Segunda Parte
"¿Cómo te llamas?" le preguntó Amanda.
Hubo un silencio de titubeo.
"Augusto"
"Augusto, me acercaré a ti y con mis manos tocaré tu rostro... ¿Puedo?" le preguntó la mujer.
Hubo otro titubeo.
"Bueno" dijo el joven, entregado a la dulce voz que despedía la invisible voz de Amanda.
Cuando hay oscuridad, los ojos son capaces de acostumbrarse y fotosensores más sensibles se activan y logran revelar la poca luz que roza los contornos. Pero donde estaban no había ningún tipo de luz, así que sus oídos estaban más susceptibles a pequeños ruidos. En cierto modo pasaban a cumplir la función de los ojos. Así que todos escucharon cuando la única mujer en aquel lugar comenzó a deslizarce por la pared, tanteando el camino frente a ella centímetro a centímetro, dibujando con su imaginación el camino al último cuerpo que habían encontrado el bendito día que los habían dejado ahí. Cuando sus manos se encontraron con la chaqueta gruesa de Augusto, prometió ir ganandose de a poco su confianza, buscando lentamente su rostro.
El joven sintió las finas y cuidadas manos de una mujer madura. Quizás de 28 años o un poco más. Su respiración pareció calmarse. Y aunque aún percibía estar en un sueño que ya se sentía demasiado real, cedió al momento y no luchó contra lo que estaba sucediendo.
"Buscaba un regalo para mi primo. Pronto sería su cumpleaños. Ambos somos como hermanos y hemos vivido muchos momentos inolvidables. Así que no quería darle cualquier regalo" comenzó a relatar el muchacho "En mi casa había un sótano. Mi madre nunca me dejó subir a él, porque decía que ahí no había nada que me interesara, a demás de ser un lugar sucio y peligroso. Pero me fue imposible apagar la curiosidad de saber que había allí y no me negaba a la posibilidad de encontrar algún regalo para mi primo. Quería darle un juguete de madera. Vi uno por internet y según relataba el artículo, ya no los fabricaban. Las consolas de realidad virtual habían consumido todo el comercio de entretención para niños. De los viejos juguetes ya no quedaba nada. Entonces una noche me aventuré a recorrer el sótano en busca del regalo..."
"... Fue cuando encontré los videocasetes. Mi padre me dijo que se llamaban así cuando se los mostré, porque yo no tenía ni las mínima idea qué eran. Me dijo también que estaba la videocasetera que permitía ver su contenido audiovisual y el televisor convencional, el cual también se había dejado de fabricar. Subimos, a escondidas de mi madre, y sacamos de sus cajas los electrodomésticos. Los limpiamos y pude ver el contenido de los vídeos. Seis casetes con toda la historia de mi bisabuelo" tuvo que cortar el relato. Lo que había visto fue demasiado fuerte para el umbral de impresión de su pequeña mente. Tales imágenes aún seguían vivas en su recuerdo inmediato.
"Vi lo del Golpe. Las muertes. Todas las torturas. Todo. Mi familia entera se había esmerado en no contarme la verdad, porque querían que aquella historia negra dejara de repercutir en las generaciones venideras, pero al parecer es imposible"
Amanda se alejó de Augusto. Los demás estaban en un total silencio. El joven por un momento creyó estar solo.
"Imposible" logró balbucear la mujer.
"Es la verdad. Luego de eso, recordando todo lo que vi, no he podido dormir. Y hace unas cinco horas he logrado conciliar el sueño y aquí estoy, metido en este ollo de mierda" dijo con rabia "Sin poder despertar"
"Hijo ¿Cómo se llama tu bisabuelo?" le preguntó la voz del hombre de mayor edad.
"Se llamó, querrá decir. Está muerto" aclaró el muchacho "Su nombre era Augusto Pinochet Ugarte" declaró...
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