Su sonrisa siempre me atrapa. Se alisó el pelo para la ocasión. Sus ojos resplandecían como nunca. La abracé fuerte y le deseé un feliz cumpleaños. Brillaba como una estrella fugaz en el firmamento. Era el centro de la atención y despedía una contagiante estela de felicidad. Era su día y en la fiesta concurrida, llena de rostros amigos, ella era la protagonista.
Recuerdos de niñez me atraparon la mañana que Jack me llamó. Abría la puerta para entrar a buscar su cartera y David me decía que la habían dejado afuera, en la banquita al lado de la puerta. Era la última vez que lo vería. De eso hace más de un año y medio. Ahora mi amigo me contaba sorprendido por el celular que hace unos días le había golpeado la puerta. Lo último que habíamos sabido de él era que Nadia, su polola y conviviente, estaba sufriendo una devastadora enfermedad y que tuvieron que volver a El Puelche, porque los gastos médicos de ella absorbieron todo el dinero que tenían y no les alcanzó para pagar el arriendo.
"Güeón, le dio cáncer" me dijo Jack.
El metro, lento y ruidoso, se sumergió en las profundidades del túnel que conectaba con estación Vicuña Mackena, y todo fue oscuridad. Al frente mío, una rubia asqueada observaba mi cara de impacto.
"¿Y cómo está?" fue lo único que pude preguntar.
"Está bien. Pero casi se nos va, Karev" dijo Jack.
"Entonces disfrutó harto las vacaciones" le dije.
Su hermana tecleaba incesantemente el teclado, como hipnotizada por la pantalla o poseída por ésta.
"Siii" contestó.
Y ese momento incomodo de silencio nos atrapó sin dejar que nos defendiéramos. Nadie dice nada y a la misma vez ambos buscamos qué preguntar. El problema fue que él ganó el duelo con una pregunta que me descolocó a tal punto que casi caí de hocico al suelo.
"¿Cómo está Jack?"
"Eeeh-ee... está bien. Se quedó en casa con don Jack porque están solos los dos en casa" respondí, rogando que no haya notado el titubeo.
"Aaah" contestó.
"Al principio le dijeron que era una amigdalitis. Pero después siguió con los dolores en la garganta y comenzó a sentir mareos. Así que se pagó una consulta por la isapre y ahí le pillaron el linfoma en la garganta. Estuvo seis meses con quimio, güeón"
La gente subía y yo no podía decir nada. Era segunda vez en menos de un año que sabía que un amigo se había sometido a un tratamiento tan nocivo como la quimioterapia y no estuve ni siquiera cerca de enterarme. A demás, David no era cualquier amigo. Eramos íntimos, fraternales. Tan sólo pasó el tiempo y nuestras vidas tomaron rumbos en direcciones garrafalmente distintos y la comunicación se perdió. Una serie de eventos desafortunados. Sin embargo, creo que es normal perder a personas en el inicio de la toma de riendas de nuestras vidas. Mal que mal, nos enfocamos más en otras cosas.
"¿Ahora está bien?" le pregunté.
"Si, pero te tengo otra noticia"
"¿Qué pasó?"
"Va a ser papá"
"¿Y el peor es nada?" le preguntaron.
No supo contestar. Me quiso mirar, pero decidió no girarse.
"Esta noche estoy soltera"
"¿Y tu amigo?" me atajó Betsabeth, pasándome un vaso de vodka con Sprite.
"No vino" le contesté cortante.
"Si sé que no vino" me dijo íronica "¿Por qué no vino?"
Betsabeth sólo pudo descargar una mirada de aceptación.
Nadia tenía ovarios poliquisticos. Es decir, las posibilidades de concebir a un bebé eran casi nulas. David logró acertar al pequeño porcentaje y ahora un pequeño Davicito viene en camino.
"Nos queremos juntar todos. El Juan, el Pardo y el Veas. Es hora ya de reencontrarnos, y hacer un asao"
"Obvio po'" le dije contento.
No hay nada como los reencuentros.
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