sábado, 1 de septiembre de 2012

Día 193: Segundos

220 Días Antes


Acostumbraba con mi hermano a estar en la pieza de mis padres cuando llovía. Era mediados de junio de no sé qué día. Una tarde rojiza se había posado sobre Santiago acompañada de una fina y hermosa lluvia. Estaba sentado en la cama de mis padres, observándole darse contra la ventana.
"Me voy de aquí" le dije a Sara.
Estaba de pies en la puerta. Trató de subir por la escalera sin que la sintiera, pero su venir era inigualable. O quizás no era eso, si no la sola presencia de su alma acercándose.
"Joan y Antonia necesitan una casa. Con la herencia de mis padres, compraré un departamento cerca de aquí y me iré. Agradezco todo lo que hicieron aquí, pero no puedo permanecer más en este lugar. Estar aquí es vivir en el pasado, y yo no puedo seguir en ese pedazo de tiempo. Debo seguir" le expliqué.
Ella estaba sentada a mi lado.
"Les regalaré la casa a los chicos" 
Sonrió. 
"Te conseguí una entrevista" dijo de pronto "Fue lo único que pude conseguir con tu expediente manchado. Es una agencia de guardias" 
"Servirá para pagar las cuentas" le dije agradecido.
Luego siempre venía ese incomodo silencio, sosteniendo las miradas. En eso el agua entró por la puerta...

Día 7, Parte 9

Cuando me volvió el alma al cuerpo, me vi en la cola del avión, sumido en el fondo del agua. Lo primero que noté fue que el Hércules estaba totalmente detenido y que el agua se sentía cerca de tocar el punto de congelamiento. No perdí el tiempo. Con dos braceadas llegué a la superficie. De golpe el sonido me pobló los oídos. El agua entraba amenazante. Asustados los sobrevivientes esperaban el momento para salir. John se acercó nadando a mi posición. Me miró y notó que estaba consciente.
Detrás, entre la conmoción de cajas y personas flotando, transformadores explotando y la oscuridad conquistando el espacio, Perez apuntó con su arma el gigantesco vidrio frontal del avión y le dio tres certeros tiros. El colosal parabrisas estalló al instante y la fuerza del agua inundó todo el lugar.
Por algunos segundos no pude imaginarme saliendo de ahí. Tomé con fuerzas el tanque de oxigeno que me salvaría la vida, procurando ocupar los 30 segundos de aire que me iba a regalar la bocanada que iba a dar.
"¡No olviden el estanque de gas!" gritó John y se sumergió.
Le siguió Silva. Luego Leandro. Yo esperé hasta los últimos centímetros de espacio de oxigeno que quedó. Aspiré hondo y profundo y me sumergí.
Poco a poco la vista se fue acostumbrando a la salinidad del agua. Leandro, Silva y Benavides luchaban contra la densidad del agua para tomar el cilindro desde las correas. Mas atrás podía ver la borrosa imagen de los sobrevivientes nadando hacia la abertura dejada por el estallido del vidrio frontal. Perez los guiaría hasta la superficie.


Continuará...

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