Día 67, Parte 4
Al bajarme no apago el motor de la motocicleta, la que sigue andando y fue a parar donde no sé dónde. El frontis del majestuoso edificio universitario está intacto y oscuro. Pareciera que no hay resistencia o defensa. ¿Dónde están los doctores? Parapetados no sirven de nada. Le doy un tiro a una de las cadenas que bloquean la apertura de las puertas. Se escucha el disparo. La cadena cortándose e ingreso al frontis de la universidad. En eso, desde la nada, aparece un hombre vestido de cotona y me apunta con un revolver listo para derribarme. Al reconocerme, se arrepiente y baja el arma.
Al bajarme no apago el motor de la motocicleta, la que sigue andando y fue a parar donde no sé dónde. El frontis del majestuoso edificio universitario está intacto y oscuro. Pareciera que no hay resistencia o defensa. ¿Dónde están los doctores? Parapetados no sirven de nada. Le doy un tiro a una de las cadenas que bloquean la apertura de las puertas. Se escucha el disparo. La cadena cortándose e ingreso al frontis de la universidad. En eso, desde la nada, aparece un hombre vestido de cotona y me apunta con un revolver listo para derribarme. Al reconocerme, se arrepiente y baja el arma.
"Eliseo" balbucea.
Es uno de los médicos participantes de la investigación.
"Ana... ¿Dónde está Ana?" le pregunto.
"Arriba, en el laboratorio" me dice otro de los médicos, cubierto detrás de un pilar. Ambos estaban esperando dar una sorpresa. Que inteligentes.
"Ya vienen los milicos" les grito y emprendo la carrera.
La oscuridad no me impide recordar el camino a los centros de investigación del edificio. Están en el cuarto piso. ¿Por qué me llamó Ana? ¿Qué tenía, con tanto apuro, que contarnos? Tan sólo quiero llegar. Tan sólo quiero que todo esto acabe. Dios, ayúdame.
Llego al cuarto piso. Corro por los pasillos y veo la luz emergiendo desde el laboratorio tres, cuarto en donde Sara era examinada. Entro en él y mi mirada se topa con una fotografía. Dos doctores me observan al llegar. Más atrás veo a Ana mirándome preocupada. Y a su lado Sara tendida en la camilla en donde yacía hace unos cinco días. Habían encontrado una vacuna resistente y habían comenzado las pruebas en la paciente. Detrás de su cabeza, los monitores de su pulso y lo que parecía ser un respirador artificial la vigilaban. Me acerco hasta Ana y con la mirada le suplico que me explique. Pero Sara se adelanta y con su cuerpo intacto me dice que hay buenas noticias. Está durmiendo, albergada en los maravillosos sueños que despide su mente.
"Encontramos la vacuna" me dice la doctora, posando su mano sobre mi hombro.
Sonreí y casi me quiebro. Que sensación más extraña. Quise abrazar a Ana. Besar sus manos. Agradecerle hasta desmayarme. Estaba despertando de la larga pesadilla. La normalidad encontraba la luz entre tanta insomnia.
"Su sistema pareciera estar totalmente recuperado" siguió la médico "Su hígado y pulmones funcionan sin problemas y su actitud caníbal ha desaparecido hace tres horas. Sin embargo, por algo que aún nos cuesta explicar, su cerebro está muerto" declaró.
Continuará...
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