Los minutos pasan. Parece que todos van tranquilos. No escuchan al niño sufrir en llanto y, sí, gozar en risa. La madre agradece al hombre. Él le dice que no se preocupe. Ella le cuenta que su hijo siempre sufre en los viajes del tren. Él explica que algo deben percibir que los irrita tanto. Ella vuelve a agradecer con una sonrisa de estimación. Elías le corresponde el gesto. Luego sigue jugando con el bebé. El tren sale de Lo Espejo y son varios kilómetros hasta Lo Blanco. En ese trayecto, entre los dos, se da una conversación genuina. Amalia no sabe por qué, pero le relata de dónde es, qué hacía aquel día y de lo maravillada que estaba con el tren. Elías le narra que él lo ocupa todos los días de la semana para ir y volver del trabajo. La madre siente que va volando a Nos. Su hijo estaba cómodo y el hombre que lo va entreteniendo, además, es interesante. El trabajador, de pronto se siente confortado. Aquel momento le había hecho olvidar los problemas y el cansancio. Ambos iban viajando en otro tren.
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