Hay cosas en la vida que no se pueden explicar. A veces, esas cosas se prefieren silenciar.
Hoy es de esos días en que la gente ya no tiene plata. A causa de eso, todo lo que es retail no tiene mucho movimiento en lo que respecta a atención de público. Así que, gracias a que hoy no hubo nada de gente en Tottus, tuve tiempo para pasearme por todos los departamentos del supermercado. Había poco movimiento. Los administradores no estaban. Yo ya había terminado mi pega. Entonces empecé a recorrer el local. Debo ser sincero al decir que su estructura no tiene el misterio de una iglesia italiana o las lujosas paredes de un castillo escoces. Es un cubo, con más cubos adentro. No hay nada de arquitecturas de renombre o hermosas terminaciones. Es un lugar frío, de pinturas grises y blancas, con vigas metálicas que resplandecen el rostro de fantasmas. Es penumbroso. Y hoy estaba silencioso. Retumbante de ecos lejanos, provenientes de quizás donde. No enciendo la luz de la oficina, para que se bañe del sol de ocaso. No hay nadie para conversar. Entonces bajo y cruzo la sala de ventas hasta la trastienda del super. Allá está la oficina de Joselyn, mi ex jefa. En realidad siempre será mi jefa, nunca la podré ver como mi par. Su escritorio está dentro de un cuarto de cuatro por cuatro, compartiendo el espacio con el computador de Alan, un nuevo miembro del círculo de amistades.
Hoy estaba sola, y con poca pega. Hoy hablamos como no lo hacíamos hace mucho tiempo. Esas conversaciones de invierno. Largas y tajantes.
Es raro de explicar. Es difícil también. Son cosas que te guardas para ti. Pero ha pasado el tiempo y la quiero compartir. Abre la mente, si estás leyendo esto, para poder entender. Era la época en que el corazón me dolía de verdad por amor. Estaba decidido a pedirle el traslado a Joselyn a nuestro homologo en la estación de metro Las Mercedes, porque necesitaba con urgencias olvidar y arrancar. Me había dicho hace una semana que lo pensara y que si quería el traslado, ella me lo daba. Esa noche pedí de rodillas un camino. Pedí la luz. Le pedí a lo que fuera que me escuchase que me salvara de caer a ese vacio. Había apagado el computador y la noche estaba en un total silencio. Y yo de rodillas.
Cuando me levanté, me juré nunca más verme así.
Al otro día, salí del instituto y me dispuse volver a casa. Desde Providencia hasta Puente Alto... en micro. Pensaba que ganaba tiempo perdiendo la mente en ruidos, imagines, personas y lugares que no conocía. Gastaba dos horas de viaje de regreso a Puente, sólo para no tener a mi cerebro pensando en ella. Tomaba la troncal en Los Leones y ahí iniciaba el viaje. Dirigía su trayecto por todo Macul, y cuando por fin, después de una hora, llegaba a Vespucio Sur, se iba por La Florida hasta el mall Plaza Tobalaba. Ahí me baja y esperaba una alimentadora hasta la casa. Dos horas. Dos largas y extenuantes horas. Era mi remedio para el olvido.
Sin embargo, ese día, y aunque nunca supe explicarlo, había algo extraño en el ambiente. Estoy completamente seguro que algo en el espacio me incomodaba. Algo oscuro estaba queriendo cambiar algo. Y me siguió por todo Macul, mostrandose en el rostro de cada pasajero que subía y bajaba del troncal. Quizás era el montón de transeúntes lo que me molestaba. Así que tomé la decisión de bajarme en Vespucio. No quería ir más arriba de esa micro. Ahí tomaría el metro dirección estación Plaza Puente Alto.
Recuerdo que el vagón iba casi vacío y eso me permitió respirar. Pude encontrar tranquilidad. Me senté en el piso y me puse a escuchar música. Fue en estación Las Mercedes cuando mi celular comenzó a vibrar con ímpetu. Era Joselyn. Bien, bien no me acuerdo qué era lo que quería. Algo de la pega, obviamente.
