He aquí la segunda parte de esta serie. Desde ya, les agradesco el apoyo. Espero la disfruten.
Día 0, Parte 3
Día 0, Parte 3
"¡¡¡Muy, pero muy buenos días Santiago de Chile!!! Aquí comienza un programa más de Camino a la Pega, viviendo la última mañana de este 2011. Quedan unas quince horitas para que el reloj marque las doces de la noche y por fin llegue el tan esperado 2012... Esperado ¿Cierto? Qué dices tú Carolina" dijo el locutor.
"¿Se acaba o no se acaba?" dijo y se rió "Lo único que sé es que esta mañana y todas las que vienen en el 2012 van a ser muy calurosas. En estos momentos ya hay 18°. Así que valla preparando el gorrito, el bloqueador y la botella con arta agüita, porque para ir a comprar la carne pa' la noche y no morir en el intento los va a necesitar"
"La gente ya estaba haciendo cola en las entradas a los supermercados para ir a comprar"
"Pero si los supermercados pasan llenos todo el día"
"Hay que recordar que hoy todo el retail cerrará sus puertas a las 18 horas. Así que si todavia le falta la papita o el arróz, valla bien tempranito, porque ya a eso de las diez de la mañana todo será un verdadero caos" dijo el locutor.
"Oiga, y si usted mañana mismo sale de vacaciones, pesque las maletas y vallase directo al sur" dijo Carolina.
"¿A dónde?"
"A Puerto Oasis, por supuesto. A unas tres horas desde Puerto Octay, dirección cordillera, se encuentra este balneario inagurado hace unos meses. Cuenta con laguna artificial, hospedería, cocinería de primer nivel, cabalgatas, aventura y montañismo. O sea, todo lo que usted necesita para quitarse el estrés de este 31 de Diciembre. Rodeado de bosques milenarios, Puerto Oasis se presenta como la oportunidad para volver a recuperar todas las fuerzas para empezar este 2012 como Dios manda..."
Día 0, Parte 4
Día 0, Parte 4
Todo comenzó con algo inusual, con algo que no debe suceder. Don Julián iba tranquilo con su carro de supermercado y las compras para la noche. Tranquilo iba aproximandose a la salida del hipermercado, cuando eso inusual sucedió: la puerta electrónica no se abrió. El anciano se dio de bruces contra la manilla del carro y quedó bastante adolorido. Las personas que querían entrar notaron el extraño suceso y espectantes se quedaron mirando el acceso bloqueado. Los que estaban adentro y escucharon el golpe del choque, poco a poco se fueron acercando para ver qué había pasado.
"¿Qué te pasó, viejo?" le preguntó la señora Alejandrina, llegando a su lado.
"Iba saliendo y estar porquería no se abrió" dijo don Julián refunfuñando "Parece que no sirve"
Cuando algo no se mueve, los ancianos piensan que ya no sirve más. Entonces el murmullo de lo sucedido fue creciendo inusitadamente. La gente que venía saliendo desde el lineal de cajas registradoras se fue agolpando rapida y preocupantemente en la entrada al supermercado, en donde los que iban quedando atrás no entendían que sucedía adelante. En eso entremedio del gentió se abrió paso con voz de comando un guardia flacuchento y alto, alertado por el operador de las cámaras de seguridad al notar que algo extraño ocurría.
"¿Qué pasó?" preguntó, observando la puerta cerrada.
"Esta cuestión no abre po'" dijo un enfadado don Julián.
"La puerta uno no abre" dijo el hombre por su radio portatil.
Acto seguido, metió los dedos lo más que pudo en la ranura que dividía a los dos critales y trató de separarlos. Sus esfuerzos fueron inutiles. Entonces se dirigió al extremo superior derecho del sistema electrónico de apertura y cierre y buscó desconectarlo manualmente. Al hacerlo, la puerta quedó donde mismo. Nuevamente se dirigió a intentar abrirla con las manos y no pudo separarla.
"10-20. La puerta no abre" dijo, viendo como la gente ya no dejaba ver hacia el otro lado de lo acumulada que estaba frente al acceso.
Desde el otro lado una mujer golpeó el vidrio y pidió que abrieran "la güeá" para poder entrar. El guardia le indicó que habían problemas con la compuerta y que tenía que esperar.
