Dagoberto Rojas estaba teniendo una pesadilla del terrible momento en que vio que su compañero cortó la cuerda y su cuerpo se perdió en la penumbra del viento y la arena que tormentosa lo arrastró al vacío. Después vino una fuerte angustia en el pecho y mucha oscuridad. Despertó de un asalto en la cama del cuartel y Javier lo atajó para que no cayera de la cama.
"Tranquilo, Rojas"
Dagoberto, desorientado y descolocado, tenía la boca extrañamente seca y un punzante dolor en la frente. Dolor que lo obligó a calmarse y a volver a tenderse. Respiró hondo para tranquilizar su agitado corazón y buscó por todos los medios tratar de quitarse la imagen de aquella terrible pesadilla. Aún sentía la arena cayendole como agujas en la cara.
"¿Qué pasó?" preguntó.
Afuera era de día.
"Una tormenta de arena nos atrapó en El Muerto. Casi no volvemos"
Rojas de golpe recordó que la pesadilla no era tan pesadilla y que efectivamente había sido tragado por la fuerza de una tormenta que de golpe abdució al cerro que estaban escalando. Recordaba la pared café oscura avanzando sin obstáculo que pudiera detenerla, amenazante y poderosa, creciendo a medida que recorría metros.
"¿Cómo están los demás?"
Javier no fue capaz de contestar la pregunta al instante y tampoco fingir que todos estaban bien. Dagoberto notó la angustiante pausa en su respuesta.
"Chávez no soportó la caída. Según el ejercicio, si alguno salia herido, no importando la consideración de la situación del paciente, tenía que ser tratado aquí en la base" explicó el médico del cuartel "el Chávez no aguanto las heridas... Falleció"
Dagoberto Rojas también recordó que al último compañero fue a el Chávez, que detrás de él, le gritó que se "agarrara" fuerte del arnés. Después vino la negrura y la arena metiéndosele por la boca y nariz. Pero también recordó que la pesadilla no era tan pesadilla y que el maldito loco que lo sucedía en la cuerda de escalada era el que había cortado la cuerda.
"Ese conchesumadre" murmuró "¡Ese güeón fue!" gritó y un impulso lo hizo buscar levantarse de la cama para estrangular al que para él era el imbécil que había ocasionado toda la desastrosa situación.
"Rojas, calmate" le dijo Javier, obligandolo a volver a la cama, tomándolo de los hombros con sus brazos que no por ser de médico eran debiluchos "Ese conchesumadre, como decí tú, nos salvó la vida. Si no hubiese cortado la cuerda, la tormenta, más temprano que tarde, nos habría arrastrado a todos al acantilado. Cortar la cuerda dividía al grupo y las posibilidades de sobrevivir subían. Fue cuestión de suerte y pudo haber sido peor"
El silencio se apoderó de los labios y la mente de Dagoberto Rojas. Bajo una extraña tranquilidad brindada por las palabras de su compañero, notó que en su frente una banda de genero le afirmaba una bombeante herida.
En eso se escuchó una camioneta frenar toda la velocidad que furiosa tría. Luego la apertura y cerrado de una de sus puertas.
"¡Sargento, sargento!" se escuchó que alguien gritó.
La puerta de la pieza se abrió de golpe y un ofuscado sargento, clavando su enfurecida mirada, entró como un tren bala. Detrás de él el loco que había cortado la cuerda en el cerro lo venía siguiendo.
"Mira como quedó Rojas y acabamos de dejar a Chávez reventado en arena en el cuartel general ¿Y quiere que opte por una sugerencia suya?" exclamó el sargento "Entiendalo, soldado. No podemos interferir en el pueblo. Aquella población pertenece a la soberanía de la gobernación regional y carabineros. Esas son las entidades que pueden dirimir e investigar la situación. Nosotros no podemos interferir..."
Continuará...
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