martes, 28 de abril de 2020

Detrás Del Altar - Capítulo 2 - Parte 4

-Jefe, avíseme cuando despierte la enfermera- dijo Ximena. Ambos venían saliendo del edificio hospitalario, dirección a la pequeña plaza apostada a la orilla de éste -Y jefe, haga reaccionar al encargado del hospital. Necesito los antecedentes médicos de las víctimas. Y también, llamen a los familiares. No quiere ser responsable de que un periodista diga primero lo que pasa aquí adentro y los familiares se enteren por la prensa.
Camilo vio a su jefa acercarse. El edificio detrás se alzaba como una montaña silenciosa y oscura. La detective venía revisando sus anotaciones, hasta que llegó al lado de su compañero.
-Coinciden todos los relatos- concluye la mujer.
-Están confirmadas las coartadas- agregó el joven.
-Sí. Nadie vio nada. ¿Algún sospechoso?-
Camilo se vio sorprendido.
-Todos estaban haciendo algo cuando sucedió... lo que sucedió- dijo el detective.
-Sí, pero nadie puede confirmar una sola coartada- dijo Ximena -La de Gerardo.
Suspenso en el aire. Camilo no veía el punto.
-Estaba en su ronda-
-Justo detrás del edificio en donde sucedió el crimen- comenzó la detective a defender su teoría -No se acercó a ver cómo estaban los doctores y los pacientes en el interior del edificio. Primero fue al tablero eléctrico. Y sólo él vio los cables de energía cortados. Nadie más que él. ¿Un guardia no velaría primero por la seguridad de la gente que protege?.
-Fue práctico- soltó Camilo.
Ximena le quemó la cara con una mirada. 
-Se corta la luz. Voy al tablero de energía a ver qué está mal- sigue Camilo. 
-Tienes un punto.
-Por supuesto. La operatividad de cortar la luz- dijo el detective apuntando al tablero eléctrico -Soy el asesino. Doy muerte a las víctimas y bajo a cortar la luz. Inoperante. Al reves; corto la luz primero. Eso alertaría a los guardias. No calza.
-No fue el perpetrador- dice Ximena.
-No- responde Camilo -Pero entonces por qué cortarían la energía.
Ambos detectives se silencian y comienzan a mirar a su rededor, buscando el objetivo de cortar la luz. Las teorías comenzaban a poblar sus mentes. Los caminos del laberinto comenzaban a abrirse. No era bueno. Las opciones ya no se sumaban; comenzaban a multiplicarse. Fue entonces que la mujer dio con la posible razón.
-Camilo, mira, una cámara de vigilancia- dice Ximena.
El joven se gira a ver y ve instalada en un poste una cámara de vigilancia.
-Soy el asesino. No quiero que me vean- parafrasea Camilo.

viernes, 24 de abril de 2020

Detrás Del Altar - Capítulo 2 - Parte 3

-¿Su nombre?-
-Gabriel-
Gabriel, escribió la detective en su libreta.
-Necesito hacer un par de preguntas que no constituyen un interrogatorio. Por ende, podría ser citado a interrogación y también estas mismas preguntas que voy a formular, podría hacerlas de nuevo ¿Entendido?-
Gabriel asintió.
-Y necesito hacer esto rápido, para saber si tengo que hacer alguna diligencia ahora- dijo Ximena.
El jefe de seguridad sólo asintía.
-Bien. Cuénteme qué sucedió-

Trazar la historia. Era lo que Ximena y Camilo debían hacer. Trazar la primera historia, porque la misma iba a ir mutando con el pasar de las horas. Pero era importante comenzar a escribirla, para saber si en aquellos críticos primeros minutos después del crimen, tenían que ir tras alguien.
-¿Cuándo vamos a poder arreglar la luz?- preguntó Angelo.
-Cuando el equipo de pericia recoja evidencias en el tablero eléctrico- dijo Camilo -¿Por qué se dirigieron hacia el edificio de Infantil?
-Nos llamó el doctor Vargas. Él estaba apunto de operar-

-¿Vio a algún extraño?- preguntó Camilo.
-No. Nadie- respondió el doctor Vargas.
-¿Qué hora era cuando se cortó la luz?-
-Al rededor de las diez de la noche-

-Diez. Diez y cuarto- dijo Gerardo, aspirando su cigarro.
-Continúe- dijo Ximena.
-Estaba en mi ronda de esa hora, pasando por detrás del edificio. Escuché por la radio a Angelo llamar al Zeta y decirle que se había cortado la luz. Así que me acerqué al tablero para verlo.

