Capítulo Nueve
El despertar no fue el mismo. Había algo extraño en él que le hizo pensar que el estar en su cama era un error en toda la historia. Se levantó bajo la penumbra de una niebla que cubrió el valle por completo. Raudo se vistió y salió al patio de la base. El frío de la tempestad calma le golpeó la cara violentamente. La densidad de la bruma blanca permitía sólo ver algunos pasos más adelante. Todo lo demás era un misterio. El sargento miró la hora en su reloj de muñeca. Eran casi las once de la mañana. ¿Dónde están los demás? Se preguntó. El que no hubiera respuesta lo aterró un tanto. El silencio parecía salido de una pelicula de terror, en la cual de pronto los zombies salían corriendo para comerse su cultivada pansa. Entonces decidió quedarse quieto y escuchar. Y el silencio no fue tan silencio cuando un ruido se dejó sentir en la parte más profunda de la niebla. El sargento lo asimiló a el repiqueo de algo arrastrandose en la tierra lentamente. Si no hubiese estado la tempestad habría pensado que podía ser un soldado haciendo punta y codo o el penoso caminar de una tortuga. Pero la niebla era tan extraña y penumbrosa que su mente de inmediato disparó la imagen de un ente gordo, negro y peludo, arrastrandose hacía él deseoso de sus carnes, dotado de dientes que le darían una muerte segura y lenta.
El despertar no fue el mismo. Había algo extraño en él que le hizo pensar que el estar en su cama era un error en toda la historia. Se levantó bajo la penumbra de una niebla que cubrió el valle por completo. Raudo se vistió y salió al patio de la base. El frío de la tempestad calma le golpeó la cara violentamente. La densidad de la bruma blanca permitía sólo ver algunos pasos más adelante. Todo lo demás era un misterio. El sargento miró la hora en su reloj de muñeca. Eran casi las once de la mañana. ¿Dónde están los demás? Se preguntó. El que no hubiera respuesta lo aterró un tanto. El silencio parecía salido de una pelicula de terror, en la cual de pronto los zombies salían corriendo para comerse su cultivada pansa. Entonces decidió quedarse quieto y escuchar. Y el silencio no fue tan silencio cuando un ruido se dejó sentir en la parte más profunda de la niebla. El sargento lo asimiló a el repiqueo de algo arrastrandose en la tierra lentamente. Si no hubiese estado la tempestad habría pensado que podía ser un soldado haciendo punta y codo o el penoso caminar de una tortuga. Pero la niebla era tan extraña y penumbrosa que su mente de inmediato disparó la imagen de un ente gordo, negro y peludo, arrastrandose hacía él deseoso de sus carnes, dotado de dientes que le darían una muerte segura y lenta.
"Por la cresta" susurró.
Se molestó con él mismo por pensar tanta estupidéz. Cosas así no existian. Así que prefirió ir a ver de donde provenía el sonido que aún permanecía, para saber qué cosa era y si esa cosa sabía algo de sus hombres.
Tuvo que reirse de si mismo cuando vio a Martinez colgando de la barra de ejercicios, haciendo abdominales con los ojos vendados y sin polera. Llevaba quizás ahí unos diez minutos ya que su dorso y frente transpiraban con entusiamos.
"Martinez" le dijo el sargento.
Angelo se detuvo al escuchar su voz. Luego aflojó las piernas y antes de caer, se giró en el aire y cayó de pies. Se quitó las vendas y se cuadró frente al sargento.
"Martinez ¿Sabe dónde están los demás?"
"Están durmiendo, mi sargento" contestó Angelo.
"¿Durmiendo? ¿Pero por qué?"
Angelo Martinez, que cuando se dirigía a su sargento miraba en línea recta al frente para no topar su mirada, esta vez lo miró fijamente.
"Usted les dio el fin de semana libre a los hombres, señor. El cuartel nos ordenó volver mañana por la mañana debido al accidente en El Muerto. Los hombres están descansando de todo lo que ha pasado" dijo el conscripto.
De golpe el sargento recordó lo que había sucedido el día anterior y las consecuencias desparramadas. El comandante en el cuartel general militar de la región decidió que el batallón doce regresara de la base fronteriza por el accidente acaecido en el cerro El Muerto, que tuvo como desenlace la muerte del conscripto Chávez. Tenían que volver la mañana del lunes. Ahora era domingo.
"Disculpe, Martinez" dijo confundido el sargento "Hoy en la mañana desperté como si hubiese tenido una mala noche, llena de pesadillas. Pero no recuerdo haberme despertado o algun mal sueño. No sé. Es extraño" dijo y se detuvo al sentir un extraño olor "¿Huele a quemado?"
"El circuito de trote que hago todas las mañanas, pasa cerca del pueblo" dijo Angelo "Al parecer había un incendio en los interiores, pero no le avisé porque... nosotros no tenemos juridicción sobre ellos" dijo, buscando igualar la frase que la mayor autoridad de la base había ocupado el día anterior.
El sargento quedó anonadado. Impactado quizás. El problema era que no sabía que las tres casas que hace poco habían terminado de arder, después de hacerlo toda la noche, habían sido incendiadas por sus conscriptos por tratarse de moradas que en su interior contenían lo que fueron sofisticados laboratorios de cocaína y heroína. La situación había sido confesada por el lider de la comunidad. El negocio mantenía vivo al pueblo, ya que los compradores que provenían desde Bolivia cruzaban la frontera para llegar a comprar las drogas. Y en una de esas cruzadas, ocurrió el asesinato de la pequeña.
"Bien hecho, Martinez" le dijo el sargento "Que los pelaos preparen sus cosas para volver mañana temprano"
"Si, mi sargento"
De golpe el sargento recordó lo que había sucedido el día anterior y las consecuencias desparramadas. El comandante en el cuartel general militar de la región decidió que el batallón doce regresara de la base fronteriza por el accidente acaecido en el cerro El Muerto, que tuvo como desenlace la muerte del conscripto Chávez. Tenían que volver la mañana del lunes. Ahora era domingo.
"Disculpe, Martinez" dijo confundido el sargento "Hoy en la mañana desperté como si hubiese tenido una mala noche, llena de pesadillas. Pero no recuerdo haberme despertado o algun mal sueño. No sé. Es extraño" dijo y se detuvo al sentir un extraño olor "¿Huele a quemado?"
"El circuito de trote que hago todas las mañanas, pasa cerca del pueblo" dijo Angelo "Al parecer había un incendio en los interiores, pero no le avisé porque... nosotros no tenemos juridicción sobre ellos" dijo, buscando igualar la frase que la mayor autoridad de la base había ocupado el día anterior.
El sargento quedó anonadado. Impactado quizás. El problema era que no sabía que las tres casas que hace poco habían terminado de arder, después de hacerlo toda la noche, habían sido incendiadas por sus conscriptos por tratarse de moradas que en su interior contenían lo que fueron sofisticados laboratorios de cocaína y heroína. La situación había sido confesada por el lider de la comunidad. El negocio mantenía vivo al pueblo, ya que los compradores que provenían desde Bolivia cruzaban la frontera para llegar a comprar las drogas. Y en una de esas cruzadas, ocurrió el asesinato de la pequeña.
"Bien hecho, Martinez" le dijo el sargento "Que los pelaos preparen sus cosas para volver mañana temprano"
"Si, mi sargento"
Continuará...
Tengo fotos, o puedo hacer nuevas para ésta, de hecho son mucho más ad-hoc al escrito que el que estaba trabajando hace un mes.... :)
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