Parte Tres
Eran las zapatillas que Eder llevaba puestas aquella terrible noche. Cuando se iba a cambiar ropa para acompañar a Emilia a la entrevista en la escuela de investigaciones, notó que sus deportivas estaban todas salpicadas de fragmentos de craneo, cuero cabelludo y sangre. Temblando y recordando el sonido de la cabeza de Caroline quebrandose bajo el peso de la roca, se las quitó y procuró lanzarlas en el último y más oscuro rincón de su closet, donde mamá no las pudiera pillar. El problema fue que se olvidó de ellas y nunca las sacó de ahí.
En la tarde había caído una triste y tenue lluvia. Eduardo buscó alguna que le acomodora, mientras le contaba el sueño que había tenido y fue cuando las encontró.
"¿Te acuerdas de las pesadillas que te contaba?" le preguntó a Eder quebrandose en llanto al dejar que su intuición dedujera todo lo que había sucedido la noche en que su novia desapareció "Pensaba que era mi mente perturbandome por lo que le había hecho a Caroline ¿Te acuerdas?"
Eder paralizado se puso entre él y la cama en la pieza, observandole mirar las zapatillas negras de la sangre necrotica y uno que otro pelo seco. Atormentado en escalofríos buscó saber qué era lo que posiblemente iba a suceder ahora que su mejor amigo se enteraba de todo y frente a eso, tomar una decisión.
"La veía quemarse, mientras me gritaba que bajara a salvarla. Y yo no podía hacer nada por que sombras negras me lo impedían" seguía diciendo Eduardo como en trance. No podía dejar de hablar.
Eder comenzó a llorar con él. Quizás alguna parte de su cuerpo se arrepentía del lamentable hecho. Su otra parte disimuladamente cogió con los dedos una almohada.
Su amigo, con los ojos sumidos en reflejos de luces generados por las lágrimas, levantó la vista para mirarle.
"¿Sufrió?" le preguntó quebrándose.
"Mucho" le dijo Eder, asintiendo.
Hubo un silencio. Un largo silencio. Y el asesino de Caroline, en un acto casi instintivo y sin previo aviso, tomó entre sus manos la almohada y saltó sobre la cara de Eduardo, comenzando a asfixiarle. Eder decidió que si su mejor amigo seguía vivo, lo más probable era que trataría de atentar contra su vida comandado por el odio de haberle quitado de su lado a la mujer que verdaderamente amó. Tal vez lograría dejarlo muy mal herido y luego le haría hablar. Emilia iba a salir perjudicada si lo dejaba vivir.
Eduardo trataba por todos los medios de sacarase de encima a su verdugo, pero la fuerza que poseía éste eran inmensa y las oportunidades de poder respirar iban muriendo poco a poco.
"Caroline trató de golpear a Emilia" comenzó a explicarle Eder, a medida que más apretaba la almohada contra su nariz. "Fue un accidente. Ella cayó desde el barranco detrás de la Ándes"
Eduardo aún forcejeaba, pero con menos intensidad que hace unos segundos. Y gradualmente fue dejando de hacerlo más y más. Hasta que en un momento sus brazos se estremecieron bajo un espamo, luego se quedaron tiesos sobre el espacio para finalmente caer al suelo.
Más silencio.
La camioneta frenó. Eder le quitó la boca a la botella de vodka que venía bebiendo. De repente el mundo dejó de darle tanta vuelta. Las risas se escuchaban por doquier. Liz lo llevaba abrazado. Afuera se escuchaba el vibrar de música encajada.
"¿Dónde estamos?" preguntó el drogado muchacho.
"En la Bola" le dijo Liz.
El motor se apagó. Las puertas del piloto y copiloto se abrieron y ambas rubias bajaron.
"¿Vamos?"
De golpe Eder recordó que su mejor amigo yacía muerto en la pieza de su casa. De repente recordó que todo estaba realmente jodido y que no era momento de ir a la disco. Era el momento de actuar, antes que todo siguiera jodiendose más.
"Me voy a quedar aquí" le dijo a su amiga "No estoy bien"
"¿Seguro?"
El joven asintió.
Liz de pronto supo que haberse encontrado aquella noche con él le había causado demasiadas exquisitas sensaciones. Nunca lo había mirado de aquella forma, como en la que se desea a un hombre. Eder estaba ahí, drogado y masculino, corpulento y deseable. Entraría con sus amigas y volvería a la camioneta para emprender camino por la carretera hacia el sur junto a él y doblaria por algún camino no viable hacia la oscuridad de una parcela y se revolcarían juntos hasta el amanecer, dejando que el alcohol y el extasis los hiciera hacer cosas de un alto nivel de suciedad. Pensarlo hizo que su entrepierna experimentara un leve cosquilleo.
"Voy y vuelvo"dijo plantadole un beso en la boca "Esperame" y cerró la puerta.
Y todo lo que quería en el mundo se convertía en realidad. Un beso y lo más importante de todo, ser deseado por Liz. Pero era la noche equivocada. Lo que más importaba era Emilia y nada más.
Se pasó al asiento del piloto. Encendió el motor y arrancó del lugar.
Continuará...
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