Te dije que no botaras ningún informe o evidencia del caso ¿No lo hiciste, cierto?" le pregunté, dejando saber con mi tono de voz que la respuesta tenía que ser un "no".
"Está todo guardado" respondió sumiso.
Fernanda tenía esa mirada de disgusto con el mundo. Unas pequeñas bolsas de grasa se acomodaban bajo sus ojos. Su pelo estaba algo así como amontonado sobre su pequeña cabeza. Era extremadamente delgada; su polera se aferraba con fuerzas a sus pequeños senos y dorso, dejando ver los huesos de las claviculas y la cadera. Usaba un blue jeans desgastado y dos fideos de brazos le colgaban desde los hombros. Me sirvió un jugo de naranja aquella tarde que la conocí.
"Elias me contó que anduvo por el supermercado"
"Así es. Lamentablemente, no pude sacar muchas conclusiones de la investigación realizada" le dije "Es por eso que quería hablar contigo, para ver si puedes darme alguna información que me sirva para dar con su paradero"
Se sentó en el sillón. La luz de la tarde se colaba por un ventanal, a través de unas viejas cortinas. Su mirada buscó respuestas por todo el living, pero no las encontró. Nunca las encontró.
"No puedo imaginar qué pasó" dijo apenada.
Le pregunté como lo había visto esos días. Su respuesta enterró más la teoría del suicidio. Indagué en las relación de ambos. Juvenal tampoco era violento. Quizás algún tipo de relación extraña con personas ligadas al contrabando o la delincuencia, pero el chico era una taza de leche. No merecía morir.
"¿Sabe? Cuando una persona se va así, tan repentinamente, el que queda tiene que cargar con un sentimiento que le impide adaptarse a la situación. Puede ser odio, dolor, orgullo o lo que sea. Cuando Juvenal desapareció, yo me quedé con un gran y tortuoso sentimiento: la esperanza. Yo aún vivo en la esperanza de volver a verlo cuando abro la puerta después de que alguien la golpeó, y pensar que nada de esto sucedió. Creo incluso que volverá y me dará una explicación que me convencerá al instante. Sé que está vivo y que usted lo encontrará" me dijo Fernanda, antes de despedirme.
En aquel momento, inevitablemente, encontrar a Juvenal se volvió algo personal.
"No entiendo" dije y me senté en una silla.
Pablo bajaba la caja con todos los papeles de la investigación y la evidencia. No se atrevía a preguntarme nada, porque sabía que mi cabeza y mi cuerpo estaban cruzando por un tormentoso momento de transe.
"No, no puede ser"
Mi teoría se desgastaba a medida que la pensaba y le daba más vueltas. Y es que en realidad no había forma de encajar la última pieza. La presencia del asesino no podía llenar el último espacio del rompecabezas. No había forma de hacerlo entrar.
"¿Qué es imposible?" me preguntó "¿Quién crees que es? Si por lo menos me dijeras, podría ayudarte un poco. No te encierres en tus ideas. Deja de obsesionarte por encontrar las ideas"
Obsesionarte rebotó en mi cabeza. Obsesión ¡Eso era!
"Ob-obsesión" balbuceé atónito.
Me levanté de la silla como un zombie que busca un jugoso cráneo para comer. Pablo observaba a un simio que corría de un extremo a otro de la oficina. Cogí la lista de los interrogados y busqué en la base de datos su número telefónico. Tomé el celular y marqué.
Fueron los "tuuuuuu" más largos de mi vida.
"Aló" contestó
"¿Por qué no me dijiste que te habías metido con su mejor amigo?" le pregunté.
Buscamos por semanas en las cámaras de vigilancia. Nada. Tampoco encontraron huellas en la trastienda de carnicería. Terminamos por interrogar a todo el supermercado. Se secaron canales de desagüe cercanos a la comuna. Pero nada. Un maldito y gigantesco nada, que hacía hundirme en noches de desesperación e impotencia, revolviendo en mi mente y las millones de evidencias para encontrar alguna pista. Días enteros sin dormir, olvidándome del mundo... de los que me rodeaban. Verle la cara a Juvenal otra vez era mi vida.
Un día, todo orinado, llegué a la prefectura de la policía de investigación y me planté frente a todos los detectives. Todos me miraban con pena. No sabían dónde había quedado el espectacular Hector Vidal, ese que había encontrado a Aline en el desierto. No tenían idea. Ahora observaban a un viejo loco, quizás un vago, todo meado y hediondo.
