La cocina era ese acogedor cuarto rustico, bañada por muy poca luz, con muebles viejos y amarillentos envolviéndola, y absorbida por ese olor a caldo de vacuno. Habíamos ido a visitar a la madrina de la mamá de Jack los días que estuvimos en Tomé. A modo de información, Tomé es una comuna que está al norte de Concepción, la cual inevitablemente fue azotada por el terremoto del pasado 27 de Febrero. Para ser más exactos, la pequeña comuna se encuentra a 52 kilómetros de Cobquecura, pueblo en donde fue el epicentro de la devastadora catástrofe. Nosotros nos encontramos a 346 kilómetros del lugar del evento. Así que, con tan sólo saber cuál es la distancia de cercanía, se electrifica la piel estando en aquel lugar. Más aún al ver esos angustiantes silencios en la boca de los pobladores al hablar del momento y lo que sintieron.
El 2009, después de volver de Los Vilos, en la semana del veinte de Febrero, me fui a quedar donde Jack porque su familia estaba de vacaciones... en el sur si no mal recuerdo. Era día sábado y estabamos preparandonos psicologicamente para levantarnos y hacer algo de desayuno. Cuando de repente se escuchó un ruido subterraneo. Era como el paso de un tren bajo tierra, pero por las cavernas de El Bosque no pasa ni el metro.
"Va a temblar" dijo Jack, poniendo atención al ruido, el cual se convirtió en un movimiento telurico.
Nos quedamos quietos. Quizá fue un grado 4, porque se diluyó rápidamente por el aire y en la memoria de ambos también.
Ahora, recordando, lo vemos como un previo aviso. La tierra un año antes ya avisaba lo que iba a suceder. Tal vez mera coincidencia.
El viernes, a casi un año del 8,8, Concepción se vio amenazado por otro temblor de una intensidad de 6,9. Cuando pasamos por Pichidangui con mis viejos y mis hermanos, creí escuchar a una flaite decir algo de un terremoto. Pero fue un rumor lejano. Al llegar a Los Vilos, Jack me llamó, abreviando lo más posible todas las oraciones de la información que me quería dar.
"Hubo un temblor fuerte en Conce. Llamé a mi tía y me dice que están bien. Están en los cerros. Llama a Elizabeth y me llamai de vuelta" me dijo.
Le contesté puros "ya ya" y colgamos.
La Negra estaba bien. Me dijo que fue aterrador vivir un temblor de tal magnitud. Mas encima estaba en el Homecenter trabajando y algunos de los productos en las estanterías cayeron al piso. Fue revivir una vez más lo que pasó esa noche.
Ojalá no sea otro previo aviso.
Nos quedamos quietos. Quizá fue un grado 4, porque se diluyó rápidamente por el aire y en la memoria de ambos también.
Ahora, recordando, lo vemos como un previo aviso. La tierra un año antes ya avisaba lo que iba a suceder. Tal vez mera coincidencia.
El viernes, a casi un año del 8,8, Concepción se vio amenazado por otro temblor de una intensidad de 6,9. Cuando pasamos por Pichidangui con mis viejos y mis hermanos, creí escuchar a una flaite decir algo de un terremoto. Pero fue un rumor lejano. Al llegar a Los Vilos, Jack me llamó, abreviando lo más posible todas las oraciones de la información que me quería dar.
"Hubo un temblor fuerte en Conce. Llamé a mi tía y me dice que están bien. Están en los cerros. Llama a Elizabeth y me llamai de vuelta" me dijo.
Le contesté puros "ya ya" y colgamos.
La Negra estaba bien. Me dijo que fue aterrador vivir un temblor de tal magnitud. Mas encima estaba en el Homecenter trabajando y algunos de los productos en las estanterías cayeron al piso. Fue revivir una vez más lo que pasó esa noche.
Ojalá no sea otro previo aviso.
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