Me fue imposible acostumbrar el cuerpo a la fría agua, la cual parecía estar apunto de tocar la línea del congelamiento. Su salinidad hizo que mis ojos ardieran un poco aquellos extraños minutos bajo el agua, pero el pasar del tiempo me permitió tener los parpados abiertos y ver la oscura escena. Las linternas acuáticas eran las única que me dejaban recordar que estaba adentro de un avión sumergido en las profundidades del mar.
Con mi mano aferrada a la correa que prometí no soltar y mis dientes agarrando con fuerza la boquilla del pequeño tanque de oxigeno que me daría unos 30 minutos de aire, avanzamos tras el grupo de sobrevivientes que había salido del avión a traves del vidrio delantero roto. En el desconocido e infinito exterior, el océano, se podían ver haces de luces peinar el espacio. Posiblemente los llamados de auxilio emitidos por Silva habían sido captados por las radios de los costeños. Quizás eran pescadores. Quizás eran carabineros. No importando quienes nos buscaban, se pudo deducir otra incógnita; la zona centro sur del país aún no era alcanzada por la infección. En siete días habíamos perdido Santiago, pero el sur resistía.
Dejamos el estanque de gas sobre la punta del avión, esperando a que todos estuviéramos listo para activar las bolsas de aire del chaleco salvavidas adosado a él. Unos ocho metros sobre nuestras cabeza, el grupo de alrededor de una docena de sobrevivientes más Perez, nadaban hacia el núcleo del enjambre de luces que iban y venían. Estábamos ahí, contagiados de esperanza y vida, apunto de comenzar a emerger, cuando escuchamos un lejano y corto estruendo. De golpe nos giramos los cuatro hacia arriba y vimos una escena que nos terminó por congelar. El cuerpo de Perez y dos sobrevivientes hombres flotaban inmóviles en el agua, a centímetros de la superficie.
¿Qué había sucedido?
Quietos, siendo sólo espectadores, nos quedamos esperando. Los sobrevivientes que iban algunos metros atrás trataron de librarse de sus chalecos salvavidas para dejar de emerger. Otros nadaron en direcciones diferentes. En eso varios estruendos se dejaron oír y una lluvia de balas se apoderó de la escena. Cortando el agua a una alta velocidad, iban poco a poco alcanzado a los sobrevivientes, dándoles muerte inmediata. Las luces estaban concentradas en el grupo que trataba de escapar. En ese momento no fue necesario mirarnos para decirnos que no nos estaban rescatando. Nos estaban aniquilando. Estábamos siendo cazados.
Quedaban seis sobrevivientes. Un niño, dos mujeres y tres hombres. Entre ellos, el que había golpeado a John por lo de la bomba. Escapaban en direcciones diferentes. Las balas habían dejado de caer. Quizás se habían quedado sin arsenal. Podían bajar hasta nuestra posición y nadar con nosotros. Buscar otra salida. Pero desde arriba podían ver al grupo, porque no se hizo esperar la caída de un objeto pesado que girando rápido los alcanzó. Hubo dos segundos de silencio y la granada lanzada estalló. Una esfera blanca de espuma y potencia se expandió en instantes, absorviendo los cuerpos de los seis civiles.
Por algunos segundos no se pudieron ver. Luego la bola de espuma desapareció y pudimos ver a los sobrevivientes sin vida. Doce personas flotaban inertes en el agua.
Las luces seguían peinando la superficie.
Con mi mano aferrada a la correa que prometí no soltar y mis dientes agarrando con fuerza la boquilla del pequeño tanque de oxigeno que me daría unos 30 minutos de aire, avanzamos tras el grupo de sobrevivientes que había salido del avión a traves del vidrio delantero roto. En el desconocido e infinito exterior, el océano, se podían ver haces de luces peinar el espacio. Posiblemente los llamados de auxilio emitidos por Silva habían sido captados por las radios de los costeños. Quizás eran pescadores. Quizás eran carabineros. No importando quienes nos buscaban, se pudo deducir otra incógnita; la zona centro sur del país aún no era alcanzada por la infección. En siete días habíamos perdido Santiago, pero el sur resistía.
Dejamos el estanque de gas sobre la punta del avión, esperando a que todos estuviéramos listo para activar las bolsas de aire del chaleco salvavidas adosado a él. Unos ocho metros sobre nuestras cabeza, el grupo de alrededor de una docena de sobrevivientes más Perez, nadaban hacia el núcleo del enjambre de luces que iban y venían. Estábamos ahí, contagiados de esperanza y vida, apunto de comenzar a emerger, cuando escuchamos un lejano y corto estruendo. De golpe nos giramos los cuatro hacia arriba y vimos una escena que nos terminó por congelar. El cuerpo de Perez y dos sobrevivientes hombres flotaban inmóviles en el agua, a centímetros de la superficie.
¿Qué había sucedido?
Quietos, siendo sólo espectadores, nos quedamos esperando. Los sobrevivientes que iban algunos metros atrás trataron de librarse de sus chalecos salvavidas para dejar de emerger. Otros nadaron en direcciones diferentes. En eso varios estruendos se dejaron oír y una lluvia de balas se apoderó de la escena. Cortando el agua a una alta velocidad, iban poco a poco alcanzado a los sobrevivientes, dándoles muerte inmediata. Las luces estaban concentradas en el grupo que trataba de escapar. En ese momento no fue necesario mirarnos para decirnos que no nos estaban rescatando. Nos estaban aniquilando. Estábamos siendo cazados.
Quedaban seis sobrevivientes. Un niño, dos mujeres y tres hombres. Entre ellos, el que había golpeado a John por lo de la bomba. Escapaban en direcciones diferentes. Las balas habían dejado de caer. Quizás se habían quedado sin arsenal. Podían bajar hasta nuestra posición y nadar con nosotros. Buscar otra salida. Pero desde arriba podían ver al grupo, porque no se hizo esperar la caída de un objeto pesado que girando rápido los alcanzó. Hubo dos segundos de silencio y la granada lanzada estalló. Una esfera blanca de espuma y potencia se expandió en instantes, absorviendo los cuerpos de los seis civiles.
Por algunos segundos no se pudieron ver. Luego la bola de espuma desapareció y pudimos ver a los sobrevivientes sin vida. Doce personas flotaban inertes en el agua.
Las luces seguían peinando la superficie.
Continuará...
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