Guzt despertó escuchando la ferocidad del mar tragándose
la orilla. La arena mojada sobre el rostro le picaba y le impedía ver bien. El
sol le daba incomodo en los ojos. De pronto el dolor de sus huesos ensamblándose
lo electrizó de golpe. Qué momento más terrible.
Las horas pasaron. Se pudo poner de pies y al
frente la inmensidad del océano se presentaba como su única compañía. Supo que
respirar era una nueva oportunidad. Orgulloso y extrañado agradeció a lo que fuese
que lo haya dejado vivir. Fue cuando Dones apareció detrás.
“¿Dónde estoy?” le preguntó
“Es el Paraíso”
“Entonces sí morí” dedujo.
“No necesitas morir para estar en el Paraíso. Esto
lo creó Karev. A demás, no creo que el día de tu muerte el Paraíso sea tu
posible Nirvana” dijo irónico Dones.
“¿Karev aún vive?” preguntó el rebelde.
“Así es” contestó sonriente el cauto “Te derrotó
¿No lo recuerdas?”
“No recuerdo nada del proceso. Es como si me
hubiese hecho otra vez” contestó Guzt un poco aturdido.
“Te hizo otra vez. Te necesitamos. Te necesita.
Aunque cueste olvidar todo lo que le hiciste pasar” dijo Dones “Fuiste su peor
enemigo. Te empeñaste en derrotarlo. Creaste terribles pesadillas que duraban
años. Formaste imaginaciones en donde ella elegía al otro. Lo llenaste de
miedos y dudas. Pero insistió. Eligió insistir. Eligió saltar sin saber a dónde
iba a caer. Lo intentó y acertó. Se cerraron varios ciclos. Muchos otros se
abrieron. Jack partió al norte. Isabella formó su camino. Y Emilia decidió
quedarse. Hubo muchos fines y varios comienzos. Fue un cambio brutal. Sin
embargo, aquí está. El Submundo ya no existe. Ahora es un Paraíso” explicó el
maduro.
“Sucedieron muchas cosas” fue lo único que agregó
el rebelde.
“Más temprano que tarde iban a suceder” dijo Dones “Tú
te esmeraste en que los ciclos no se cerraran, pero Karev logró cerrarlos. Sin embargo,
queda uno por cerrar y por eso te dejó vivir”
“¿Cuál?”
“Tú sabes cuál” le dijo Dones.
Guzt recordó la catástrofe. Recordó los días de
lluvia incesante. Las horas nadando contra un mar tormentoso. Recordó aquel
mismo océano sumido en sombras y nebulosidad. Ahora todo era azul y mucho sol.
Sin embargo, lejano en el horizonte oscuras y poderosas nubes seguían lanzando
tormentas hacia la superficie.
“Debes tomar el teléfono. Es tiempo de iniciar
nuevos caminos. Aquella tormenta nos detiene aún. Sólo tú la puedes alejar” le
dijo Dones entregándole el celular.
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