jueves, 15 de marzo de 2012

Día 147: Lo Peor de Nosotros

El otro día le grité a un hombre. El tipo tiene la misma edad de mi viejo. Pasó que técnicos de redes a cargo mío guardaron unos materiales y cajas en su bodega... bueno, da lo mismo lo que pasó. El punto es que de pronto me lo pillo, lo detengo y alzando los brazos le digo con ironía.
"¿Jefe, cual es la idea? ¿Por qué me desautorizó de esa forma frente a los técnicos?"
Don Claudio me respondió admirado por mi efervescente ira, pero no le quise dar espacio para explicación alguna. Alcé más la voz, sintiendo como todos se detenían a ver como el jefe más joven del local le discutía con energía al encargado de mantención.
Cuando noté que se me salieron algunos "güeones" y que él ya no hablaba, si no que atónito me miraba, me detuve. Él no dijo nada. En realidad sólo pudo modular "Bueno"... Debo haber sido claro.
¿Le grité a un hombre?... Si! Lo hice... Pero ¿Por qué?...
No me sentía mal. En lo absoluto. Es más, me sentía bien... Muy bien. Y no estaba envuelto por el hecho de que aquel día era el último de la huelga de trabajadores que duró once días, porque a esas horas aún no sabíamos que habían firmado acuerdo. No. Era porque me había deshecho de once días de estrés, clientes gritándome, jefes ausentes, decisiones mal tomadas, dobles turnos, dolores de rodilla y de clientes insultándome. 
De pronto, sin predeterminarlo, nos expusimos a un alto shock de situaciones que nos llevaron a los limites de tolerancia de nuestra mente y cuerpo. Yo mismo admito que, sin intención de hacerlo, probé hasta donde podía llegar estando frente a una situación así. El resultado casi fue caótico.

Cuando le conté a Hector, sólo podíamos mirar hacia atrás y notar que si seguíamos todos así, en cualquier momento alguien iba a salir herido. Había sido el día anterior cuando un hecho de tal magnitud se había presentando en las dependencias del local. La jefa de electro y Monica se habían enfrascado en una discusión frente a un cliente en la entrada del supermercado. Hace días que la niña mimada del local había estado echándole leña al fuego, pidiendo a Monica y sus supervisoras que hicieran pega extra, frente a todo lo que se tenía que atender debido a la ausencia excesiva de cajeras. La disputa la llevaron frente a don Alex, y envueltas en un nuevo intercambio de palabras, la jefa de electro sacudió con un golpe en la cabeza a la jefa de cajas... ¡Un golpe!.
En los tres años que llevo trabajando en el local, nunca siquiera había escuchado hablar de un intento de agresión entre dos trabajadores. 
Entonces diez días ya era demasiado. Esa misma tarde se supo de la delicada situación vivida por dos cajeras, las únicas que atendían el lineal de cajas, las cuales detuvieron sus funciones en un acto de señal que ya no podían más. Joselyn estuvo al frente del momento, critico ya que un cliente casi le abofeteó la cara, describiendo que cosas así en los días que venían serían difíciles de soportar.
Y así un montón de situaciones más, desparramadas durante los once interminables días de huelga.

¿Hay limites? A medidas que vamos creciendo y experimentando cosas, creo que se vuelven más difusos y distantes
¿Podremos parar?... Quizás un poco de adrenalina y de momento extremos nos hace bien de vez en cuando.

Al otro día, sábado, caminaba frente a un lineal de cajas ya con funciones restablecidas. La empresa y el sindicato habían llegado a un poco auspicioso acuerdo. Fue cuando de pronto observé que en dirección contraria venía caminando don Claudio. Como si el día anterior no hubiese ocurrido nada, arqueó las cejas y me despidió un amistoso "Buenos días"
"Hola" le respondí sonriendo.

Ojala en mucho tiempo más no tenga que volver a ver lo peor de nosotros.

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