domingo, 6 de marzo de 2011

Día 27: No te Vallas

Primera Parte

Me llamó al celular. La voz en el parlante parecía no venir de su boca. Sólo el  timbre de sus toscas letras me dejaron saber que era ella. La oscuridad y la resistencia que me ofreció el cuerpo para levantarme a tomar el móvil me dejaron saber que el momento se desencadenaba en el punto medio de la madrugada. Extrañes fue la primera sensación que pudo descargar mi cerebro que aún no estaba completamente encendido.
"Estoy afuera del condominio" me dijo.
Mientras me ponía una polera que pillé entremedio de la oscuridad y un short de mezclilla, Dones se despertó alertado por el ruido de mi trajín.
"¿Para dónde vas?" me preguntó.
"Ella me está esperando afuera del condominio" le dije, al momento que me ponía la última zapatilla.
"¡¿Afuera del condominio?!" me preguntó extrañado "Pero si son..." me dijo mirando su reloj de muñeca "son las 3:30 de la madrugada. ¿Cómo llegó hasta acá?"
"No lo sé" contestó la parte de mi cuerpo que aún dormía "En el auto del papá, quizás"
Cogí las llaves de la puerta de entrada al conjunto habitacional y bajé en cuclillas la escalera. Con la misma delicadeza abrí la puerta. No quería despertar a mis viejos y ser atrapado por una lluvia de preguntas. El condominio estaba inerte. Sólo el lejano sonido de los ecos de los grillos y la presencia de un cielo estrellado adornaba el lugar. Todo el resto era paz y silencio. Caminé rapido, alejandome de la casa, acercandome a su auto. Le había achuntado. Estaba el Fiat 100 plomo de su padre estacionado en la calle. Abrí la fría reja y salí. Lo primero que pude observar fue que su mirada apuntaba hacia los pedales del vehículo. Quizás tenía la cabeza apoyada en el manubrio. Jalé la perilla del lado del copiloto y me subí. Justamente estaba con la frente apoyada en la bocina del manubrio, sin embargo no parecía estar descansando o pensando. Sus brazos estaban apoyados sobre sus piernas y su pelo desordenado impedía verle el rostro. No estaba apoyada. Estaba afirmada.
"Oye" le dije. Al parecer, extrañamente, no había notado mi presencia. "Oye" repetí y le tomé la mano derecha.
Su brazo ensangrentado colgaba muerto de su hombro. Tal situación me permitió despertar completamente y el pedazo de alma que se había quedado en mi cama se adhirió de golpe a mi cuerpo. Le tomé los pelos castaños y le eché la cabeza hacia atrás. Su mirada estaba perdida y casi moribunda. Su piel estaba fría como  la superficie de la reja. Su cuerpo pesaba el triple. La traté de despertar y le grité pidiéndole explicaciones de por qué su brazo sangraba. Balbuceó estupideces. En eso, por casualidad mi mano se topó con su otro brazo, el cual también sangraba. En aquel instante comprendí que no era un accidente o algo parecido. Le tomé el brazo izquierdo y le observé la muñeca. Hice lo mismo con el derecho. Tenía sendos y profundos cortes. Uno en cada brazo. Pero no atravesando la muñeca de lado a lado. No. Ambos cortes la abrían desde la misma hasta casi llegar al codo. Y la sangre no fluía... gorgoteaba....

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