Inexperto era quién viniera subiendo las escaleras. Hacía demasiado ruido al posar los pies sobre los escalones, los cuales crujian tras cada toque. Ni mencionar el modo en que abrió la puerta de la cocina; quizás introdujo algún alfiler y escudriñó mucho hasta desajustar los engranajes de la perillas. Emilia había despertado cuando saltó la reja y desde entonces tenía su arma bien afirmada escondida bajo la almohada. Se puso de espalda a la puerta y frente al rincón, para así darle la sensación al ladrón que estaba durmiendo. Fue entonces cuando el intruso lentamente abrió la puerta de su pieza. Ese vacío en el estomago la abordó como siempre antes de un procedimiento, pero lo anulaba con un sock de adrenalina salida de sus duros riñones. Después de unos pasos y esa incomoda sensación de una presencia detrás, vino el silencio previo al ataque. Era el momento en que el ladrón o lo fuese que era la analizaba para decidir de qué forma atacar. Es el momento que hay que aprovechar, le dijeron en la escuela. De golpe sacó su arma, girandose noventa grados sobre si en su cama y dejó la punta de su revolver en la frente del intruso sumido en la oscuridad. Para su sorpresa, el sujeto no realizó ningún movimiento. Tal vez no se esperaba la instintiva reacción. Fue en eso que la lampara del velador se encendió y bajo la luz apareció el demacrado rostro de Eder.
"Me asuste, agüeonao" exclamó la joven dando un gran suspiro y cayendo de bruces en su cama. Pero de golpe su mente le avisó que era extraño que Eder haya cruzado todos los accesos de su casa, en silencio. Lo más parecido a un ladrón.
"¿Por qué no me llamaste para bajar a abrirte?" le preguntó extrañada.
Y su extrañéz pasó a preocupación cuando notó que la cara de su amigo estaba distorcionada por algún grave suceso concretado hace poco tiempo. Sus ojos de angustia reflejaban el temor alojado en su corazón.
"¿Qué pasó?"
A Eder le costó hablar. El hecho de decirle a Emilia todo lo que sucedió era aterrador para él. Por lo mismo el habla no le salía. Pero tuvo que obñigarse a botar todo. El tiempo no se detenía porque él tenía miedo.
"Eduardo lo supo todo" dijo tragico.
A su amiga se le dio vuelta el corazón y dejó sucio todo el lugar. Su quijada casi se dislocó de la impresión y su espalda pareció ser estrellada por una pared de hielo antartico.
"Perdoname" le dijo Eder acercandose. Emilia retrocedió como si de un desconocido escapara.
"¿Dónde está ahora?" le preguntó.
El muchacho no pudo contestar. Sólo dar a entender con su rostro que aquella respuesta era mucho peor que la noticia que le había dado.
Emilia se tapó la boca para que su corazón no saliera expulsado por ella de la impresión de lo que dedujo su mente quebrada.
"Tuve que silenciarlo" se atrevió a decir el joven.
Dos lágrimas cayeron de los ojos de la muchacha. Y recordó las pocas veces que se vio con Eduardo después de la muerte de Caroline. Lo acompañó en el cruel luto de de pronto descubrir que verdaderamente amaba a la fallecida adolescente y que la extrañaba con dolor y angustia, arrepentido cada día de haberla engañado con la que se suponía era la amiga del grupo.
Pero Eder había hecho que todo eso ya fuera cuento viejo. Tiempo para perder pensando que las cosas se pueden reparar no había. Entonces esa parte de su mente que enfría todo hizo su trabajo y pensó en cómo salir de tan precaria situación.
"¿Dónde está?"
"En mi pieza" contestó Eder.
"Vamos a buscarlo"
El silencio y la oscuridad eran dueños de la casa de Eder. Con sigilo observó si sus padres aún dormían. Así era. Entonces en puntillas caminó de la mano con Emilia hasta su pieza. Como él iba de los primeros, sería el primero también en entrar a la pieza y se encontraría nuevamente con la escalofriante imagen de su amigo asfixiado en el suelo. Detrás, la joven se preparaba para recibir el duro golpe de ver a su amado sin vida, mientras que se armaba de ideas para saber qué hacer con el cuerpo.
Fue cuando Eder quedó frente al umbral de la puerta, observando con los ojos desorbitados algo que lo dejó congelado.
"¿Qué..." le iba a preguntar su amiga cuando se encontró con la verdad.
El cuerpo de Eduardo no estaba.
"Me asuste, agüeonao" exclamó la joven dando un gran suspiro y cayendo de bruces en su cama. Pero de golpe su mente le avisó que era extraño que Eder haya cruzado todos los accesos de su casa, en silencio. Lo más parecido a un ladrón.
"¿Por qué no me llamaste para bajar a abrirte?" le preguntó extrañada.
Y su extrañéz pasó a preocupación cuando notó que la cara de su amigo estaba distorcionada por algún grave suceso concretado hace poco tiempo. Sus ojos de angustia reflejaban el temor alojado en su corazón.
"¿Qué pasó?"
A Eder le costó hablar. El hecho de decirle a Emilia todo lo que sucedió era aterrador para él. Por lo mismo el habla no le salía. Pero tuvo que obñigarse a botar todo. El tiempo no se detenía porque él tenía miedo.
"Eduardo lo supo todo" dijo tragico.
A su amiga se le dio vuelta el corazón y dejó sucio todo el lugar. Su quijada casi se dislocó de la impresión y su espalda pareció ser estrellada por una pared de hielo antartico.
"Perdoname" le dijo Eder acercandose. Emilia retrocedió como si de un desconocido escapara.
"¿Dónde está ahora?" le preguntó.
El muchacho no pudo contestar. Sólo dar a entender con su rostro que aquella respuesta era mucho peor que la noticia que le había dado.
Emilia se tapó la boca para que su corazón no saliera expulsado por ella de la impresión de lo que dedujo su mente quebrada.
"Tuve que silenciarlo" se atrevió a decir el joven.
Dos lágrimas cayeron de los ojos de la muchacha. Y recordó las pocas veces que se vio con Eduardo después de la muerte de Caroline. Lo acompañó en el cruel luto de de pronto descubrir que verdaderamente amaba a la fallecida adolescente y que la extrañaba con dolor y angustia, arrepentido cada día de haberla engañado con la que se suponía era la amiga del grupo.
Pero Eder había hecho que todo eso ya fuera cuento viejo. Tiempo para perder pensando que las cosas se pueden reparar no había. Entonces esa parte de su mente que enfría todo hizo su trabajo y pensó en cómo salir de tan precaria situación.
"¿Dónde está?"
"En mi pieza" contestó Eder.
"Vamos a buscarlo"
El silencio y la oscuridad eran dueños de la casa de Eder. Con sigilo observó si sus padres aún dormían. Así era. Entonces en puntillas caminó de la mano con Emilia hasta su pieza. Como él iba de los primeros, sería el primero también en entrar a la pieza y se encontraría nuevamente con la escalofriante imagen de su amigo asfixiado en el suelo. Detrás, la joven se preparaba para recibir el duro golpe de ver a su amado sin vida, mientras que se armaba de ideas para saber qué hacer con el cuerpo.
Fue cuando Eder quedó frente al umbral de la puerta, observando con los ojos desorbitados algo que lo dejó congelado.
"¿Qué..." le iba a preguntar su amiga cuando se encontró con la verdad.
El cuerpo de Eduardo no estaba.
Continuará...