Eder le impuso a Emilia escapar al sur del país. Le dijo que era lo mejor, que allá podrían partir una nueva vida, lejos de la justicia y podría cuidarla de cualquiera que le quisiera dañar. Entonces ahí estaba otra vez esa extraña sensación de dependencia, abordándola por las piernas, pero algo más extraño aún sucedió; aquella sensación en su corazón se convirtió en rechazo y unas poderosas ganas de empezar a hacer por si misma las cosas la abordó. Aquello significaba empezar a hacer las cosas bien desde ya.
El parabrisas de la camioneta que su amigo le robó a Liz contenía la postal de la ruta 5 sur, recta y decidida dirigiéndose hacia el sur, dejando atrás a Concepción. Recta e irreversible.
"Volvamos" susurró Emilia.
"¿Qué?" le preguntó Eder, alternando su mirar entre el frente del camino y los decididos ojos de la muchacha.
"No voy a poder vivir toda mi vida escapando. Algo dentro de mí necesita que pague por todo lo que hice. Mi consciencia no aguanta todo lo que ha sucedido. Necesito volver y recibir justica..."
"¿Para qué?" la interrumpió su amigo "¿Para pasar el resto de tu vida en una cárcel? ¿Para que el padre de Caroline te asesine? ¿Eso quieres? Vas a vivir en un infierno si regresas..."
"Necesito mirar a ese hombre a los ojos y decirle que yo maté a su hija. No sé porqué, pero necesito de ese infierno... ¿Tú no?"
Eder no fue capaz de contestar. En algún momento le quiso decir que ella no había asesinado a Caroline y que en realidad él había sido, pero no lo hizo. La quería cuidar toda la vida.
"Vamos al sur" fue lo único que pudo articular.
"Deten el auto, Eder" dijo Emilia mirando hacia el frente.
El muchacho hizo caso omiso a la petición.
"¡Para la camioneta ahora!" exclamó
Eder frenó con precaución el vehículo y se aorilló en la verma. Los automoviles pasaban a una alta velocidad por el lado de ellos.
"Volvamos, Eder. Te va a hacer bien" intentó una vez más Emilia.
El joven negó.
"No voy a volver y tú tampoco" agregó.
Emilia lo observó frunciendo el seño, extrañada por la declaración. Su amigo se giró a verla y le sonrió.
Luego vino el golpe del ruido de la pistola percutandose y la joven sintió como una bala se le incrustaba en la cadera.
Los vehículos pasaba por fuera a una alta velocidad.
"Volvamos" susurró Emilia.
"¿Qué?" le preguntó Eder, alternando su mirar entre el frente del camino y los decididos ojos de la muchacha.
"No voy a poder vivir toda mi vida escapando. Algo dentro de mí necesita que pague por todo lo que hice. Mi consciencia no aguanta todo lo que ha sucedido. Necesito volver y recibir justica..."
"¿Para qué?" la interrumpió su amigo "¿Para pasar el resto de tu vida en una cárcel? ¿Para que el padre de Caroline te asesine? ¿Eso quieres? Vas a vivir en un infierno si regresas..."
"Necesito mirar a ese hombre a los ojos y decirle que yo maté a su hija. No sé porqué, pero necesito de ese infierno... ¿Tú no?"
Eder no fue capaz de contestar. En algún momento le quiso decir que ella no había asesinado a Caroline y que en realidad él había sido, pero no lo hizo. La quería cuidar toda la vida.
"Vamos al sur" fue lo único que pudo articular.
"Deten el auto, Eder" dijo Emilia mirando hacia el frente.
El muchacho hizo caso omiso a la petición.
"¡Para la camioneta ahora!" exclamó
Eder frenó con precaución el vehículo y se aorilló en la verma. Los automoviles pasaban a una alta velocidad por el lado de ellos.
"Volvamos, Eder. Te va a hacer bien" intentó una vez más Emilia.
El joven negó.
"No voy a volver y tú tampoco" agregó.
Emilia lo observó frunciendo el seño, extrañada por la declaración. Su amigo se giró a verla y le sonrió.
Luego vino el golpe del ruido de la pistola percutandose y la joven sintió como una bala se le incrustaba en la cadera.
Los vehículos pasaba por fuera a una alta velocidad.
Continuará...
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