Día 15, Parte 3
Me tuve que sobreponer a mi mismo. Me tuve que anular, escondiéndome en algún lugar de mi mente. Tuve que desprenderme. La puerta la abrió una sonriente y dulce anciana que recibió con un caluroso abrazo a Joel. Era la inquilina que les había dado hospedaje. Yo lo único que podía hacer era peinar disimuladamente todo el fondo de la antigua casa, esperando encontrar a Sara. Pero ni rastro de su ser.
Me tuve que sobreponer a mi mismo. Me tuve que anular, escondiéndome en algún lugar de mi mente. Tuve que desprenderme. La puerta la abrió una sonriente y dulce anciana que recibió con un caluroso abrazo a Joel. Era la inquilina que les había dado hospedaje. Yo lo único que podía hacer era peinar disimuladamente todo el fondo de la antigua casa, esperando encontrar a Sara. Pero ni rastro de su ser.
"Pase. Pase. Pase" me dijo la dama, dando una pequeñas palmadas en la espalda.
Nervioso y casi sin palabras me apronté al interior. Joel había torcido su caminar en la primera puerta que cortaba el pasillo. Ahí había ruidos que denotaban la presencia de otra persona. Antes de girar con él, escuché como iba dejando las bolsas del pack de comida sobre el suelo, para luego escuchar la voz de ella.
"Te demoraste, Joel"
Quise caer al sentir como un eléctrico escalofrío me rompió todo el sistema nervioso.
Las puertas del metro se abrieron en estación La Cisterna. Dejé que la gente bajara. Al final lo hice yo.
"Es que me encontré con un conocido en el super" le dijo Joel torciéndose para cerrarme un ojo.
Sara concentrada estaba lavando la loza del desayuno. Tanto así, que no se detuvo para saludar a su novio.
Sonriente y nerviosa me esperaba con las manos cruzadas detrás de la espalda. Sonriendole, demostrándole con la mirada que pensaba que era una loca, también me acerqué.
"No" contestó él "Es un conocido de ambos"
Sara se detuvo de golpe, pero no se giró.
"¿De dónde?" continuó con el interrogatorio.
"Salúdalo tu misma, pues" le dijo Joel.
Sara ahora se giró de golpe para descubrir el misterio del conocido.
Por primera vez, desde hace dos semanas, nuestras miradas se volvieron a topar.
Cuando estuvimos a centímetros el uno del otro, no fuimos capaces de decir nada. Tan sólo nos mirábamos, sonriendo estúpidamente.
"No puedo más" rompió el hielo la pelirroja, abransadome con fuerzas y sellando meses de un exquisito tira y afloja con un apasionado beso.
De pronto noté que Sara comenzó a respirar de forma agitada, hasta que su mente y cuerpo no pudieron más de concebir el estimulo de verme ahí y estalló en un doloroso llanto.
FIN