Día 6, Parte 3
John, nombre del piloto que seguía sentado al lado de mi cama, me explicó todo lo que sucedió los cinco días que habían transcurrido desde el minuto en que la catástrofe se desató. Sin embargo, tratando de pensar cómo había llegado aquel mensaje a mi puerta, tengo sólo lagunas de la fascinante historia, que creo incluyó a un supermercado en Puente Alto, bloqueos militares, Valparaiso invadido y a la Nueva Capital.
Yo le conté mi penosa y tropezada historia; mi encuentro con los infectados, el despertar en mi departamento y la muerte de Joan. También le declaré que no tenía idea de quién podía haber puesto el escrito "Capitán Manuel Avalos Prado" en mi puerta.
"Es obvio" dijo el uniformado, con esa maldita sonrisa de actor estadounidense en el rostro.
No entendí a donde iba.
"Alguien que sabía que usted iba a estar trabajando en el supermercado" dijo.
Alguien. Y de golpe recordé a Sara.
"Si trabajo esta noche, tendré una semana de vacaciones" le contaba tirado en mi cama. Era la tarde de la víspera de año nuevo. Ella sonrió entusiasmada.
"Entonces podremos ir a Isla Negra" me dijo.
Asentí.
Se posó en mi pecho y la abracé. El aroma de su pelo se coló en mi nariz. Luego me miró, apoyando su pera sobre sus finas manos.
"Me quiero ir contigo para siempre"
Sonreí. John me notó.
"¿Sabe quién?"
Lo miré con el recuerdo aún en mis ojos.
"Quizás" le dije, pero luego recordé que hace cinco días que no la veía y que en mi fatídico viaje no había visto rastro de ella. Si fue Sara, el escrito lo había dejado la misma noche de año nuevo, según lo que me contó el piloto. Entonces ¿Por qué no me fue a buscar? Como sermoneandome, mis memorias hicieron correr el recuerdo de mi humanidad borracha sobre el pasillo de las galletas. Quizás no la había escuchado golpeando la puerta de acceso para empleados.
"Pero desde que todo esto sucedió, no he sabido nada de ella. Sara tenía padres, debe haber escapado con ellos" le dije, nombrándola inconscientemente.
"¿Cómo se llama?" me preguntó John.
"Sara" repetí, como revelando mi mayor secreto.
Entonces el piloto tomó un montón de hojas que estaba al lado de la bandeja del desayuno y comenzó a mirarlas.
"¿Sara cuanto?" preguntó, concentrado en lo que había en los papeles.
"Rojas" le dije "Sara Rojas"
John guardó silencio para concentrarse al máximo en su búsqueda.
Yo estaba en medio de la nada, esperando a que terminara de hacer lo que estaba haciendo, sintiéndome casi inútil. Él afanado no dejaba de hojear los papeles. Hasta que de pronto se detuvo.Un silencio oscuro y frío inundó el lugar. Tan sólo quería saber qué estaba mirando.
Me miró.
"¿Sara Andrea Rojas Altamiro?" me preguntó.
Asentí sintiendo como un quemante escalofrío me recorrió la garganta lentamente.
"Desde la hora cero, siete vuelos han partido de aquí hacia Nueva Capital. Ella viajó en el tercero" declaró.
John, nombre del piloto que seguía sentado al lado de mi cama, me explicó todo lo que sucedió los cinco días que habían transcurrido desde el minuto en que la catástrofe se desató. Sin embargo, tratando de pensar cómo había llegado aquel mensaje a mi puerta, tengo sólo lagunas de la fascinante historia, que creo incluyó a un supermercado en Puente Alto, bloqueos militares, Valparaiso invadido y a la Nueva Capital.
Yo le conté mi penosa y tropezada historia; mi encuentro con los infectados, el despertar en mi departamento y la muerte de Joan. También le declaré que no tenía idea de quién podía haber puesto el escrito "Capitán Manuel Avalos Prado" en mi puerta.
"Es obvio" dijo el uniformado, con esa maldita sonrisa de actor estadounidense en el rostro.
No entendí a donde iba.
"Alguien que sabía que usted iba a estar trabajando en el supermercado" dijo.
Alguien. Y de golpe recordé a Sara.
"Si trabajo esta noche, tendré una semana de vacaciones" le contaba tirado en mi cama. Era la tarde de la víspera de año nuevo. Ella sonrió entusiasmada.
"Entonces podremos ir a Isla Negra" me dijo.
Asentí.
Se posó en mi pecho y la abracé. El aroma de su pelo se coló en mi nariz. Luego me miró, apoyando su pera sobre sus finas manos.
"Me quiero ir contigo para siempre"
Sonreí. John me notó.
"¿Sabe quién?"
Lo miré con el recuerdo aún en mis ojos.
"Quizás" le dije, pero luego recordé que hace cinco días que no la veía y que en mi fatídico viaje no había visto rastro de ella. Si fue Sara, el escrito lo había dejado la misma noche de año nuevo, según lo que me contó el piloto. Entonces ¿Por qué no me fue a buscar? Como sermoneandome, mis memorias hicieron correr el recuerdo de mi humanidad borracha sobre el pasillo de las galletas. Quizás no la había escuchado golpeando la puerta de acceso para empleados.
"Pero desde que todo esto sucedió, no he sabido nada de ella. Sara tenía padres, debe haber escapado con ellos" le dije, nombrándola inconscientemente.
"¿Cómo se llama?" me preguntó John.
"Sara" repetí, como revelando mi mayor secreto.
Entonces el piloto tomó un montón de hojas que estaba al lado de la bandeja del desayuno y comenzó a mirarlas.
"¿Sara cuanto?" preguntó, concentrado en lo que había en los papeles.
"Rojas" le dije "Sara Rojas"
John guardó silencio para concentrarse al máximo en su búsqueda.
Yo estaba en medio de la nada, esperando a que terminara de hacer lo que estaba haciendo, sintiéndome casi inútil. Él afanado no dejaba de hojear los papeles. Hasta que de pronto se detuvo.Un silencio oscuro y frío inundó el lugar. Tan sólo quería saber qué estaba mirando.
Me miró.
"¿Sara Andrea Rojas Altamiro?" me preguntó.
Asentí sintiendo como un quemante escalofrío me recorrió la garganta lentamente.
"Desde la hora cero, siete vuelos han partido de aquí hacia Nueva Capital. Ella viajó en el tercero" declaró.
FIN TERCERA PARTE
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