domingo, 22 de enero de 2012

Día 129: Secuestrado

468 días antes, Parte 2

La noche y la luna volvían a ser reinas de Frutillar. Era extraño escuchar la tranquilidad rondar por los pasillos de la posta después de una tarde tan movida.  Pero aquel momento relajante inyectado a la vena era lo mejor que podía estar sintiendo. Escribía los procedimientos realizados en la carpeta de nuestro paciente, mientras que sentada su lado cuidaba de los monitores que vigiliban su pulso y signos vitales. Lejano por el pasillo hacia la entrada, se podía sentir el abrir y cerrar apresurado de la puerta que daba al lobby del recinto. Hacia el otro extremo el eco de las voces de Jacinta y Lorena retumbaban distantes. Todo volvía a estar como siempre. En eso fue que el carabinero se estremeció levemente bajo un quejido. Me aproximé para descartar cualquier indicio de un nuevo colapso y de pasada confirmar que su conciencia estaba sintiendo los dolores de sus heridas en la cabeza y el pecho. Observé el monitor; su pulso se elevó unos cuantos digitos. Era lo obvio. Luego lo miré a él y noté que me observaba con extrañeza y a la vez un tanto tranquilo. Reacionó como todos los que despiertan en un lugar que no recordaban haber estado el segundo anterior. El problema era que entre aquel segundo y el anterior, había una distancia de cuatro horas. Entonces la extrañez y desorientación eran consecuencias protagonistas de los que vienen despertando.
"Hola. Soy la doctora Beatriz Jerés. Está en la posta comunal de Frutillar. Tuvo un accidente y fue derivado hasta acá. Tuvimos que detener una hemorragia en sus pulmones, así que todo lo que está sintiendo es parte de la anestesia" le expliqué.
Su mirada perdida se fue encontrando consigo mismo y demostró entender que su estancia en aquel cuarto era a causa del accidente que en esos instantes estaba recordando a cortes.
"¿Quién más..." preguntó y un dolor lo aquejó al hablar. Quizás una de sus costillas estaba rota.
Lamentablemente no tenía como saberlo. La posta no tenía los medios para tomar radiografias.
"¿Alguien más sobrevivió?" preguntó con dificultad.
¿Sobrevivir? La pregunta me dejó descolocada. ¿Sobrevivir a qué? En primera instancia pensé que posiblemente estaba sufriendo alucinaciones a causa de la anestesia y el sock del accidente. Pero luego mi parecer cambió al ver que su mirada de preocupación no se transformaba a la de confusión.
"Sólo usted llegó acá" respondí.
"Nadie más debe ir ahí" dijo de pronto.
"¿Ahí?"
"Nos enviaron al este de la región a desalojar a un pequeño grupo de indigenas, los cuales aparentemente resguardaban tierras de un alto valor mineral. Fue lo que escuché antes que salieramos. Sería una faena relajada. Sólo dar un par de tiros al aire y regresariamos a casa. Ibamos diez hombres..." dijo y se tuvo que detener para que las imagenes de lo sucedido pasaran nitidas frente a sus ojos. Luego me miró fijamente "Pero nos emboscaron. No eran de esos mapuches que ocupan blue jeans, camisas y hablan perfectamente castellano. No. Eran hombres de la tierra, que sólo entendían el mapudungun, vestidos con taparrabos de cuero de animal, ponchos de lana de ternero, armados con lanzas, arcos y piedras. Ellos no estaban dispuestos a ser intimidados por un par de disparos. Más que eso. Quisieron decir que se defenderían con todo lo que tenían. Frente a mí asesinaron a mi sargento y tres compañeros. Los demás arrancamos por el bosque y uno a uno fuimos siendo cazados"
"No puede ser" fue lo único que pude modular.
"No se puede volver ahí" dijo grave y determinante "Será una masacre si se comienza una guerra contra ellos"
Detrás mío la puerta se abrió. Me giré de golpe. Era Lorena.
"Doctora, la buscan" me dijo.
Observé a mi paciente. Estaba perdido aún en los recuerdos del traumante encuentro. Me levanté y traté de recomponer mi impresionado rostro. Al salir, no pude evitar que el miedo me abordara. En el pasillo me esperaba el rostro de un serio y adulto integrante del ejercito, custodiado por tres soldados rasos de misma expresión.
"Buenas noches" dijo con una voz gruesa el hombre de mayor edad "Soy el coronel Pedro Miranda. Entiendo que hasta su posta llegó el cabo segundo Manuel Escobar ¿Eso eso así?"
Asentí.
"¿Cuál es su situación?"
"TEC en el área occipital del craneo. Microfracturas faciales. Tuvo hemorragia en sus pulmones, pero ya..."
"¿Está bien?" me interrumpió.
"Sus heridas son graves, pero está estable" le contesté altiva y molesta por su interrupción.
"¿Habló algo con él?"
Algo me dijo que responder con la verdad sería perjudicial para mí.
"No me gusta hacer hablar a los pacientes que han sido victimas de accidentes graves"
"¿Puede ser trasladado?"
 Su pregunta no llevaba pisca alguna de preocupación por el uniformado. Parecía estar desbordada en negligencia. Él venía a llevarselo, pero no para ofrecerle una pronta recuperación. Venía por algo más.
"Puede" le dije.
"No desmerecemos su actuar para con la institución, doctora. Es más, carabineros y el ejercito me hace extenderle los agradecimientos por su labor y profesionalismo, los cuales permitieron que este hombre sobreviviera al accidente. Sin embargo, su recinto no cuenta con lo necesario para que el cabo segundo tenga una pronta y efectiva recuperación. Se entiende que su traslado al hospital militar de la región es para beneficio de él y la tranquilidad de su familia" me explicó.
"Entiendo" dije.
"Por favor, firme esta acta de común acuerdo, para que usted y yo quedemos al tanto del traslado del carabinero" me dijo, poniendo frente a mí una hoja con muchas palabras que no quería leer.
Negarme habría sido inutil. Sólo tomé mi lapiz pasta negro y firmé con fuerzas la hoja.
Los tres soldados detrás del coronel pasaron raudos por mi lado y comenzaron a desconectar a Manuel. En ese momento sentí vergüenza por no haberle preguntado el nombre.
De pronto, en medio de toda la impotencia que me ahogaba al ver como se llevaban al hombre que había salvado, una palabra me chocó con violencia la cabeza... "Accidente". Miré al coronel y noté que una pequeña sonrisa se alojó timidamente en su boca. Dejarsela tan facil no iba con mi estilo. Invadir mi posta no era gratis.
"¿Qué le sucedió?" le pregunté.
Ahora él era el descolocado e incomodo hombre en toda aquella escena.
"Fue en un acto conmemorativo" respondió como el mago que estuvo a punto de fallar el truco "Su caballo se volvió loco y cayó sobre él"
Le desplegué una pequeña sonrisita, haciendole saber que no le creía nada. Manuel estaba siendo secuestrado frente a mis ojos y yo no podía hacer nada. Él me observó a cada momento, mientras que los tres soldados lo llevaban en la camilla hacía afuera. El coronel los siguió detrás. Lorena y Jacinta, notando al igual que yo lo extraño de la situación, se ganaron una a cada lado mío a observar como se iban.
Antes de cerrar la puerta tras él, don Pedro Miranda se volvió a mirarme para decirme con sus ojos sólo una cosa "Olvida todo lo que has visto. Es por tu bien"...


Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario