Estoy despierto en medio de una noche fría y silenciosa. Son quizá la una de la madrugada. Concentrado en el notebook me encuentro, cuando escucho a Ignacio quejarse lenta y prolongadamente del frío. Le pongo atención al sonido que, aunque normal, me pone en estado de alerta.
Sin perder el tiempo, el camarote en donde duerme comienza a azotarse de menos a más, como si de un terremoto se tratara. Mas alerta me puse, esperando sentir a que mi cama comenzara a moverse con el vaivén del sismo. Pero nada de eso sucede. Es sólo el camarote de Ignacio que se sacude con violencia y energía. Es sólo él. Es él.
Lanzo el notebook para quitarme las tapas de la cama. Salto de la cama. Abro la puerta. El camarote se golpea con fuerzas contra la pared y el closet. Cuando voy cruzando el pasillo, le doy un grito a mi mamá. Abro la puerta, enciendo la luz. El cuerpo de Ignacio me da la espalda. El cuerpo de Ignacio parece estar sufriendo una descarga eléctrica de alta energía. Me subo a la cama de Pablo y lo tomo de los hombros. En ese llega mi papá y dice
"Dios mío" lo dice quebrándose al final.
Mi viejo no se quiebra. Eso no existe. Mi viejo no se cae. Mi viejo no se derrota. Mi viejo es puro fierro y hierro. Una muralla impenetrable. No conoce la palabra "perder". Esto es una maldita pesadilla de Lovecraft, pienso. Y como todo está en el piso, lo único que puedo hacer es salirme y llegar mi pieza. Pablo me toma de la mano y me acompaña.
"Tranquilo, hijo" le dice mi padre.
Mi padre nunca nos dice "hijo". Por primera vez siento que estoy en un mundo paralelo.
Entonces vuelvo a la pieza. Ahora la convulsión es más leve, pero sostenida. Me acerco y le observo los ojos. Su mirada esta fija, perdida en algún error de su cerebro. Es cuando noto algo terrorífico. No respiraba.
"No respira, papá" le digo
Mi viejo asiente. Hay que esperar.
Llévate mi vida, pienso. Llévate mi vida, que él no se merece esto. Déjalo respirar. Para con esto. Por favor, para con esto. Suéltalo. Déjalo respirar.
Pablo me mira y asustado se pone a llorar. El camarote aún temblaba. Ignacio aún no podía respirar. Todos estamos esperando, esperando a que el siguiente segundo decidiera qué iba a suceder con él. Yo no puedo resistir. Me tapo los oídos y decido que el desenlace que pienso no es el que quiero.
En eso se escucha una manguera succionar los fragmentos de una limpieza bucal en una clínica dentista. En eso se escucha una cañería mal tapada. En eso se escucha una aspiradora tratando de tragar mucho polvo. En eso, alguna parte consiente del cerebro de mi hermano decide que aún no es tiempo y que hay que respirar. Entonces su vía aera se abre y el aire comienza a pasar.
El camarote se dejó de mover. Sus sistema muscular se soltó.
La noche se silenció más.