lunes, 14 de marzo de 2011

Día 30: Amor de Madre

Es un tanto difícil hablar de esto. Siento qué más allá de que blog sea un sitio público como todos los que conocemos en la red, lo utilizo para dar vistazos a temas personales y de cercanos míos (muy cercanos) para mostrar otros tipos de realidades, y buscar dar respuestas a preguntas simples y complicadas que muchas veces no tienen respuestas. También lo posteo para entretener con anécdotas varias o con historias salidas de los lugares más desconocidos de mi mente. Nunca subo historias que puedan causar morbo por la vida de los míos a desconocidos que pululan por este rincón. Y cuando dejo expuestos hechos de mi vida muy personales, lo hago sólo como terapia propia psicológica. Me sale más barato. Nunca cometería la estupidez de revelar por este medio secretos o problema íntimos de las personas que me rodean.
Sin embargo, hoy hubo algo que me tocó hondo. Sé que es algo normal, que ocurre tantas veces como las que yo respiro en el día, pero existe y hacernos los tontos no es suficiente. 

En la pega somos algo más de trescientas personas. Al menos eso dice un cuadro que está en la entrada para los empleados, rodeado de los días que llevamos sin tener accidentes. Mas de trescientos destinos, mas de trescientas vidas. Todos diferentes entre sí. Sólo emulamos los cargos que ocupamos como empleados de Tottus. Habemos hermanos y hijos. Madres y padres. Abuelos y tíos. Sobrinos también. Hay futuros profesionales de todas las carreras que se puedan imaginar. Somos algo así como un pequeño pueblo. Hay familias y amigos. Parejas y enemigos. Buenos lideres y algunos jefes canallas. Y tras cada multipapel, hay miles de historias.
Hoy, por casualidad, con una supervisora del lineal de cajas, nos topamos con una que no nos dejó indiferentes. En el cajón en donde los propineros guardan sus bolsas, encontramos un cuaderno pequeño, comprado quizás en los cachureos de alguna feria, con una tapa en donde salía un tierno y rechoncho perro dibujado. Era el típico cuaderno de anotaciones que ocupan los cajeros para tomar apuntes de todos los comandos que se deben digitar en la caja. Yo ocupaba la agenda que me dieron en Duoc, y ahí tenía todas mis anotaciones. Éste era un cuaderno viejo y pequeño, desgastado por el uso. Lo abrimos con intenciones de encontrar el nombre de su dueña. No creo que unos de los chicos tenga un cuaderno con un tierno perrito dibujado en la tapa. El problema fue que no pillamos el nombre. Así que lo empezamos a hojear para ver si encontrábamos algún indicio de la propietaria, cuando en una de las hojas encontramos un largo escrito. A grandes rasgos y para no dejar claras pistas de quién es la persona, decía que se estaba llevando a cabo el juicio por la causa de sus hijos, los cuales habían sido violados. Tuvimos que para de leer. No piensen que habían escabrosos detalles. No. Sólo hablaba del tema judicial.
En eso llegó Monica.
"Eso es de ***" dijo "Dejen de leerlo"
"Jefa, sus hijos fueron violados" le dijo la supervisora.
"Sí. Todos" detalló seria.
"Me dio pena" dijo la supervisora mirándome.
Sus ojos se cristalizaron. Quizás su mente generó una escena en donde sus hijos corrían la misma mala suerte y el dolor la abordó por completo. 
Y es lo único que somos capaces de hacer, pensar en cómo sería si nos ocurre a nosotros, porque la mente no puede imitar el dolor que siente esa cajera por lo ocurrido a sus hijos. Sin embargo estaba ahí, sentada en su caja, luchando por llevarles el pan cada día, dejando que su amor por ellos se sobreponga a cualquier tipo de dolor.

Cuando llegué a casa, vi a Simón jugando afuera del condominio, tan feliz y despreocupado de la noche que ya caía. Se acercó a saludarme y lo abracé como nunca. Estaba sudado y agitado, pero siempre sonriente. Se alejó corriendo y siguió chuteando la pelota. Yo me quedé contemplándole un rato más de lo habitual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario