lunes, 9 de julio de 2012

Día 178: La última noche

Día 6, Parte 5

Antes de bajarnos de la muralla, John divisó a un infectado a unos cien metros dirección sureste. Tomó su rifle de largo alcance y lo apuntó.
"Lleva un perro en las manos. Un perro que fue su almuerzo" dijo.
Yo me bajé y emprendí el regreso al campamento. El atardecer ya estaba dejándose derrotar por la noche, sumiendo a la Antigua Capital en una penumbra naranja oscura.
El rifle del piloto se disparó. El eco del tiro se expandió por toda la atmósfera.
"El ruido los atrae ¿Sabias?" le pregunté.
"Entonces tú hiciste el suficiente ruido para atraer a la horda que rodeaba la casa en donde estabas" lo dijo con un dejo de desdén, siguiéndome el caminar. 
"Eso no fue con intención" me defendí.
"Eliseo, entre los sobrevivientes hay niños, mujeres y hombres que no han perdido la esperanza. Esto no va a terminar en las próximas semanas, pero ellos creen que pasarán sólo algunos días en Concepción. Así que como podrás ver, no puedo tener a alguien que se rinda tan fácil frente a la situación" me dijo.
Detuve el caminar.
"Doce horas antes que me encontraras, había dado muerte a mi mejor amigo azotando su cráneo contra una pared. Como podrás ver John, estaba asimilando lo sucedido" le refuté "Ahora estoy de pies, creyendo, al igual que todo el campamento, que hay un mañana mejor"
El piloto se quedó en silencio.


Día 7, Parte 1

No recordaba haber estado en una noche tan silenciosa. Aferrado a una taza de café, haciendo la guardia junto a John y Leandro, un sobreviviente que contaba la historia de su travesía para llegar a la base, recordaba los momentos previos a la entrada al turno de noche en el supermercado; el viento cordillerano revoloteando las plantaciones en la vereda del frente. Después todo es un molesto ruido. Eran casi las tres de la madrugada. Cinco horas más tardes emprenderíamos el vuelo a Nueva Capital abordo del C-130, un monstruoso avión, de cuatro motores, que esperaba fiel al inicio de la pista. Sólo faltaba cargarle el combustible me contó el piloto, tarea que sus subordinados realizarían a las 600 horas.
"Trabajaba en el área de informática del local..." nos relataba el muchacho de unos veinte y tantos "Unos diez minutos antes que se bloquearan los accesos, el sistema falló súbitamente. Quedamos totalmente aislados de la red central de la cadena. No podíamos llamar, ni tampoco comunicarnos vía internet. Traté de solucionar el problema que me tenía de cabeza buscándole solución, pero no pude levantar las conexiones. Cuando iba a informar de lo sucedido a la gerencia del supermercado, los acceso se bloquearon con esas inmensas y pesadas puerta metálicas"
Ilustración de zombies. Regalo de mi prima diseñadora gráfica, Fernanda Vergara
Perdí la mirada en el bunquer donde dormían los últimos sobrevivientes a la catástrofe, convenciéndome definitivamente que todo había sido producto de un horrible atentado. Era un tanto difícil creer que las mentes enfermizas que crean el caos que vemos en las noticias, hayan llegado a nuestras tierras y de forma tan abrupta.
Fue cuando una ráfaga de disparos agitó la tranquilidad del lugar. Al mismo tiempo, alertados nos pusimos de pies. Los tiros venían desde el suroeste. John dispuso de su radio.
"Ramirez ¿Me copia? ¿Qué han sido esos disparos" preguntó nervioso el piloto al uniformado apostado en un punto de vigilancia que resguardaba el acceso trasero a la base.
Hubo un largo y suspensivo silencio. Los inquilinos en el bunquer comenzaron a levantarse asustados por la inusual situación.
"¡¡¡Nos invanden!!!" de pronto se escuchó por la radio chicharreante "¡¡¡Son demasiados!!!"


Continuará...

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