Se estaban colando los huesos y sintiendo la piel ardiente. Él la buscó con un beso. Ella volvió de un pensamiento que él ya no puede permear hace años. Se hace de sus labios y ella los esconde. Él lo intenta de nuevo, pero ella rehusa. Y entonces, como polvora en una trinchera abandonada, un pensamiento explota en la mente del hombre. Unas manos van haciendo un camino de cariño y deseo. Hace poco le había llegado un mensaje; primero yo, tu historia con ella no acabará. Vuelve a la cama y a los brazos que buscan su instinto. Abajo está su mujer. El vibrato de los nervios y las venas es lo único que mantiene viva la luz dentro del cuarto de la relación de ambos. Ya no hay conversaciones los domingos después del almuerzo. Y viene otra ola a chocar las rocas; los besos escondidos lo buscan a él, lo disfrutan, lo acarician. Se preocupan de que sienta. Sentir. El estimulo más básico, sentir.
No insistió. Cedió al momento que ha mantenido viva al a Humanidad durante milenios. Su cuerpo hizo el trabajo. Su mente estaba en el metro, jugando a los abrazos.