domingo, 4 de diciembre de 2011

Día 113: El Sable y el Bambú

Parte Cinco


Eduardo recordó los sonidos del choque de la espada y el bambú. El maestro le decía a Caroline cómo era posible que una hoja de metal filoso y pesado no pudiera romper la frágil estructura del bambú. Jadeante la joven, apoyada en su sable, buscaba la respuesta a tan simple pregunta. El silencio se apoderó del cuarto de entrenamiento. También de su mente. Quería concentración para preocuparse de instalar bien las bombas en las zonas en donde deberían ir para conseguir el resultado que necesitaba.
“La fuerza de todas las cosas que hacemos viene desde nuestra mente” le decía el centenario hombre. El muchacho atento escuchaba las sabias palabras del maestro de su novia “Si deseas que el bambú sea más fuerte que el sable más peligroso, lo puedes hacer. Sólo debes aprender a conectar los pensamientos de tu mente con las extensiones de su prisión llamada cuerpo. Debes aprender a aliarlos”
“Es imposible cruzar El Bosque hasta la casa de Le Pont sin una invitación” le decía Salvo a Eduardo “Lo sabes bien”
“No tengo tiempo para conseguirme una invitación” le contestó el muchacho saliendo debajo del vehículo “El primer cupo disponible es en dos años más y para ese entonces estos hijos de perra serán unos desaparecidos. Tengo que hablar con él sí o sí” dijo decidido.
“Es imposible”
“Lamentablemente para mí, esta noche no conozco el significado de esa palabra” declaró Eduardo.
El maestro le entregó el bambú a Caroline, la cual dudosa lo recibió y al mismo tiempo le entregó el sable al maestro.
“No existe mala o buena arma. El malo o bueno es el luchador” fraseó el anciano.
“Pero es imposible que…”
“Imposible es un significado que debes borrar de tu memoria” interrumpió un tanto molesto el hombre “Si lo logras, podrás con tu bambú conquistar imperios”
Ambos tomaron posición de ataque. La sala volvió a quedar en silencio. Eduardo recordó la lluvia en la ventana de una tarde color damasco. Caroline exhausta dormía desnuda de espalda hacía él. Y sólo un siseo irrumpió la tranquilidad del lugar y luego vino el corte del bambú de su novia. La muchacha ni siquiera se movió de donde estaba. La parte de arriba de la vara cayó al suelo. El maestro había cortado el bambú con el sable. Caroline no lo pudo detener. Tampoco lo vio venir.
“Ve y coge otro bambú” le dijo el anciano indicándole una rumba de ellos en un rincón del cuarto de entrenamiento.
La joven, asustada y confundida aún, corrió hacia el lugar señalado y cogió otra vara de bambú. Regresó y tomó su posición de combate. Repentino fue el ataque de su maestro, dirigiendo el filo de la hoja del sable desde arriba hacia abajo, como cuando con un hacha se quiere cortar un pedazo de tronco. Caroline sólo alcanzo a cubrir y su segundo bambú se cortó sin resistencia en dos.
“¡Dile a tu mente que el bambú es más fuerte y filoso que mi sable!” gritó el anciano. “Ve por otro”

Eduardo juró pensar en todas las posibilidades. Pero no encontró ninguna. Entonces supo que lo mejor que podía hacer para cruzar El Bosque; la peligrosa y violenta población que rodea a la casa de Juan Le Pont, era entrando de forma peligrosa y violenta. Sabía que intentarlo era ir con una pistola a enfrentar a todo un ejército, pero si no lo hacía ahora, nunca se lo iba poder perdonar. Iría con su bambú a enfrentarse con un sable en honor a la única mujer que amó y hacer justicia por su muerte. Entonces decidió darse un poco de ventaja con un auto colapsado en dinamita. Causaría mucha distracción la explosión de la carta bajo la manga, y quizás algunas muertes, lo que le serviría para avanzar unas cuadras camino al núcleo oscuro y agresivo de la población...


Continuará...


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