domingo, 24 de marzo de 2013

Día 238: Lugares

Me encontré atrapado en una vida clandestina, afirmado de un balcón, colgando la vista de una puesta de sol. Abrigué el cuello del frío costero y contemplé el silencio y la parsimonia. Qué lugar más hermoso, Dios Mío. A veces me dan ganas de que escenas así supieran lo que significan. Tener conciencia de que desde algún recóndito lugar, utilizado para dar vida a vidas ocultas, hay alguien afirmado de la baranda de un balcón,  observando atónito y sin pestañear lo maravilloso del dibujo. Colores vivos de movimientos y otros toscos de misterios. Deberían saber que de alguna manera u otra construyen enlaces consigo mismos con personas que al sentirse tocados por esa chispa piensan que son un lugar que tienen algo de especial. Y poder agradecerles y que escuchen el agradecimiento y que aquel gesto los haga inmensamente felices y también que les de fuerzas para seguir dando sentido al camino de cientos de personas que tengan la fortuna o la casualidad de toparse con ellos. 
De pronto me traslado mil quinientos kilómetros al norte. Estoy afirmado de una botella de cerveza. El sol pega fuerte en la  cara. Estamos todos callados. La imagen nos dejó mudos. Al frente un mar tormentoso se manifiesta poderoso entre la costa y una isla. Jack, Isabella y yo observamos la isla. Entre medio se formaba una enlace. Viejo enlace.
Ahora otro se va conectando a mí. No sé porqué amo tanto al mar. Hace un año me habría ahogado en él. Pero hoy no. Hoy prefiero vivirlo y darle las gracias. En eso llega Emilia.
"Estoy lista. No te desesperes. Ya vamos a bajar a la playa" me dice.
Casi puedo ver como ese momento fue una manufactura de sus dedos e imaginación. Ella me regaló aquel instante. Sonríe con aquella luz en sus ojos. Nos escapamos, como lo venimos haciendo desde el principio, al sur del país. A cientos de kilómetros de casa. Pero no a lo ilegal y tampoco a lo clandestino. Ya no es necesario. Nos escapamos de nuestras vidas a esa que nos gusta vivir. En esa que nos sentimos libres. Esa en donde el cielo está un poco más cerca. Porque pronto vendrán procesos en donde la libertad será una puerta medio abierta. Pero ahí vamos a estar, para abrirla toda cuando se nos antoje.

Quedan pocas horas. Algunos procesos terminan. Otros comienzan. Buen viaje.

jueves, 7 de marzo de 2013

Día 237: Billetes Rotos

Me acordé que te debía dos mil pesos. Entraste al baño y de golpe me abordó el recuerdo. Instintivamente saqué mi billetera del bolsillo y abrí su compartimiento. De adentro saqué un billete de color morado. Eran dos mil pesos. De pronto tuve el impulso de pagartelos y salir corriendo. De sanjar cuentas. Entonces recuerdo también el momento en que recibí aquel billete. La cajera medio nerviosa, medio apurada, sólo los dejó sobre mi mano, esperando el reclamo. Pero yo no dije nada. Miré los dos mil pesos y noté la llamativa falla, la misma que notaba ahora. El billete estaba partido en dos.
Quizás llevas cinco minutos en el baño. Los dos mil pesos aún están en mi mano. Y en aquellos extraños segundos, decido que aún no te los pagaré. El scotch que envuelve la tragica falla es tan penoso como una mentira mal contada, como una verdad omitida. Recuerdo que a veces nos tuvimos que pagar con varios billetas de dos mil pesos parchados por estar rotos, rotos de un corte viceral. Era lo único que teniamos en la billetera; un billete roto. Es en ese segundo que decido no te daría nunca más dos mil pesos parchados, porque aunque el costo sea el mismo, dista mucho de valer lo que es.
Lo guardo apresurado, como cuando te llamé para decirte que me esperaras en Santa Ana. Casi casi. Sales del baño y me sonries con aquella boca que me da tanta calma, que me dice tanta verdad de esta realidad cuando me atrapa.