"Estoy cerca. Pasaré a verte" le dije, viendo el momento una oportunidad para decirle que sí o sí quería el traslado.
"Sufriste harto" recordó, mientras revisaba unas facturas.
"Harto. Inclusive estuve a punto de irme ¿Te acordai?" le pregunté.
"Si po'. Querías el traslado"
Y se lo pedí. Pero ella no me dejó. Me dio un consejo de Aquellos, el cual sólo recuerdo que contenía enseñanzas acerca de la madurez y el crecimiento, y la frase infaltable "No merece lo que estás pasando".
Hablamos quizás dos horas, como hoy, dejandome con energías renovadas. Fue algo que nunca le dejaré de agradecer, porque me sirvió para tomar la decisión de seguir... seguir y no mirar atrás.
¿Dónde está el milagro? Si hubiese seguido en la micro, habría llegado a mi casa antes de que ella me llamara y nunca habría llegado a tener la conversación. Quizás el tiempo le habría dado más fuerzas a una decisión segura con respecto al traslado. Si hubiese tomado el metro desde Providencia hasta Puente, habría ocurrido lo mismo; habría llegado primero a casa. Pero esa tarde, fuese un milagro o sólo una coincidencia, tomé una ruta que Jamás en mi vida había tomado. Si nunca me hubiese bajado de esa micro a tomar el metro, no habría conversado con Joselyn, y me habría ido, y quizás me habría perdido más en ese infierno terrenal.
Sin embargo, ese día, y aunque nunca supe explicarlo, había algo extraño en el ambiente. Estoy completamente seguro que algo en el espacio me incomodaba. Algo oscuro estaba queriendo cambiar algo. Y me siguió por todo Macul, mostrandose en el rostro de cada pasajero que subía y bajaba del troncal. Quizás era el montón de transeúntes lo que me molestaba. Así que tomé la decisión de bajarme en Vespucio. No quería ir más arriba de esa micro. Ahí tomaría el metro dirección estación Plaza Puente Alto.
Recuerdo que el vagón iba casi vacío y eso me permitió respirar. Pude encontrar tranquilidad. Me senté en el piso y me puse a escuchar música. Fue en estación Las Mercedes cuando mi celular comenzó a vibrar con ímpetu. Era Joselyn. Bien, bien no me acuerdo qué era lo que quería. Algo de la pega, obviamente.
"Estoy cerca. Pasaré a verte" le dije, viendo el momento una oportunidad para decirle que sí o sí quería el traslado.
"Sufriste harto" recordó, mientras revisaba unas facturas.
"Harto. Inclusive estuve a punto de irme ¿Te acordai?" le pregunté.
"Si po'. Querías el traslado"
Y se lo pedí. Pero ella no me dejó. Me dio un consejo de Aquellos, el cual sólo recuerdo que contenía enseñanzas acerca de la madurez y el crecimiento, y la frase infaltable "No merece lo que estás pasando".
Hablamos quizás dos horas, como hoy, dejandome con energías renovadas. Fue algo que nunca le dejaré de agradecer, porque me sirvió para tomar la decisión de seguir... seguir y no mirar atrás.
¿Dónde está el milagro? Si hubiese seguido en la micro, habría llegado a mi casa antes de que ella me llamara y nunca habría llegado a tener la conversación. Quizás el tiempo le habría dado más fuerzas a una decisión segura con respecto al traslado. Si hubiese tomado el metro desde Providencia hasta Puente, habría ocurrido lo mismo; habría llegado primero a casa. Pero esa tarde, fuese un milagro o sólo una coincidencia, tomé una ruta que Jamás en mi vida había tomado. Si nunca me hubiese bajado de esa micro a tomar el metro, no habría conversado con Joselyn, y me habría ido, y quizás me habría perdido más en ese infierno terrenal.