lunes, 26 de septiembre de 2011

Día 93: El Nacimiento

Capítulo Uno

Lo fueron a tirar lejos, donde se duda si la escena es real o una mala pesadilla. De eso poco se acordaba ahora. Tan sólo se preocupaba de respirar bien y correr los más rapido que sus piernas le permitian correr, y si alcanzaba el aliento, girarse a ver donde venía su cazador. Se me olvidaba que también llevaba un fusil de guerra en su mano izquierda. No supo nunca por qué en una fracción de segundo recordó que su brazo más fuerte era el izquierdo y en la misma fracción decidió cargarlo en la misma mano, para que no fuera un estorbo al momento de correr. El sol alargaba de forma tetrica su sombra sobre el pedegroso terreno de la montaña que estaba apunto de acabarse en una cima de punta chata y extensa. El cielo ya no era azul marino; el tiempo lo transformó en un gris azulado. La tarde avanzaba a una velocidad abismante, siendo devorada con hambre por la noche eterna. ¿Por qué? Se preguntó. Estiró más las piernas para extender la ventaja. El aire entraba rasgante por su garganta. Sus pulmones parecían despegarse del neopren adosado al interior de su pecho al momento de contraerse. La vista se nubló un poco. El ente corría tras él sin ninguna gota de cansancio. Fue entonces que alcanzó la cima y pudo ver un interminable desierto que se perdia en los confines de la capacidad ocular, en una nebulosa mezcla de oscuros oasis perdidos y los últimos escasos rayos del sol que burlesco y cobarde escapaba para no mirar como lo asesinaban. Sintió que bajo la impenetrable oscuridad de la noche atacameña no tendría chance de escapar de la bestia que lo perseguía y tal sensación le hizo perder las fuerzas y el equilibrio, comenzando así una golpeada y violenta caida ladera abajo.

Debería haber muerto victima de los golpes y la caída, pero no lo hizo. Un hombre escondido del destino lo miraba desde otro mundo y no le dejó morir. Tenía preparado para él una historia. Así que después de volver de su inconsciencia, se levantó adolorido por las contuciones en las rocas incrustadas en el cerro y corrió a lo que podía ser su pequeña oportunidad de salvación; el esquelto de una casa abandonada.
La noche estaba apunto de comerse por completo el día. La bestia lo observó desde la cima...


Continuará...

jueves, 22 de septiembre de 2011

Día 92: Una Premonición en las Fiestas

Miré la cotona, recordando la reunión en donde Don Alex había dicho que usar la cotona era importante y fundamental para que el cliente sintiera que personas con jerarquía los podían ayudar y orientar. Obviamente lo dijo porque ese día yo no había llevado la mía y su mirada de hombre ofuscado me hizo saber que para él llevar puestar la cotona era importante. Pero no sé si era necesario decirlo en la reunión. Con su mirada nada más había entendido.
El punto era que no me quería poner la jodida cotona, porque era 15 de Septiembre y era seguro que, además de poner la cara en el lineal por las cajas que funcionaron como las reverendas, iba a tener que direccionar a los clientes que no sabían donde estaba el queso rallado o los jugos en polvo. Entonces mi mente maliciosa, que nunca falla, me dijo "Di que hoy tendrás que hacer mucho trabajo moviendo cables en cajas o qué sé yo, y que por lo mismo ensuciarás la cotona y los clientes no van a querer verte todo sucio por ahí indicando donde están los jugos en polvo"
"Perfecto"
Me puse la chaleca. La cotona me miraba con pena. Me colgé la credencial. La cotona dijo que no mintiera, que era malo.
"Callate. Tú no deberias hablar"
Tomé el móvil con la pantalla trizada y bajé a la sala, dirección a Controlaría.
Debo haber estado tres minutos conversando con Joselyn, cuando el teléfono sonó. Era Yessenia.
"Karev, las cajas tienen problemas con los teclados. Se quedan pegadas"
Corrí, asustado pensando en la gente que furiosa tenía que estarse amontonando en las pobres cajas, pidiendo la cabeza del tipo a cargo porque las mierdas de equipos no funcionaban. En eso veo a un tipo alto, de peinado cuidado y mirada tranquila, metido con tornillos y un notebook debajo de mis niñas. ¡¿Quién se creyó que es para venir a tocarme Mis cajas?!
"¿Qué les pasa, Yessenia?" le pregunté sin dejar de mirar al intruso.
"Al pasar cualquier tarjeta, no las lee y más encima se quedan pegadas"
"Okey... ¿Quién es él?"
"No sé. Llegó con el Gomez y ha estado toda la mañana en las cajas"
Me acerqué sigiloso, cuidando de que no me sintiera para lograr ver qué era lo que hacía con tanta parsimonia. El tipo, vestido con una polera portadora de una insignia que rezaba "ADT", manipulaba unas cajas que habían sido fantasmalmente instaladas hace una semana, junto a pequeños cuadros de plásticos adosados a los lectores de códigos.
"Hola" me dijo girándose y observando mi credencial "Tú eres el encargado de informática"
"Si, yo le quería pregun--"
"Estoy activando el anulador de alarmas. Quizás los teclados de las cajas se te queden pegados y tendrás que cambiarlos de lugar" declaró.
Le tuve que fingir la sonrisa, mientras miraba las 25 cajas a las cuales les tenía que cambiar de lado el teclado. Tal cambio significaba tener que sacar el cable del dispositivo y pasarlo por debajo de la caja. O sea, tener que trabajar en la montonera de cables que había que desatar para poder sacar el bendito cable, y esa misma acción 25 veces.
"No voy a tener que mentirle a don Alex" pensé.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Día 91: Tradición

Capítulo 18: Salir
Primera Parte
Acaba de morir el 16. Mi madre cumplió cuarenta y cuatro y por discutir con mi viejo, no hubo once en familia ni felices cumpleaños. Son las doce con siete minutos de la madrugada del 17 de Septiembre. Mañana me veré con Jack, Isabella y Karina. Viajaremos a Calera de Tango, un pueblo oculto en medio de la oscura Cordillera de La Costa. Habrá fondas y empanadas. Encuentros y espectativas. Es una celebración más del dieciocho de Septiembre, a un año del Bicentenario, a un año del la última celebración que para mí va a ser innolvidable.Y es extraño estar sentado aquí sabiendo los días que se vienen. Mañana temprano tengo que ir a DUOC y después a Tottus. Estaré toda la tarde ahí y luego a la casa de Isabella. Pasaremos toda la noche juntos y al otro día tengo que ir donde mi abuela. El sábado a trabajar, y el domingo lo mismo. Extraño también es sentir con Jack las ansias de pasar la noche con ellas ¿Por qué? Es la rara sensación de quizás saber que todo será espectacular ¿Pero que puede tener de espectacular, si las siguiente horas se convertiran en una avalancha de vivídos recuerdos? No lo sé. Tan sólo es así.

Capítulo 71: Bicentenario
Desde el capítulo recordado ha pasado exactamente un año. Un año en donde han pasado miles de cosas. Y es divertido comenzar este 16 de Septiembre del 2010, fecha en que conmemoran 200 años desde la junta de gobierno que impulsó a hombres a formar una patria, adelantar un poco lo que ocurrirá. A ver si un año después las cosas son tan distintas.
Celebramos, con una torta de mocca que compré hoy en la tarde, el cumpleaños de mi madre. Parece que cumple 46. Preferio no preguntarle. Mañana abro el Tottus a eso de las ochos de la mañana, y en la tarde, junto a Camila, nos vamos a San Bernardo a la casa de Isabella. De ahí, junto a Jack, Karina y amigos de las chicas, partiremos, como el año pasado, a las fondas de Calera de Tango.
Sólo espero que el estrés de los 7 días seguidos de trabajo se me borre del cuerpo cuando vea su sonrisa y quizá el vestido que se compró la otra vez. 


Estoy escribiendo desde mi oficina. Son las 10:50 de la mañana del que será un largo 17 de Septiembre y el supermercado abajo está lleno hasta la trastienda. Pido disculpa si no escribí el día de ayer como la tradición lo solicitaba, y es que es poco decir que llegué muerto a casa después de la jornada vivada en la tarde. Experimenté mi primer "18 de Septiembre" como encargado de informática, frente a un sistema que se portó como las güeas y no me dejó partir hasta pasado las diez de la noche, con cajas que se caían, clientes puteandome y un sistema que caprichoso se rehusó a trabajar como la fecha lo amerita. Hoy, ya con 3 horas de funcionamiento, todo ha corrido bien.
Esta vez mi viejo fue el que compró la torta. Era de chocolate con cubierta de mermelada. Yo aporté con algunas cosas para picar y a eso de las once de la noche compartiamos los cincos en la pequeña mesa del desayuno. Y es que, sin decirlo, nos gusta estar más juntos, por no decir apretados, riendo y comentando como corrió el día. Son pocos los momentos que tenemos para compartir. Así que los que se dejan ver, los aprovechamos lo más que podemos.
También es tradición que hoy me despida de ellos y les diga que nos vemos mañana donde mis abuelos, porque Jack e Isabella estarán esperandome en las fondas de Calera, como lo venimos haciendo hace tres años. Un año después las cosas han cambiado drasticamente y me dibuja una sonrisa en el rostro el hoy estar tranquilo y contento. Decidí estar solo por un buen tiempo y darme la oportunidad de reconstruirme de todo lo que pasó y volver a vivir con las energias que en algún momento me abandonaron. Hoy vivo para mí y son contadas con los dedos de una sola mano las veces que pierdo el tiempo enredandome en problemas que no valen la pena. Tengo a mi familia y tengo a mi par de güeones que hoy más que nunca celebraremos nuevamente un cumpleaños de Chile.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Día 90: Un Deseo

No... no volví porque se me encendió la ampolleta. Todavía estoy ahí, en el limbo de los escritores. Esto se lo robé a una conversación de Messenger...

Si, sentada frente al mar
respirando
sin hablar nada
sólo mirar

Girarme a hacía ti y ver el brillo del sol en tus ojos
una leve sonrisa en tus labios
la sensación de que nunca te voy a dejar de ver

Y para cerrar la tarde un beso

Un abrazo
ya no está el sol

Y nos vamos caminando por la arena
a pies descalzos

Nunca más los volvieron a ver

Nos perdimos... para siempre

Gracias