sábado, 17 de septiembre de 2011

Día 91: Tradición

Capítulo 18: Salir
Primera Parte
Acaba de morir el 16. Mi madre cumplió cuarenta y cuatro y por discutir con mi viejo, no hubo once en familia ni felices cumpleaños. Son las doce con siete minutos de la madrugada del 17 de Septiembre. Mañana me veré con Jack, Isabella y Karina. Viajaremos a Calera de Tango, un pueblo oculto en medio de la oscura Cordillera de La Costa. Habrá fondas y empanadas. Encuentros y espectativas. Es una celebración más del dieciocho de Septiembre, a un año del Bicentenario, a un año del la última celebración que para mí va a ser innolvidable.Y es extraño estar sentado aquí sabiendo los días que se vienen. Mañana temprano tengo que ir a DUOC y después a Tottus. Estaré toda la tarde ahí y luego a la casa de Isabella. Pasaremos toda la noche juntos y al otro día tengo que ir donde mi abuela. El sábado a trabajar, y el domingo lo mismo. Extraño también es sentir con Jack las ansias de pasar la noche con ellas ¿Por qué? Es la rara sensación de quizás saber que todo será espectacular ¿Pero que puede tener de espectacular, si las siguiente horas se convertiran en una avalancha de vivídos recuerdos? No lo sé. Tan sólo es así.

Capítulo 71: Bicentenario
Desde el capítulo recordado ha pasado exactamente un año. Un año en donde han pasado miles de cosas. Y es divertido comenzar este 16 de Septiembre del 2010, fecha en que conmemoran 200 años desde la junta de gobierno que impulsó a hombres a formar una patria, adelantar un poco lo que ocurrirá. A ver si un año después las cosas son tan distintas.
Celebramos, con una torta de mocca que compré hoy en la tarde, el cumpleaños de mi madre. Parece que cumple 46. Preferio no preguntarle. Mañana abro el Tottus a eso de las ochos de la mañana, y en la tarde, junto a Camila, nos vamos a San Bernardo a la casa de Isabella. De ahí, junto a Jack, Karina y amigos de las chicas, partiremos, como el año pasado, a las fondas de Calera de Tango.
Sólo espero que el estrés de los 7 días seguidos de trabajo se me borre del cuerpo cuando vea su sonrisa y quizá el vestido que se compró la otra vez. 


Estoy escribiendo desde mi oficina. Son las 10:50 de la mañana del que será un largo 17 de Septiembre y el supermercado abajo está lleno hasta la trastienda. Pido disculpa si no escribí el día de ayer como la tradición lo solicitaba, y es que es poco decir que llegué muerto a casa después de la jornada vivada en la tarde. Experimenté mi primer "18 de Septiembre" como encargado de informática, frente a un sistema que se portó como las güeas y no me dejó partir hasta pasado las diez de la noche, con cajas que se caían, clientes puteandome y un sistema que caprichoso se rehusó a trabajar como la fecha lo amerita. Hoy, ya con 3 horas de funcionamiento, todo ha corrido bien.
Esta vez mi viejo fue el que compró la torta. Era de chocolate con cubierta de mermelada. Yo aporté con algunas cosas para picar y a eso de las once de la noche compartiamos los cincos en la pequeña mesa del desayuno. Y es que, sin decirlo, nos gusta estar más juntos, por no decir apretados, riendo y comentando como corrió el día. Son pocos los momentos que tenemos para compartir. Así que los que se dejan ver, los aprovechamos lo más que podemos.
También es tradición que hoy me despida de ellos y les diga que nos vemos mañana donde mis abuelos, porque Jack e Isabella estarán esperandome en las fondas de Calera, como lo venimos haciendo hace tres años. Un año después las cosas han cambiado drasticamente y me dibuja una sonrisa en el rostro el hoy estar tranquilo y contento. Decidí estar solo por un buen tiempo y darme la oportunidad de reconstruirme de todo lo que pasó y volver a vivir con las energias que en algún momento me abandonaron. Hoy vivo para mí y son contadas con los dedos de una sola mano las veces que pierdo el tiempo enredandome en problemas que no valen la pena. Tengo a mi familia y tengo a mi par de güeones que hoy más que nunca celebraremos nuevamente un cumpleaños de Chile.

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