Guzt llegó en silencio, como aquel perro torpe que recibió una
palmeteada por travieso. Se sentó a mi lado y contempló el fin del
planeta. Al notar que extrañamente no venía con ninguna pesadez en la
boca, crucé mis brazos sobre mi nuca y me acomodé a gusto en la silla de
playa. Más allá del cielo un planeta erupcionaba desde el núcleo hacia
fuera.
“Debemos liberar a Dones” dijo de pronto el rebelde del grupo. “Y a Demian también”
“¿Por qué el cambio de parecer?” le pregunté abriendo un ojo.
“Porque no servimos para hacer lo que estamos haciendo” dijo arrepentido.
Miré
hacia el frente y sentí orgullo por él al escucharlo. Quizás por
primera vez en su vida pensaba en el resto y así pudo sentir que mucho
de él causaba desequilibrio en la fuerza.
“Me dolió lo que pasó”
dijo de golpe. Sonrió y quizás la recordó “Nunca pensé que me iba
a doler. Se suponía que tenía el control de la situación. Pensé que
podía ser capaz de librarme de todo sentimiento, pero…”
Una
explosión calló su declaración. Pero no pudo librarse de los
sentimientos que la situación fue haciendo emerger. Eso quería decir.
“No servimos para el papel” le dije.
Negó mi afirmación.
“Entonces libéralos. Deben volver”
Me miró y me sonrió. Guzt es rebelde, pero no tiene un corazón malo. Desapareció y todo fue silencio. Iba camino al sub-mundo.
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