Día 7, Parte 4
“Silva, comuníquese con la base central en Nueva
Capital” ordenó John, cuando ya llevábamos unos minutos de vuelo.
Perez se mantenía inamovible. No se giró a
observar. No dijo palabra alguna. Tan sólo seguía atento a los mandos de vuelo.
“Comunicación establecida, teniente” dijo Silva, un
chico de voz delgada y poca fuerza, comparable con su cuerpo.
El piloto tomó la radio y abrió la conexión.
“Habla el teniente John Benavides” dijo. Perez se
giró para escuchar lo que iba a decir “Estamos en código Valparaíso. El octavo
halcón ha salido del nido. Espero órdenes” dijo y le entregó la radio a Silva.
Un silencio me dijo que el teniente no explicaría
nada de lo que estaba ocurriendo. Yo, en mi posición de civil y sobreviviente,
no tenía las agallas para preguntarle. Sin embargo, tenía la sensación de que
pronto veríamos los resultados del extraño protocolo que estaba siguiendo.
“Perez ¿Cuántos litros nos quedan?” preguntó de
pronto.
“420 litros, teniente” respondió Perez.
Fue cuando recordé que John nos había dicho que a
las seis de la mañana cargarían con gasolina los estanques del avión. Tal
situación no sucedió. Los infectados llegaron antes.
Un vacío en el estómago me obligó a aferrarme del
cinturón de mi asiento. Estábamos volando con los minutos de bencina contados.
No alcanzaríamos a llegar a Concepción.
“Situación” se escuchó de pronto decir por la
radio.
“420 en el jarro. Llevo una docena de
sobrevivientes. De nosotros, alcanzamos a salir tres” contestó.
Hubo un silencio. John se quedó esperando la
respuesta.
“Fije curso a las siguientes coordenadas” dijo el
hombre desde el otro lado y luego dictó un montón de parámetros que poco y nada
entendí. Al mismo tiempo, Perez comenzó a mover sus controles, interruptores y
palancas “Salga rápido de ahí y buena suerte, teniente” se dejó oír la radio y
luego la comunicación se cortó
¿Sal rápido de ahí? Qué cresta estaba pasando.
“A toda máquina, piloto” repitió John.
“¿Qué pasa?” le pregunté al piloto.
Se giró y con un rostro de una pronta tragedia, me
explicó.
“No cargamos el avión con gasolina antes de partir”
“¿Y a dónde vamos ahora?” seguí.
“Hacia la costa” saltó Perez desde atrás.
John no me dijo nada.
“¿Buscan una pista?” les pregunté.
Perez esta vez se quedó callado. El teniente demoró
en contestar, pero lo hizo. No había cosa más inevitable que la verdad.
“Buscaremos el mar” declaró “Trataremos de amerizar”
Continuará...
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