Parte Cinco
Eduardo recordó los sonidos del choque de la
espada y el bambú. El maestro le decía a Caroline cómo era posible que una hoja
de metal filoso y pesado no pudiera romper la frágil estructura del bambú.
Jadeante la joven, apoyada en su sable, buscaba la respuesta a tan simple
pregunta. El silencio se apoderó del cuarto de entrenamiento. También de su
mente. Quería concentración para preocuparse de instalar bien las bombas en las
zonas en donde deberían ir para conseguir el resultado que necesitaba.
“La fuerza de todas las cosas que hacemos viene
desde nuestra mente” le decía el centenario hombre. El muchacho atento escuchaba
las sabias palabras del maestro de su novia “Si deseas que el bambú sea más
fuerte que el sable más peligroso, lo puedes hacer. Sólo debes aprender a
conectar los pensamientos de tu mente con las extensiones de su prisión llamada
cuerpo. Debes aprender a aliarlos”
“Es imposible cruzar El Bosque hasta la casa de
Le Pont sin una invitación” le decía Salvo a Eduardo “Lo sabes bien”
“No tengo tiempo para conseguirme una
invitación” le contestó el muchacho saliendo debajo del vehículo “El primer
cupo disponible es en dos años más y para ese entonces estos hijos de perra
serán unos desaparecidos. Tengo que hablar con él sí o sí” dijo decidido.
“Es imposible”
“Lamentablemente para mí, esta noche no conozco
el significado de esa palabra” declaró Eduardo.
El maestro le entregó el bambú a Caroline, la
cual dudosa lo recibió y al mismo tiempo le entregó el sable al maestro.
“No existe mala o buena arma. El malo o bueno
es el luchador” fraseó el anciano.
“Pero es imposible que…”
“Imposible es un significado que debes borrar
de tu memoria” interrumpió un tanto molesto el hombre “Si lo logras, podrás con
tu bambú conquistar imperios”
Ambos tomaron posición de ataque. La sala
volvió a quedar en silencio. Eduardo recordó la lluvia en la ventana de una
tarde color damasco. Caroline exhausta dormía desnuda de espalda hacía él. Y
sólo un siseo irrumpió la tranquilidad del lugar y luego vino el corte del
bambú de su novia. La muchacha ni siquiera se movió de donde estaba. La parte
de arriba de la vara cayó al suelo. El maestro había cortado el bambú con el
sable. Caroline no lo pudo detener. Tampoco lo vio venir.
“Ve y coge otro bambú” le dijo el anciano
indicándole una rumba de ellos en un rincón del cuarto de entrenamiento.
La joven, asustada y confundida aún, corrió
hacia el lugar señalado y cogió otra vara de bambú. Regresó y tomó su posición
de combate. Repentino fue el ataque de su maestro, dirigiendo el filo de la
hoja del sable desde arriba hacia abajo, como cuando con un hacha se quiere
cortar un pedazo de tronco. Caroline sólo alcanzo a cubrir y su segundo bambú
se cortó sin resistencia en dos.
“¡Dile a tu mente que el bambú es más fuerte y
filoso que mi sable!” gritó el anciano. “Ve por otro”
Eduardo juró pensar en todas las posibilidades.
Pero no encontró ninguna. Entonces supo que lo mejor que podía hacer para
cruzar El Bosque; la peligrosa y violenta población que rodea a la casa de Juan
Le Pont, era entrando de forma peligrosa y violenta. Sabía que intentarlo era
ir con una pistola a enfrentar a todo un ejército, pero si no lo hacía ahora,
nunca se lo iba poder perdonar. Iría con su bambú a enfrentarse con un sable en
honor a la única mujer que amó y hacer justicia por su muerte. Entonces decidió darse un poco de ventaja con un auto colapsado en dinamita. Causaría mucha distracción la explosión de la carta bajo la manga, y quizás algunas muertes, lo que le serviría para avanzar unas cuadras camino al núcleo oscuro y agresivo de la población...
Continuará...
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