miércoles, 22 de junio de 2011

Día 70: Huevos para el Desayuno

Octava Parte

Quería pensar que estaba loco. Su notebook estaba sobre el escritorio. Su madre había abierto las cortinas para que el sol entrara a su cuarto. Aún estaba transpuesto y le costaba un tanto entender que todo lo que había soñado había parecido tan real. Podía sentir esa extraña sensación en el pecho, ese nudo diciéndole que cambiara la historia. Pero había sido un truco de su mente. Desde la estancia con los tres desconocidos hasta el momento en que ordenó que se detuviera el Golpe. Quizás su padre, al notarlo dormido sobre las tapas de su cama, lo desvistió y lo tapó como es debido. En la planta baja de la casa se podía escuchar el leve sonido de un televisor encendido.
Entonces pensó que su cerebro estaba un poco descontrolado debido a que no había dormido las últimas cinco noches.
Está bien. Fue sólo un mal sueño. Ahora me voy a levantar y olvidaré esta mala noche, se dijo así mismo y se levantó de la cama.

Cuando llegó a la cocina, vio a su madre lavando un par de platos y tazas sucias del desayuno. Su padre leía concentrado el diario, concentración que se quebró cuando le sintió acercarse.
"Buenos días, dormilón" le dijo "¿Cómo dormiste?"
"Espero dormir mejor esta noche" dijo Augusto.
"¿Qué quieres para desayunar?" le preguntó su madre, cerrando la llave del agua.
"Huevos" contestó el pequeño.
Su madre, sin girarse a verlo, tomó una paila y la puso sobre el fuego. Acto seguido, se dio la media vuelta y con una pistola automática en la mano, le dio un tiro en toda la frente. El pequeño Augusto cayó de espaldas sobre el piso, con una bala en medio del cerebro que lo mató al instante...

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