Jack:
Querido Jack. ¿Por dónde parto? Quiero partir contándote que a continuación te relataré la triste y penosa historia de un experimento, de un intento, de una teoría, de una hipótesis.
¿Cómo partió? Partió a base de dos pensamientos. El primero y el que tiene directa conexión contigo, era el de probar salir y relacionarme con otro circulo totalmente diferente al que habíamos creado los dos. (A la mierda el vocabulario correcto). Carretear y compartir con personas diferentes a las que venía viendo hace tantos años. Y el segundo, más que un pensamiento, era una espíritu de escape. Quería borrar algunos malos sucesos del día.
El lugar del intento fue en la casa de Elen ... ¿Te acuerdas de ella? Supongo que sí. La wueá es que llego con dos botellas de cerveza. Naturalmente te conviertes en el "observado". Los ojos del pequeño grupo te recorren el cuerpo, la sonrisa, la forma de hablar y el modo en que miras. Se genera la primera impresión, acompañada del tono de voz. No hablo como hablaba contigo. Es decir, no digo "culiao", "maricón", "saco wuea" y todo el resto de garabatos que te decía a ti. Sonrío como siempre eso si. Tampoco hay que aparentar ser de otro planeta. Ser nuevo significa también contar pedazo de tu historia personal. En eso se gasta tiempo. Hay más miradas serias y contemplativas que risas y tallas. Y hay que ser reciproco. O sea, preguntar qué hacen los que te preguntaron a ti. Y mientras van pasando los minutos, los deseos de tenerte al lado con un vaso del mismo copete que yo estoy tomando van creciendo. Tener de la mano a Emilia. Escuchar la risa de Isabella. Pero nada de eso está. Entonces busco no desconcentrarme en el momento de integración. El círculo ya no es tan desconocido, pero aún así me siento un extraño.
La anfitriona pasa y me baila un rato. A esas horas el carrete ya está más poblado. Personas que no saludaste comparten cerca tuyo. Yo voy en el vaso no sé cuanto de no sé qué. Ya he compartido más risas, más vivencias y más anécdotas. Bailo con otras personas. Río más. Pero cosas tan buenas tienen como destino un rápido final. De pronto me encuentro sentado en un silla, escuchando temas que no me interesan y ya el círculo deja de importar. Fue un buen intento.
Tomo mi chaqueta. La dueña de casa borracha se cuelga de mi cuello y se despide. Me dice que la llame cuando llegue. Con vergüenza te declaro que son las tres de la madrugada. Debería estar contigo arreglando el mundo aferrado al borde una mesa y un vaso de chela. Pero no, voy bajando avenida El Peral. Voy solo. A mi derecha casas se pierden en la inmensidad de las calles y los techos. A mi izquierda parsimonioso un océano de grillos se hace presente como el único sonido perceptible. Voy pensando en las tamañas estupideces que a estas horas deberíamos estar conversando.
En estos momentos me siento un tanto patético. Y me río, me río de mí.
Fue un buen intento. Por lo menos las imágenes se van quedando pegadas cuando muevo los ojos. Eso quiere decir que llegué lejos.