628 días antes, Parte 3
Todo era negrura y silencio. Angustia. Tenía el pecho contraído por la invisible fuerza de un imán poderoso que me estaba destrozando el corazón. Las piernas me abandonaron y tuve que caer. El carabinero que había manejado en la patrulla camino a la Autopista del Sol, me sostuvo al desmoronarme. Al frente mío estaba el Mitsubishi de mis padres completamente aplastado y encima una extensa manta color naranja fluorescente.
“No hubieron sobrevivientes”
Día 1, Parte 5
Recé. Nunca lo había hecho.
La mujer que me perseguía impactó con toda su corpulencia el vidrio de la puerta del copiloto. El portazo no había sido efectivo. Si no salía de ahí, el segundo intento iba a resultar con la ventana rota y yo siendo atacado por su rabia enardecida. Gritó con fuerzas, mientras golpeaba sin parar el vidrio. Entonces fue cuando iba a intentar una vez más encender el motor, cuando pude ver unos metros delante del vehículo a los dos hombres que había herido de muerte, volviendo a incorporarse. Un escalofrío me quemó electrizante el estomago y perdí todo tipo de control sobre mi cuerpo, el cual no lograba asimilar lo que veía en contraste con lo que había visto. Ambos hombres habían muerto bajo el impacto de las balas disparadas por la escopeta. ¿Qué hacían de pie? No podía seguir perdiendo el tiempo. Escuchando como el cristal poco a poco se iba trizando bajo los potentes golpes de puño de la furiosa dama, volví a intentar encender el auto. El motor zumbó como una pantera y no me di cuenta cuando había pasado el cambio a primera y aceleré sin medir la fuerza de mi pie. Cuando ambos sujetos se estrellaron con violencia en contra del auto, uno contra el lado izquierdo del parabrisas y el otro con la rueda derecha y todo lo que restaba de estructura metálica hacia atrás, supe que iba ser innecesario girarme a ver. Quizás la inconsciencia los iba a tener tendidos sobre el asfalto por algunos segundos. Pero rato después, provistos de alguna extraña enfermedad, infección o qué sé yo, se iban a volver a incorporar. Tratar de matarlos era inútil.
La mujer que me perseguía impactó con toda su corpulencia el vidrio de la puerta del copiloto. El portazo no había sido efectivo. Si no salía de ahí, el segundo intento iba a resultar con la ventana rota y yo siendo atacado por su rabia enardecida. Gritó con fuerzas, mientras golpeaba sin parar el vidrio. Entonces fue cuando iba a intentar una vez más encender el motor, cuando pude ver unos metros delante del vehículo a los dos hombres que había herido de muerte, volviendo a incorporarse. Un escalofrío me quemó electrizante el estomago y perdí todo tipo de control sobre mi cuerpo, el cual no lograba asimilar lo que veía en contraste con lo que había visto. Ambos hombres habían muerto bajo el impacto de las balas disparadas por la escopeta. ¿Qué hacían de pie? No podía seguir perdiendo el tiempo. Escuchando como el cristal poco a poco se iba trizando bajo los potentes golpes de puño de la furiosa dama, volví a intentar encender el auto. El motor zumbó como una pantera y no me di cuenta cuando había pasado el cambio a primera y aceleré sin medir la fuerza de mi pie. Cuando ambos sujetos se estrellaron con violencia en contra del auto, uno contra el lado izquierdo del parabrisas y el otro con la rueda derecha y todo lo que restaba de estructura metálica hacia atrás, supe que iba ser innecesario girarme a ver. Quizás la inconsciencia los iba a tener tendidos sobre el asfalto por algunos segundos. Pero rato después, provistos de alguna extraña enfermedad, infección o qué sé yo, se iban a volver a incorporar. Tratar de matarlos era inútil.
Aceleré por la avenida dirección hacia el este, camino a Camilo Henríquez...
Continuará...
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