Disfruten.
Día 9, Parte 2
No era opción volver. Detrás del camino que iba dejando la furgoneta, no había nada para nosotros. No teníamos a dónde volver. No teníamos historia de la cual aferrarnos. Todo lo que nos podía llegar a pertenecer estaba al frente, escondido en alguna parte del penumbroso futuro.
Entonces John comenzó a descender la velocidad del vehículo en el que íbamos, estacionándose frente a la barrera que impedía el paso en la carretera. Más adelante, a unos treinta metros, un jeep militar venía a encontrarnos, alejándose del puesto de control. La situación comenzaba a tensarse; no sería fácil entrar a la Nueva Capital.
De pronto el camino se había convertido en un cuello de botella. Lugar propicio para dejar aparcado un puesto de control.
"No es opción volver, chicos" dijo John y se bajó de la furgoneta.
Concepción estaba tras los frondosos cerros que llenaban la escena. Del jeep se bajó un soldado con una AK-47 en las manos. El piloto, ambos cubiertos con sendas mascarillas de oxigenación, lo franqueó camino a nuestro encuentro.
Fue inevitable no ponerse nervioso. Parecía estar experimentando una situación a punto de estallar. Una mala palabra y cualquiera de los dos bandos abriría fuego. En eso, alterado Silva comenzó a mirar las laderas de los cerro. Imité su acción encontrándome con otra preocupante situación; francotiradores, quizás unos siete, esperaban con los dedos en los gatillos a que la historia colapsara.
John estuvo a un metro del primer soldado que había bajado. La barrera era lo único que los separaba.
"Teniente" se cuadró el enmascarado, al cual sólo se le podían ver los agitados ojos.
"Capitán" lo saludo Benavides.
"Voy a ser claro y conciso con ustedes" comenzó a decir el hombre del otro lado, dándose una pausa para mirarnos a todos "Están prohibidos los accesos a la ciudad vía terrestre. Sólo un permiso del capitán de plaza puede dejarlos entrar"
"Entonces tengo que pedir que se devuelvan. Tengo estrictas ordenes de impedir el acceso por esta entrada" repitió el hombre, tenso y deseoso de que el dialogo terminara.
"Necesitamos entrar" dijo el piloto "Traemos una carga preciosa"
Y ahí estaban otra vez utilizando una jerga que no podía entender.
"Lo siento. yo--"
"Venimos desde la zona cero" saltó Leandro desde atrás "Traemos lo que podría ser el virus que inició todo esto"
Un silencio inmortalizó el lugar. John tuvo que girarse a mirar al muchacho, con sus ojos desorbitados. El soldado que acompañaba al capitan se acercó y ambos se intercambiaron unas fugaz mirada. Silva y yo hicimos lo mismo. Sólo sabíamos que en el furgón traíamos un tanque de gas utilizado para liberar la toxina que infectó a más de dos mil personas a dentro de un supermercado. Pero nunca, en todo el trayecto hasta Concepción, Leandro había declarado traer la toxina propiamente tal...
Continuará...
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