jueves, 28 de junio de 2012

Día 175: Rocío de Invierno

Hace un año, Emilia iba peligrosamente a unos centímetros míos, en los brazos de su novio. Entonces me pasa su cartera excusando que se la llevara porque ella ya iba incomoda dentro del vehículo. Yo iba en la puerta trasera derecha del Nissan del padre de Jack. Me pasó su cartera, alojando esa sonrisa en sus labios que me decía "Quiero escapar contigo"
Le corrí la mirada y observé la Gran Avenida perdiéndose atrás. Luego la observé y miré sus finos labios. Nunca los había tocado. Íbamos a bordo de nuestro propio mundo. Entonces comencé a revolver el interior de su cartera, vociferando que las entrañas de tan extraño bolso eran misterios sin resolver aún. Ella sólo sonreía, sin dejar de observarme. Era algo catastrófico sentir sus ojos sobre mi ser.
Fue cuando encontré el perfume. Tenía la forma de un frasco alargado y rectangular, todo transparente. Emilia lo cogió en sus manos, lo destapó y peligrosamente, como siempre le gustaba que fuera, dejó escapar un rocío del aroma sobre mi muñeca. Yo le despedí una mirada de admiración y miedo. Los demás no entendían y ni siquiera sospechaban. Agité el brazo y tomé su aroma. 
Fue inolvidable.

Anoche Emilia tomaba el mismo frasco de perfume y nuevamente vertía en mi muñeca un poco de rocío. Olí su aroma y cerré los ojos al recordar su dulce y electrizante sensación recorrer mis sentidos. Ahora me plantó un beso en los labios y demoró un tanto en separarse. Luego me mira y me sonríe. 
Me sonríe igual que hace un año.

domingo, 17 de junio de 2012

Día 174: Los que van Terminando

Esa tarde en silencio y oculto crucé Santiago bajo la mirada tempestuosa de una tarde fría y oscura, atenta a mi caminar. De pronto había pensando en Emma y sentí que me hacía falta. Con la cara cubierta con una bufanda, metí las manos en mis bolsillos y procuré apurar el paso. La noche estaba próxima.
Los sovurbios de la ciudad se encontraban siempre inmersos en esa suspensiva tranquiladad, inhospitos de alegría, con sus pasajes azules de humedad, penumbrosos de soledad. Llenos de casas apiladas, como cobijandose del frío.
Golpee fuerte a su puerta. Ella abrió y una nube invisible de gas me retorció la nariz.
"Mami" le dije un poco mareado "Hay mucho olor a parafina"
"Es que recién prendí la estufa, hijo" me contestó.
"Tení que tener cuidado" le refuté, abriendo las ventanas.
"¡Tanta cuestión!" se quejó "De algo hay que morirse

jueves, 14 de junio de 2012

Día 173: Esperando

"En en el próximo tren tendrá que venir"
pensó melancólico, confuso y esperanzado.

domingo, 10 de junio de 2012

Día 172: Crónicas de una Muerte Anunciada

Lo arrastraron como a un cualquiera por el piso, atrapado en una bolsa que le impedía la libertá. Se negó a su destino declarado desesperado, escapando de la mano de sus casadores toda la mañana. Había venido de tan lejos, pobre hombre, con sueños de encontrar una vida mejor. Pero el mundo está tan malo y cruel, 'eñor, supiera usted, que fue a caer en la tierra de los gigantes de cemento, en donde la avaricia y el sexo se mezclan en una sopa de libertinaje.
Pero pobre hombre, tan ingenuo, nunca supo donde su camino fue a dar. Tampoco imaginó cómo iba a quedar. Lo arrastraron gritando victoriosos sus captores. Si supieran que quería una mejor vida, en los interiores de la Cordillera y no el Río, quizás lo habrían dejado escapar. Pero la dueña pidió su cabeza por ladrón.
Pobre hombre que no entendía que iba a pasar. Lo levantaron para que su agonía comenzara a experimentar y sobre el asfalto le hicieron golpear. Recordó a su mujer y a sus siete hijos. Quizás lo esperaban, ignorantes de lo malo que es el mundo. Fue entonces que al notar que su corazón aún latía, el marido de la dueña una pala levantó para con su vida terminar...

Mi viejo abrió la bolsa y notó que el ratón ya no se movía. Ignacio lo había azotado con la bolsa en donde lo habían encontrado. Había sucedido que mi vieja el jueves había encontrado un paquete de harina con piquetes de dientes de roedor. Entonces el domingo fue el día elegido para vaciar el desván y pillar al intruso.
Yo desde mi cama escuchaba todo el alboroto que tenían pillando al pobre ratón.
Simón desde su celular me escribió: "Ha muerto Jerry"

martes, 5 de junio de 2012

Día 171: Sangurucho

Con Jack, después de la pega y el instituto, íbamos al 14 y nos comprábamos un sangurucho de treinta centímetros en Subway. Le pegábamos la mascada al pan, con carne, con tomate, con aceitunas, con pastas varias. Nos comprábamos la bebida más grande y ahí pasábamos la tarde. 
Si no había plata para Subway, comprábamos un sandiwch de dudosa procedencia en la feria de Las Canteras, en donde una señora de pelo crespo, resguardada por un carrito, preparaba con carne asada y lechuga el emparedado, y con su Coca de litro y medio nos íbamos para su casa.
Y si ya quedaban pocos días para fin de mes, tirábamos dos paquetes de tallarines y le echábamos harta mantequilla, a demás de la infaltable Coca-Cola.
Eran tardes geniales, con conversaciones largas y películas medias tristonas, pero geniales. 
El otro día las recordé, cuando pasé frente a Subway.
"Aquí comíamos con Jack" le dije a Emilia "Nos comíamos los medios sanguruchos"
Otras veces nos tomábamos una cerveza o un ron en las noches. Y cuando ya preparábamos algo más armado y más contundente, Bonita nos acompañaba a reír un rato, a hablar de la vida.
Tardes alargadas, noches eternas, bajo el humo de sus cigarros y el acompañamiento de algún tema viejo.

Jack llega en diecinueve días más de Arica. Parece que fue ayer cuando nos despedimos en el paradero. Han pasado cinco meses desde ese día. Cinco meses en donde más ha crecido que ha retrocedido. Me contó que ya sabe disparar sin que le tiemble la mano, reducir a individuos y esposar muñecas. 
"Que estai grande cabro culiao" le dije.
"Lo único que quiero es estar allá, verte a ti y a Isabella. Quiero sólo llegar" me contestó. 

sábado, 2 de junio de 2012

Día 170: De Finales y Comienzos

Y cuando la vida me estaba convenciendo de que la historia de un final feliz era una utopía, apareces tú con tu voz de niña traviesa y declaras que ahora eres sólo mía. Vienes y me levantas en el momento que voy creyendo que mis caprichos y mi mente de niño no son la luz de nadie, y que a veces me vuelvo más hombre cuando te cuido y te juro por la santísima que todo va a estar bien. Entonces me doy cuenta que abro todas tus puertas cuando con mi voz me deslizo tibio por tu oreja y te estremeces hasta que me pides que me detenga. Tus pelos son el manto de nuestras maldades, de nuestras aventuras secretas. Tus caricias el alelo de los sentimientos mas ocultos en tu misteriosa alma.

No sé si gané. Sólo sé que la batalla terminó. Que no volverán más esas noches de lucha imaginándome a los dos, mientras que yo entre mi cama y pesadillas de terror me desvivía esperando y aguantando. Siempre aguantando. Y cuando parecía que en los siguientes mil metros de desierto no habría mar, aparecías tú y tus ojos pidiéndome un poco más. "Espérame, Karev"

Eres de tiempos largos, como de historias con extrañas tramas. Eres el pajarito al que no hay que enjaular. Ese que venía de noche y de pronto empieza a llegar al atardecer. Eres un laberinto que de pronto va abriendo camino. Eres quizás lo nunca esperé. Eres lo que nunca imaginé.

Ahora tranquilo te cojo de la mano y te miro. Tú sonríes. Sólo sonríes. No dices nada más, porque tú no eres de las que se desangra tratando de explicar lo que te pasa adentro. Entiendan que no tienen que entender. Media luna timida en tu boca. Es todo lo que necesito para ser feliz.
Me abrazas fuerte. No sé por qué. No me importa. Luego suspiras y te quedas ahí. Luego te duermes en mi pecho. El silencio se hace del lugar. A veces dices cosas mientras duermes. A veces me doy cuenta que eres todo lo que quiero y que ya no quiero buscar más.
Te quiero con toda el alma.