Corte perfecto a los cables de energía. Fue lo que pensó Loreto. Tomó su cámara fotográfica y capturó la evidencia.

-Me encontré con el doctor Vargas- continuó Gabriel.
-¿Dijo haber visto a alguien?- interrumpió la detective.
-Le pregunté. Dijo que no.

-Entonces hasta ese momento nadie vio a ninguna persona sospechosa- dijo Camilo, anotando en su libreta -¿Y después?
-Como la señora Rita no había respondido, subimos al segundo piso. Ahí fue cuando la encontramos- recordó Angelo.

-¿Y dónde está ella?- preguntó Ximena.

-Una enfermera me ayudó a verla, mientras que el jefe fue a ver cómo estaban los niños. Después fue a la capilla y ahí encontró... a los niños- agregó Angelo. 

Ximena y Gabriel entraron a una sala de hospitalización. En una de las camas yacía la enfermera aún aturdida.
-Ella es una testigo- dijo la detective.

miércoles, 22 de abril de 2020

Detrás Del Altar - Capítulo 2 - Parte 2

-No escuché el celular- se excusó Loreto, saludando de abrazo a Ximena.
-No te preocupes-
-¿Es tan grave como dijeron?- preguntó la recién llegada.
-Tan grave como dijeron. Pero cuando lo veas, es más horrible que cualquier expresión- aseveró la detective.
Loreto dirigió la mirada hacia la puerta del dormitorio. En silencio observó por algunos segundos.
-Voy a empezar- le dijo a Ximena.
Del hombro traía colgando un bolso que parecía traer elementos delicados. Uno de los integrantes del grupo de investigación había dispuesto de una mesa plegable para ordenar los elementos de pericias. La encargada del grupo de peritos descargó el bolso y posterior lo abrió. Desde dentro sacó una sofisticada cámara fotográfica, la cual venía equipada con un lente aparte de toda su estructura. Con cuidado Loreto acopló cámara y lente y avanzó hacia la pieza. Siempre cuidando de que sus pies no chocaran con nada, atravesó el umbral de la puerta. Ximena la observó quedar petrificada. Su mirada quiso apartar la perito, pero no pudo. Y así estuvo un par de segundos, hasta que se internó en la escena. La detective vio salir los flashes desde la habitación, poco después que desapareciera de su vista. Su compañera ya trabajaba en graficar el crimen.
Al salir de la capilla, Camilo atajó a la mujer.
-Está Gabriel- le dijo -Es el encargado de seguridad-
-¿Sospechoso o testigo?- preguntó Ximena.
-Fue el primero que vio la escena- dijo el detective.
La detective entonces buscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña libreta. La abrió y retiró desde los espirales de la misma un lápiz pasta. Lo destapó y se dispuso a escribir, sin antes transportarse a la casa de los Jimenes. Al frente estaba la mamá de Ignacia. Respiró hondo. Volvió al pasillo de ese frío hospital. Levantó la mirada y se encontró con los ojos atentos de Camilo. Era joven, audaz, de mirada gentil, pelo corto castaño, pómulos marcados.
-Me gusta este país. Es un país de mierda, pero me gusta- dijo de pronto la mujer -Esa sensación de protección es impagable, aquí en este bordecito de tierra, detrás de una montaña alta, de un desierto largo, eterno, y con un océano a las espaldas. Nada te puede dañar. Piensas que el mal nunca va a llegar. Pero no... me equivoqué- sonríe para sus adentros -Prepárate, Camilo. El mal tocó nuestras puertas.

lunes, 20 de abril de 2020

Detrás Del Altar - Capítulo 2 - Parte 1

Ximena aún está en ese prado. El terror aún la ahoga. El sol se abre paso por las montañas. El frío arrecía. Los recuerdos antes del apagón mental la invaden. Su instinto de supervivencia entonces comenzó a funcionar. Intentó incorporarse, pero un dolor punzante la estremeció. ¿Qué era? Volvió a la tierra. Ahora apoyó los codos. Tomó aire y se irguió. Fue cuando sus ojos buscaron el punto de dolor. Entonces vio...