Fue cuando algo más inusual sucedió. De golpe y con fuerzas una segunda puerta de metal negro salió desde el umbral de la puerta electrónica y dejó totalmente bloqueado el acceso principal. El bullicio de la impaciencia por salir fue silenciado violantamente por el choque del pesado metal con el suelo. Hasta las cajeras dejaron de pasar los productos por los escaner de códigos y la gente desesperada por llegar a preparar el asado dejó de hablar y se giró hacía la puerta principal. Entonces una segunda puerta de solido metal bloqueó el acceso del lado sur del supermercado. Lo mismo ocurrió con las dos entrandas al estacionamiento. En la trastienda del hipermercado, el guardia que registraba la salida y entrada del personal notó la alteración de las comunicaciones radiales en su móvil y dejando de escribir notas en su cuaderno, puso atención. Sin embargo, tuvo que ser participe del chicharreante movimiento de voces metálicas debido a que una puerta de las mismas caracteristicas que nombraban por radio bloqueó la salida que tenían los empleados. Lo mismo vieron frente a sus ojos los hombres que recepcionaban la mercaderia del recinto en las bodegas. Una a una gigantescas puertas de acero fueron callendo desde lo alto del techo y aislaron por completo la poca luz del sol que se estaba marchando. Todas las salidas y accesos sellados, por último fue el turno de los colosales ventanales que dejaban bañarse de luz a la sala de ventas. Sin que nada las pudiera detener, placas indestructibles de metal dejaron en penumbras a la muchedumbre que inmovil observó como quedaba atrapada. Era el silencio de unas siete mil personas. Silencio que se quebró cuando la desespareción las abordó y todo se convirtió en un caos...
"¿Qué te pasó, viejo?" le preguntó la señora Alejandrina, llegando a su lado.
"Iba saliendo y estar porquería no se abrió" dijo don Julián refunfuñando "Parece que no sirve"
Cuando algo no se mueve, los ancianos piensan que ya no sirve más. Entonces el murmullo de lo sucedido fue creciendo inusitadamente. La gente que venía saliendo desde el lineal de cajas registradoras se fue agolpando rapida y preocupantemente en la entrada al supermercado, en donde los que iban quedando atrás no entendían que sucedía adelante. En eso entremedio del gentió se abrió paso con voz de comando un guardia flacuchento y alto, alertado por el operador de las cámaras de seguridad al notar que algo extraño ocurría.
"¿Qué pasó?" preguntó, observando la puerta cerrada.
"Esta cuestión no abre po'" dijo un enfadado don Julián.
"La puerta uno no abre" dijo el hombre por su radio portatil.
Acto seguido, metió los dedos lo más que pudo en la ranura que dividía a los dos critales y trató de separarlos. Sus esfuerzos fueron inutiles. Entonces se dirigió al extremo superior derecho del sistema electrónico de apertura y cierre y buscó desconectarlo manualmente. Al hacerlo, la puerta quedó donde mismo. Nuevamente se dirigió a intentar abrirla con las manos y no pudo separarla.
"10-20. La puerta no abre" dijo, viendo como la gente ya no dejaba ver hacia el otro lado de lo acumulada que estaba frente al acceso.
Desde el otro lado una mujer golpeó el vidrio y pidió que abrieran "la güeá" para poder entrar. El guardia le indicó que habían problemas con la compuerta y que tenía que esperar.
Fue cuando algo más inusual sucedió. De golpe y con fuerzas una segunda puerta de metal negro salió desde el umbral de la puerta electrónica y dejó totalmente bloqueado el acceso principal. El bullicio de la impaciencia por salir fue silenciado violantamente por el choque del pesado metal con el suelo. Hasta las cajeras dejaron de pasar los productos por los escaner de códigos y la gente desesperada por llegar a preparar el asado dejó de hablar y se giró hacía la puerta principal. Entonces una segunda puerta de solido metal bloqueó el acceso del lado sur del supermercado. Lo mismo ocurrió con las dos entrandas al estacionamiento. En la trastienda del hipermercado, el guardia que registraba la salida y entrada del personal notó la alteración de las comunicaciones radiales en su móvil y dejando de escribir notas en su cuaderno, puso atención. Sin embargo, tuvo que ser participe del chicharreante movimiento de voces metálicas debido a que una puerta de las mismas caracteristicas que nombraban por radio bloqueó la salida que tenían los empleados. Lo mismo vieron frente a sus ojos los hombres que recepcionaban la mercaderia del recinto en las bodegas. Una a una gigantescas puertas de acero fueron callendo desde lo alto del techo y aislaron por completo la poca luz del sol que se estaba marchando. Todas las salidas y accesos sellados, por último fue el turno de los colosales ventanales que dejaban bañarse de luz a la sala de ventas. Sin que nada las pudiera detener, placas indestructibles de metal dejaron en penumbras a la muchedumbre que inmovil observó como quedaba atrapada. Era el silencio de unas siete mil personas. Silencio que se quebró cuando la desespareción las abordó y todo se convirtió en un caos...
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario