viernes, 6 de mayo de 2011

Día 51: El Último Tropiezo

Parte Final

Dones y Karev desaparecieron otra vez. Guzt no tuvo que noquearlos y tampoco esconderlos. Tan sólo el deseo de una viciosa sensación superó todos los parametros y su escencia se apoderó de los demás, tomando el control de la realidad y sus acciones. De los cuatros, el más tenáz y codicioso se quedaba con el poder, y se nota. Se nota en su forma de decir las cosas; siempre buscando una segunda intención. Y es adrenalinico para él pensar que casi nada lo detendrá.

"Me quedo"
Guzt no entendía muy bien esa extraña sensación de falsedad y excitación que conllevaba el acto de quedarse. Falsedad, porque lo dijo molesto, como si le hubiesen arruinado la noche, porque quería bailar y divertirse. Y excitación, porque se quedarían sólos... toda la noche, con un departamento entero para ellos.
Los demás se hicieron de sus chaquetas y salieron a buscar un taxi.
Él se sentó en uno de los sillones. Ella lo hizo en el otro. Se sentía demasiado silencio, después de todo el ajetreo de rizas y vasos chocando. Había tanta paz, que se lograba escuchar el agitado golpeteo de los corazones de ambos. Ninguno decía nada. Se hacían los tontos. Así era el juego. De a poco se iban deborando la situación, dejando que el jugo de la intriga se escurriera por sus labios, sintiendo ese extraño nudo de nerviosismo en el estomago de sólo imaginar donde iban a estar en la siguiente media hora.
"Sabes que el copete en exceso te hace mal. No entiendo tu actitud de querer ir más allá" la retó Guzt sinicamente.
"Si te quedaste porque te doy pena, te puedes ir" le dijo ella.
"¿Crees que me quedé por pena?" le preguntó él, mirandola directamente a los ojos, sabiendo con exactitud la forma en que tiene que mirarla para que ella le crea.
Ella no pudo decir nada. Estaba entregada a volver a caer, a tropezar con esa deliciosa piedra llamada vicio.
Como la niña asustadiza que corre a los brazos de su protector, se levantó del sillón y se sentó en sus piernas. No le dijo nada. No necesitaba decir nada. Con los labios comenzaron a rozarce el rostro y a acariciarse suavemente, justo y tal como le gustaba al otro. El departamento se silenció aún mas...
Fue la última vez que se vieron.

"¿Tu pololo sabe que saliste?" le preguntó Guzt.
"No, no tiene idea" contestó ella con una risitia demoniaca.

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