Ximena estuvo varios minutos en la habitación maldita. Y sintió miedo como nunca antes en toda su carrera. Se sintió desprotegida. Su médula investigativa de pronto despertó. De pies en la puerta, comenzó a observar la habitación. Pequeña, paredes oscuras, una cama, una cómoda con cuatro cajones. Un refugio, no una habitación, pensó. Pero su mirar volvía a los cuerpos de las cuatro pequeñas víctimas. El equipo de peritos ya había puesto el foco de luz sobre la escena, para mejorar la visión de la escena y encontrar toda la evidencia posible.
-¿Qué viene ahora?- le preguntó un asustado jefe de urgencia.
-¿Qué ala es esta?
-Infantil.
-Hay que vaciarla por completa.
La detective salió de la pieza y se encontró con la capilla. Pequeña también, fría, sin cuadros religiosos, tan sólo el altar y la escultura de la crucifixión. Aquí no está Dios, pensó.
-¿Y cómo hago eso?- preguntó sorprendido el jefe de urgencia.
-No lo sé. Eso deben organizarlo ustedes- respondió la mujer -Pero no puede haber nadie interrumpiendo la investigación o aportando evidencia no ligada al suceso. Por lo tanto, pacientes, enfermeras, médicos, visitas, deben salir lo más pronto posible del edificio.
Los peritos, vestidos con los overoles blancos, que los cubrían de pies a frente, con antiparras, con paciencia y tranquilidad, ya comenzaban a buscar huellas y evidencia en las bancas de la pequeña capilla.
-También necesito todo el historial médico de las víctimas- puntualizó Ximena -Urgente- destacó.
El jefe de urgencias asintió abrumado, con la mirada perdida en la vacío tratando de saber quién podría ayudarlos con aquella información.
-¿Tiene cámaras de vigilancia?- preguntó de pronto la detective.
-Claro que sí-
-Necesito los registros de grabación-
Fue en eso cuando apareció por la puerta de acceso a la capilla, la imagen de Loreto.
-Y lo otro ¿Ya hablaron con las familias de las víctimas?

viernes, 3 de abril de 2020

Detrás Del Altar - Capítulo 1 - Parte 9

Se abren puertas. Se encienden focos. Pasos apurados. Ojos buscan y buscan por todo el lugar. Camilo ordena sus utensilios, su overol, sus maletas. Lo llamaron que tenía que ir urgente al sur de la ciudad; algo grave había pasado. 

Gabriel emergió de la oscuridad del edificio hacia la plazoleta. Miró el cielo sin estrellas, silencioso. La imagen de las manos de los niños se posó sobre sus pensamientos. El aire le faltó. Se tomó la cara entre sus manos eternas. No quería quebrarse. Fue cuando sintió la venida de alguien. Se recompuso y miró. Era el jefe de urgencia, que en aquellos momentos era la autoridad máxima del hospital. 
-Gabriel ¿Es verdad lo que pasó? Me llamó el director del hospital.
El jefe de seguridad sólo atinó a asentir, reteniendo en sus ojos lágrimas de impotencia.
-¿Y qué vamos a hacer ahora?- siguió el jefe de urgencia.
-Hay que esperar a que llegue la PDI- soltó el hombre.

Camilo dobló en un semáforo. Venía con él el equipo de peritos criminalísticos. La calle al frente estaba despejada. La camioneta con el logo de PDI aceleró sin resistencia. 

-Jefe, tengo una camioneta de la PDI en el portón de entrada- se escuchó la voz de Gerardo en la radio.
Gabriel fue devuelto de golpe a la realidad. Tomó el aparato y se dispuso a contestar.
-Que pasen. Cambio

Formalidades. Nombres. Saludos. Gabriel condujo a Camilo por la oscuridad hacia el segundo piso del edificio de Infantil. Volvieron a entrar al dormitorio maldito. El detective se iba a encargar de recoger la mayor cantidad de evidencia. Las preguntas y la formulación de teorías iban por parte de su jefa, que en esos momentos ya estaba afuera del portón del hospital. Camilo dispuso de focos de luz, de cámaras fotográficas, de sobres para evidencia. El equipo de peritos se vistió en overoles. 
Gabriel, parado en el punto que el detective le indicó sería hasta donde sólo personal autorizado podría llegar, miraba atónito como de pronto el pasillo de hospitalización y la capilla se habían convertido en una suerte de laboratorio. 
En eso un mano tocó su hombro. El jefe de seguridad se giró sobre si. Frente a él los ojos directos de una mujer lo observaban sin pestañear. 
-Buenas noches. Soy Ximena Duarte.

Continuará...

miércoles, 1 de abril de 2020

Detrás Del Altar - Capítulo 1 - Parte 8

De pronto todo es penumbra. De pronto todo se rompe; el cristal frágil de la vida se abre en dos y después en miles de pedazos. De pronto todo es una convulsión. Un hombre despierta de su profundo sueño en una cama de sábanas finas. Toma su celular, responde. Escucha una oración. No puede creer lo que escucha. Se sienta en su cama. Su mujer despierta. Dime de nuevo, pide a su interlocutor. Se toma la cara. No lo puede creer. Cuelga y llama a otro número mientras se levanta.

Gerardo se encontró con Francisca aquella extraña noche a la entrada del hospital. Francisca no dijo nada cuando el joven llegó a su lado. Tan sólo le entregó las cadenas y candados y ambos partieron rumbo a cerrar los portones.

Los minutos se esparcían como barro sobre la vegetación. La noche no avanzaba. La llamada de Gabriel ya había llegado hasta la central de ambulancias, que informaron que ningún vehículo de emergencia podía llegar a ese hospital. Esa misma llamada había sonado en el celular de Francisco, comisario de la brigada de homicidio de la PDI, quien no lo pensó dos veces y llamó a la inspectora más hábil del cuerpo de investigaciones.

En otro lado de Santiago, un celular vibra con fuerzas en la mano de una mujer. Al principio no lo siente. Está dormida sobre su cama. Al tercer tono despierta aletargada.

Gabriel y Angelo levantaron a Rita. Su cabeza se salió de su centro y se fue hacia adelante. Permanecía inconsciente. Con cuidado, con fuerza, la llevaron hasta la sala de reposo. Carmen se adelantó y abrió las ropas de una cama desocupada. Ahí la acostaron.

Francisca y Gerardo primero cerraron el portón de acceso vehicular. Envolvieron con una cadena ambas puertas pesadas y las aseguraron con un candado. Después fueron a por el portón de salida vehicular. Lo mismo; cadena, candado. Ningún vehículo podía entrar o salir del recinto.

La luz de una oficina se enciende en otro lugar de Santiago. Es el Palacio de La Moneda.

La guardia y el guardia se dirigieron al último acceso, el peatonal. Inmediatamente en la vereda, tres ampolletas alumbraban tristemente tres puestos de ventas de confites, de sandwich y café. Sus dueños advirtieron lo que hacían ambos centinelas, porque jamás en todos los años que habían cumplido el turno de madrugada, habían visto que cerraran aquella puerta. Ni en los peores tiempos. Sí, esos tiempos.

Una anciana intenta olvidar el dolor de huesos de sus piernas. Aprieta los puños y acelera el paso. Oculta la cara en una bufanda; hace frío. Logra cruzar la calle despoblada de vehículos. La luz de los puestos de comida le alumbran el caminar. Se apura en pasar, pero una puerta cerrada detiene su andar. Sorprendida mira la puerta cerrada, asegurada con una cadena y un candado. Los ojos de un joven detrás de ña reja la observan tiernamente.
-Mamita, tuvimos que cerrar- le dice Gerardo.
-Pero mijito, estoy enfermita- replicó ella, aferrándose a los barrotes de la reja.
-No puedo dejarla pasar. Cerramos. No vamos a seguir atendiendo- dijo Gerardo y se giró hacia Francisca.
La novata lo miró con suplica. ¿Qué tenían que decir? ¿Cuál era la excusa para cerrar el hospital? ¿Qué había ocurrido en pediatría?
La noche se hizo más oscura.