Gracias por el tiempo. Por las letras leídas. Les dejo la octava parte de esta historia. Espero disfruten
Día 15, Parte 4
Día 15, Parte 4
Me comí tres cigarros. La puerta se abrió. Recordé el momento en que alcancé a atajar a Sara. Mi presencia la había descompuesto. Joel se sentó al lado mío. También prendió un cigarro. Por algunos segundos nos quedamos callados.
“Desde que partió toda esta hueá, Sara ha cambiado mucho” comenzó a decir de repente. Luego se quedó en pausa pensando. Entonces corrigió su declaración “En realidad estaba rara desde antes que todo esto sucediera. Estaba callada. Distante. Esto sólo terminó por separarla de mí” le dio una aspirada a su cigarro y luego sonrió. En realidad Joel no sospechaba de lo nuestro “Ni siquiera hemos hecho el amor, compadre. Me siento como la mierda”
Fue cuando una frase en la historia del novio de Sara rebotó en las paredes de mi cabeza “Llegué a la casa. Sara estaba sentada esperándome. Me dice que tiene que hablar conmigo. No la tomé en cuenta”La pelirroja quería hablar con él. ¿Qué quería hablar con él? ¿Hablar del por qué parecía tan distante y callada?
En eso pasaron tres helicópteros por sobre nuestras cabezas, dirección al norte. El poderoso sonido de los motores nos obligó a silenciarnos por algunos segundos.
“¿Cómo está?” le pregunté.
“Está bien” me contestó “Fue sólo el shock de no haber visto ningún rostro conocido en tanto tiempo”
Definitivamente Joel no tenía ni siquiera sospechas de que Sara y yo éramos amantes.
Día 16, Parte 1
Dieciséis días desde que la historia de un país entero se quebró. Debería estar tirado en mi cama viendo el resumen del fútbol del día domingo, pero en vez de eso me estoy quebrando el cráneo tratando de adivinar que le sucedió a Sara y qué estaba pensando ahora, aferrado a una frazada de un dudoso olor, escuchando como los helicópteros pasaban sobre la casa. Entonces me acuerdo que el día doce noté que la presencia militar en las calles había descendido considerablemente, sin explicación alguna. La ciudad parecía estar más tranquila; algo favorable. Sin embargo, me pareció incómodamente inusual la poca cantidad de uniformados, considerando que la situación de la infección no parecía mejorar.
A los dos días se inició el incontenible sobrevuelo de helicópteros que van hacia al norte, sobrevuelo que hasta estos momentos persiste y aumenta.
A los lejos el tránsito de vehículos es el único sonido presente. La nueva capital duerme y sobrevive una noche más.
Fue cuando el crujido de una tabla en el pasillo que daba a la escalera y la pieza de la dueña de casa me puso alerta. Dos helicópteros pasaron sobre el techo de la morada. Ahora son varias las tablas que suenan. Alguien parecía venir. Quizás la anciana aletargada por el insomnio. Me acomodé sobre los codos para tener una mejor visual. La persona parecía venir tanteando el terreno. Su lentitud me desesperó. Entonces otra idea me hizo recogerme en un aterrorizante escalofrío. Y si lo que venía no era una persona, si no un infectado. Diez y cuarto de la noche, acceso sur de la ciudad. Un vigilante se descuida y una horda logra penetrar el cordón de seguridad. Silenciosos los infectados recorren la ciudad y van esparciendo su virus de terror y muerte. Un padre de familia, técnico paramédico, cincuenta y tantos, abre una puerta de cocina que su dueña no cerró y se mete a la casa. Huele el olor de un hombre sudoroso y nervioso, y siente que sus carnes y piel serían una buena cena. Pero nota que las presas arrancan o tratan de atacar, así que lento va a su encuentro por el pasillo de la escalera.
En eso Sara aparece al principio del pasillo. Instintivamente me siento en el sillón en donde trataba de dormir y siento como el aire va desapareciendo de mi pecho. Mi cerebro no asimila la idea de que ella estaba ahí, vestida con buzo y chaqueta, o por lo menos no se esperaba la escena en donde se levanta de su cama y llega al living en donde trataba de dormir. Ojalá pudiera describir con mejores palabras lo único y omnipotente que se siente verla. No entendía cómo la amaba tanto. No entendía en qué momento de pronto entiendo que dejaría todo por ella, no importando lo que venga más adelante. Literalmente saltaría al vacío. Y no me importaba si perdía todo, si perdía mi dignidad, si la perdía a ella. Estaba viviendo el sublime y puro acto de saber amar y no iba a retener nada adentro. Mi alma hablaba alocada.
“Acompáñame” me susurró, tendiéndome la mano.
Continuará...
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