"Bien. Escúchenme. Debajo los asiento hay un chaleco salvavidas y un tanque de oxigeno personal" decía John, cuando una mano me tomó del hombro izquierdo y me giró hacia atrás. Era Leandro.
"Ven. Ayúdame" me dijo, conduciéndome hacia la parte trasera del avión.
Allá, casi en la cola, la atmósfera era un poco más oscura pero silenciosa. El muchacho había tomado algunas correas que sacó de por ahí y el chaleco salvavidas que nos indicó el teniente. Se inclinó sobre el piso del Hércules, en donde había lo que parecía ser un galón de gas largo y ovalado.
"Toma" me dijo pasándome una de las correas, observando concentrado el cilindro "Amarralo con fuerzas en esa punta" me pidió.
Sin preguntarle de qué se trataba, escuchando como John instruía a los sobrevivientes de cómo íbamos a salir del avión después que se estrellara, comencé a atar la correa. Iba a suceder tal hecho y yo ni siquiera podía imaginármelo. En pocos minutos íbamos a estar rodeados de agua; algo inevitable. En pocos minutos, nuevamente, íbamos a luchar por vivir algún día más. ¿Resistiríamos el impacto? Tampoco podía responder tal drástica pregunta.
En eso llegó Silva. Su semblante de soldado raso se había convertido a capitán de carácter temible. No le había temblado la mano al momento de tener que detener una situación tan tensa cómo se había vivido hace unos minutos. Sin decir nada, apoyó la labor de Leandro. Tomó el chaleco salvavidas y lo amarró al centro del galón. ¿Qué era ese galón? ´Más adelante sería la respuesta a muchas preguntas.
"Diez minutos para impacto" dijo Perez desde los paneles de mando.
El C-130 dio una pequeña sacudida. Los sobrevivientes comenzaron a alistarse. John llegó y me entregó el chaleco salvavidas y el pequeño tanque de oxigeno.
"Silva. Comienza a trasmitir la señal de auxilio" le ordenó el teniente.
El técnico ya había terminado de adosar el salvavidas al tanque. Se levantó y fue a su puesto de trabajo.
Lo que respectaba al cilindro, ya estaba totalmente amarrado. Cuatro marras colgaban de toda su estructura y en el medio, aferrado con mucha fuerza, se encontraba el chaleco.
"Toma ese extremo, Eliseo" me dijo el piloto, apuntando a una de las correas.
"¿Qué es esto?" les pregunté a ambos.
En la zona de los asientos se comenzaban a sentir los primeros sollozos. El miedo de lo inevitable estaba invadiendo los cuerpos como una serpiente que de a poco va presionando el brazo. En minutos tendrían una incierta respuesta a una lacerante pregunta ¿Viviríamos?
"Después de salir de mi escondite en el supermercado..." comenzó a explicarme Leandro "Subí hasta el techo y saqué este cilindro de gas. Es uno de los que liberó el virus sobre la multitud atrapada. Pensé que si lo traía, algún médico o científico podría examinarlo y deducir qué fue lo que liberaron. No sé. Quizás detener toda esta pesadilla"
El muchacho dejaba destellar un haz de esperanza en sus ojos. Él podía ver el final de todo esto.
"Es por eso que estoy aquí" agregó
"5 minutos para impacto" se escuchó decir a Perez.
Continuará...
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