Todo iba bien. Raramente bien. Había equilibrio. Y de tanta luz, me había olvidado de la existencia de la oscuridad. Sonreía porque sí y por muchas otras cosas más. Llegaba del centro. La noche era calidad. Eran los últimos días cálidos. El envenenamiento con la cerveza me hacia recordar a Yessenia.
Al otro día había que trabajar. Nadie desconfiaba de nadie. La vida era tranquila. Hace un año estaba dormido. Tranquilo. Feliz.
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