Caminaba dirección a mi oficina. El proyecto marchaba a una velocidad que nunca había esperado. Era tiempo de llegar a mi escritorio y poner manos a la obra. Las personas pasaban a mi lado y extrañadas observaban al hombre que se sonreía solo. En eso mi celular vibró con fuerzas desconocidas en mi bolsillo. Ahora recuerdo que lo que menos me importó era que el número no lo tenía registrado en mi agenda. Contesté y la voz seca de un hombre se dejó escuchar desde el otro lado.
“¿Don Eliseo Garrido?”
“Con él mismo” contesté sonriente. No podía olvidar el rostro del gerente de la corporación al ver mi proyecto.
El tipo se presentó, pero no tengo memoria de su nombre. Sólo recuerdo que cuando me dijo que era sargento de no sé que puta comisaría, el corazón me dio un vuelco.
“¿Qué sucede?”
“Hubo un accidente” dijo titubeante “Sus padres y hermano fallecieron”
Día 0, Parte 2
Un Red Label brilló extrañamente lejos en la estantería. Un Red Label sería tomarse el brazo de la mano que me habían tendido, aunque no niego que un hilo sabroso de saliva escurrió por mi garganta al ver su linda etiqueta roja. Pero no, empuñé fuerte la botella del Botrán que había elegido como compañero de fiestas en la que iba a ser una larga noche. Por lo menos iba a servir para estar en estado melancólico a eso de las doce. El eco del choque de las botellas al retirarla de la góndola, se esparció lento y quejumbroso por todo el espacio oscuro y solitario que era aquel minimarket. A eso de las nueve y media, cuando pasó la primera caravana de bomberos y ambulancias a toda velocidad de cordillera a mar, un sistema de ahorro de energía se activó y la red iluminaría de los pasillos del local quedaron funcionando al cincuenta por ciento. Luz baja para una noche extraña y un tanto lenta. Unos veinte minutos más tarde, revisando que las cortinas metálicas que protegían el frente del local, todo de vidrio, estuvieran cerradas correctamente, se hizo escuchar otra caravana de sirenas ruidosas. Sin embargo, este grupo traía menos integrantes que el anterior. Quizás algún fuego incontrolado en una casa. Una cocina que no se apagó. Una parrilla encendida que se volcó. Qué sé yo. El punto era que había personas que lamentablemente iban a pasar un año nuevo más triste que el mío.
Extraño fue escuchar a la tercera caravana de vehículos de emergencia. Ocurrió a eso de las once con veinte minutos, cuando me alistaba a echarme un Like a la boca para relajar la ansiedad del sentir que el tiempo no avanzaba. Ahí pensé que no era una casa, si no un supermercado el que se estaba incendiando. Gracias al ron, imaginé que realmente era el supermercado en donde estaba el que era consumido por las llamas, y que yo, muerto por asfixia, estaba atrapado en el limbo de los que no se dieron cuenta que fallecieron y que las sirenas que podía escuchar a los lejos, en realidad, estaban a unos centímetros míos. Tuve que reír y darle una aspirada al cigarro. Todo fue silencio otra vez. La caravana se alejaba silenciosa dirección al oeste. Ahora era sólo yo y mi respiración y el segundero en mi reloj de muñeca, el cual perezoso se resistía a cumplir su función. En eso Sara se coló en mis pensamientos. Su cintura al bailar. Su sonrisa. Su mirar. La forma en que me besa. A veces me trata de usted. Me llama tarde cuando sola está. Se concentró al cocinar y la cortina de la cocina le tapó el rostro. El sol le entibió la piel y se la tiñó de un café claro. Nada la pudo despertar, así que le besé la frente. Abrí los ojos, miré el reloj. El segundero recién había marcado las 11:59 minutos. Al fin se iba el 2011. Me empiné la botella y dejé que el tostado sabor del ron me quemara la garganta con libre voluntad. Recordé el supermercado en llamas y a los bomberos que no podrán pasar las doce con su familia. 11:59 con 30 segundos, con 31 segundos, con 32 segundos, con 33 segundos, con 34 segundos. Pensé que quizás afuera se estaba acabando el mundo como dijeron esos indios culiaos y yo estaba ahí tomándome una botella de ron puro, sentado en el pasillo de las galletas. 11:59 con 51 segundos, con 52 segundos, con 53 segundos, con 54 segundos, con 55 segundos, con 56 segundos, con 57 segundos, con 58 segundos, con 59 segundos.
Día 1, Parte 1
Eran las doce. No tenía ninguna cornetita para hacer sonar. Al parecer el silencio se hizo más profundo...
Continuará...
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