La puesta de sol ya se aproximaba como un toque de pincel más para el recuerdo nitido. Podía respirar el aire de la montaña en plena costa, observando como a lo lejos se perdía la hilera de cerros plomos, acariciados por la luz de un sol agotado, los cuales borrosos se adentraban en el oceano. Le ensañaba a Ignacio como controlar al equino que montaba dirección al sur, sobre la arena que irrespetuosa nos dificultaba el andar, mientras que tibio en mis ojos se posaba la escena de el Cajón del Maipo. Era el último día de camping. Jack e Isabella trotaban a mi lado sobre las yeguas que había dispuesto el cuidador del establo para que pudieramos dar una vuelta. Había sido un fin de semana extraño.
Cuando volvimos esa tarde desde La Serena, observé mi celular en busca de algun mensaje o una llamada perdida. Efectivamente, habían tres llamadas perdidas de mi amigo. De inmediato cargué el dinero que tenía destinado para comunicarme con mi preciosa en Santiago y lo llamé. Me comentó un poco estresado que los días de entramiento como Carabinero iban un tanto exigidos. La disciplina y el control eran compañeros desagradables del día a día. Y como a mi madre, le provocaba un tanto de angustia ver a Los Andes tan café y arenesco. La playa la tiene a un cruce de calle, sin embargo ha estado sólo una vez en contacto con su arena, la mañana que los habían sacado a trotar bajo el sol emperador del norte.
Me dijo que me había estado llamando.
"Dejo el celular en la casa, Jack. Es en caso de que tenga que contestar llamadas que no quiero" le expliqué.
Le conté también que estaba pasando algunos días en Coquimbo con mi familia. Y también le comenté de mi atropellada primera noche junto a Emilia.
"Te pasó lo mismo que a mí"
"Lo mismo, güeón"
"Estabas pensando en muchas cosas" me dijo.
"No lo sé. Ya pasó. Da igual"
Fue entonces que me comentó que también había estado llamando a Isabella, pero que no había encontrado respuesta.
"No sé, hermano. No he hablado con ella. Pero a penas llegue a Santiago, le preguntaré"
Obviamente quería una respuesta inmediata. Yo no la tenía. Y sinceramente tampoco quería llegar a la capital a buscarla. Sólo recé para que fuera un mal entendido. Un celular descargado o perdido.
"¿Sabes? Hoy pasee en caballo con Ignacio en El Faro y me acordé del fin de semana que pasamos en..." le estaba contando, cuando dejé de escuchar la interferencia caracteristica de una llamada por celular.
Miré la pantalla del movil y noté que la llamada se había cortado.
Me había quedado sin dinero.
Sonreí para mis adentros. Pero la preocupación me abordó al instante. Lo sentí solo. Lo sentí desamparado. Hablaba sin cansarce, como si no tuviera a quién contarle todo lo que estaba viviendo.
¡Me encantaron las fotos Omar!, en la última salen muy bien :)
ResponderEliminary eso que mis viejos las tomó :P
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