martes, 24 de abril de 2012

Día 161: Valiente

Soraya me miró como si fuera el último eslabón en la cadena alimenticia. Pero me miró.
“Buenos días” me dijo y torció rauda su camino hacia el sur.
Sólo la vi alejarse.

Mi celular vibró con ímpetu en mi bolsillo
“Compa. Estoy en recepción ¿Qué pasó?”
“Karev, necesito que vengas AHORA a personal” me dijo Joselyn grave desde el otro lado.
“ok”
Colgué y seguí revisando el problema que me tenía en bodegas. El celular volvió a sonar.
Extrañado contesté.
“De verdad, te necesito acá”
Su voz fue más grave aún. Algo malo pasaba.
Corrí por los pasillos hasta la escalera y en dos saltos llegué al segundo piso. Adentro, en la oficina, todas las del grupo me esperaban en un silencio total. Soraya, sentada en su asiento, me miró fingiendo una sonrisa con sus ojos ahogados en lágrimas.
Lo primero que pensé fue en su hija. El día anterior me la pillé en unos de los teléfonos de las oficinas, organizándose para salir. Su pequeña nena había caído en un cuadro de fiebre otra vez.
“Me voy” me dijo y se despidió con un beso cerrado.
Quizás era su hija la que estaba mal y ella tenía algo grave que comunicarnos.
“Bueno, los llamé a todos para decirles que he renunciado”
En milésimas de segundos todas cruzaron miradas. Yo no pude moverme. Sólo me quedé observándole en el momento que se quebró en un llanto reprimido. Luego miré a Joselyn, la cual impactada la contemplaba.
Elena fue la primera en acercarse y con un abrazo le dio fuerzas por el delicado momento que estaba pasando. Luego, un poco más tranquila, nos explicó que su hija había sido atacada por un resfriado nuevamente y que no pasarían más de dos semanas para que volviera a caer. Su inmaduro sistema inmunológico aún no se afirmaba del todo. Y las causas y las consecuencias de no tener con quién dejarla, la llevó a presentar su renuncia.
Y volvió a quebrarse.
Ahora fui yo el que se acercó. La abracé con fuerzas y ella pareció no querer soltarse.
“¿Por qué así?” le pregunté cobijándome en su hombro.
“Porque tiene que ser así” me dijo con la voz en un hilo.

Al principio Soraya fue para mí una mina amargada, gruñona, explosiva y repulsiva. Y se lo dije ayer en su despedida, cuando con un nudo en la garganta me tocó hablar. Sin embargo, poco a poco fui conociendo a la verdadera mujer que había dentro de ella. Por sobre todo, una valiente con un alma llena de coraje, que no le importó el tiempo que llevaba en la empresa y saltó al vacío por su hija. Amor de madre tan grande que aún no puedo entender, pero que valoro mucho.
“Ahora, en este momento de oscuridad y pena, todo será muy difícil” le decía cuando nos encontramos en las ventanas “Pero más adelante se te pagará con creces este sacrificio. Y será así porque lo hiciste por tu hija, que es lo que más te tiene que importar hoy”
Por llorona, sus ojos se cristalizaban al instante. Me miró y me regaló aquella sonrisa que tanto la caracteriza. Entonces pensé en decirle que no se merecía todo lo que le había sucedido, pero para el día presente estaba demás. Sólo había que nutrirla de fuerzas para que pudiera partir enfocada en su objetivo principal: su retoña.

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