"Quiero a la mitad de ustedes revisando en los vídeos de seguridad a todos los clientes que hagan ingreso al supermercado. Síganlo a través de las grabaciones hasta que salgan del local. Y revisen si durante ese día ingresaron otra vez. La otra mitad chequeé a todo el personal y todos los movimientos que hagan durante la jornada. Hay que encontrar al asesino de Juvenal" dije
Lo que recuerdo después es que estaba tendido en mi casa, bañado, y ya era de noche.
Se sentó en el sillón. La luz de la tarde se colaba por un ventanal, a través de unas viejas cortinas. Su mirada buscó respuestas por todo el living, pero no las encontró. Nunca las encontró.
"No puedo imaginar qué pasó" dijo apenada.
Le pregunté como lo había visto esos días. Su respuesta enterró más la teoría del suicidio. Indagué en las relación de ambos. Juvenal tampoco era violento. Quizás algún tipo de relación extraña con personas ligadas al contrabando o la delincuencia, pero el chico era una taza de leche. No merecía morir.
"¿Sabe? Cuando una persona se va así, tan repentinamente, el que queda tiene que cargar con un sentimiento que le impide adaptarse a la situación. Puede ser odio, dolor, orgullo o lo que sea. Cuando Juvenal desapareció, yo me quedé con un gran y tortuoso sentimiento: la esperanza. Yo aún vivo en la esperanza de volver a verlo cuando abro la puerta después de que alguien la golpeó, y pensar que nada de esto sucedió. Creo incluso que volverá y me dará una explicación que me convencerá al instante. Sé que está vivo y que usted lo encontrará" me dijo Fernanda, antes de despedirme.
En aquel momento, inevitablemente, encontrar a Juvenal se volvió algo personal.
"No entiendo" dije y me senté en una silla.
Pablo bajaba la caja con todos los papeles de la investigación y la evidencia. No se atrevía a preguntarme nada, porque sabía que mi cabeza y mi cuerpo estaban cruzando por un tormentoso momento de transe.
"No, no puede ser"
Mi teoría se desgastaba a medida que la pensaba y le daba más vueltas. Y es que en realidad no había forma de encajar la última pieza. La presencia del asesino no podía llenar el último espacio del rompecabezas. No había forma de hacerlo entrar.
"¿Qué es imposible?" me preguntó "¿Quién crees que es? Si por lo menos me dijeras, podría ayudarte un poco. No te encierres en tus ideas. Deja de obsesionarte por encontrar las ideas"
Obsesionarte rebotó en mi cabeza. Obsesión ¡Eso era!
"Ob-obsesión" balbuceé atónito.
Me levanté de la silla como un zombie que busca un jugoso cráneo para comer. Pablo observaba a un simio que corría de un extremo a otro de la oficina. Cogí la lista de los interrogados y busqué en la base de datos su número telefónico. Tomé el celular y marqué.
Fueron los "tuuuuuu" más largos de mi vida.
"Aló" contestó
"¿Por qué no me dijiste que te habías metido con su mejor amigo?" le pregunté.
Buscamos por semanas en las cámaras de vigilancia. Nada. Tampoco encontraron huellas en la trastienda de carnicería. Terminamos por interrogar a todo el supermercado. Se secaron canales de desagüe cercanos a la comuna. Pero nada. Un maldito y gigantesco nada, que hacía hundirme en noches de desesperación e impotencia, revolviendo en mi mente y las millones de evidencias para encontrar alguna pista. Días enteros sin dormir, olvidándome del mundo... de los que me rodeaban. Verle la cara a Juvenal otra vez era mi vida.
Un día, todo orinado, llegué a la prefectura de la policía de investigación y me planté frente a todos los detectives. Todos me miraban con pena. No sabían dónde había quedado el espectacular Hector Vidal, ese que había encontrado a Aline en el desierto. No tenían idea. Ahora observaban a un viejo loco, quizás un vago, todo meado y hediondo.
"Quiero a la mitad de ustedes revisando en los vídeos de seguridad a todos los clientes que hagan ingreso al supermercado. Síganlo a través de las grabaciones hasta que salgan del local. Y revisen si durante ese día ingresaron otra vez. La otra mitad chequeé a todo el personal y todos los movimientos que hagan durante la jornada. Hay que encontrar al asesino de Juvenal" dije
Lo que recuerdo después es que estaba tendido en mi casa, bañado, y ya era de noche.
Pablo no demoró en reunir a todo un contingente policial. Estaban apostados en los rededores de la casa. No podría escapar. La oscuridad del atardecer podría darle ventaja, pero era pequeña. Me bajé del vehículo y éste se alejó del lugar. Caminé, disimulando el temblor en mis piernas. Había llegado el momento más esperado por años en mi vida y todo hacía parecer que era un hermoso sueño del cual estaba a punto de despertar.
Respiré hondo y toqué a la puerta.
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